Todos los días la misma rutina. La correa de cuero, la bolsita negra para no arruinar la higiene y el ornato del pueblo y uno que otro juguetito para divertirse en el parque. En fin, era lo de todos los días, mañana, tarde y noche. Quedarse saludando a algún amigo que se cruzaba en el camino, oler las flores, asustar a las palomas, rascarse contra un árbol, gruñir si se acercaba alguien desconocido o desagradable.
No sé por cuánto tiempo más pueda seguir haciendo esto. Él ya está muy viejo como para sacarlo a caminar, pero si no lo hago, se queda de pie frente a la puerta, mirándola, sin saber qué hacer, con una cara de tristeza que me parte el alma, con el sombrero y la bufanda en la mano, hablando consigo mismo.
Sobre la Autora: Oriana Pickmann
Imagen: Ukraine Sunflower Fields, de Laurazee en deviantArt
7 comentarios:
un viejo perro o un perro viejo...
muy bueno Oriana
¡Brillante! Triste, pero muy profundo y efectivo.
Ya se echaban de menos estas micros tuyas. Lindo cuentito.
¡Muy bueno, Oriana! Me recuerda mi futuro, si no fuera porque difícil que tenga un perro, ya que me pasearía un gato...
Sí, triste, pero realista. Espero tener un perro como ese cuando me haga vieja y no logre recordar ni cómo me llamo. Muy bueno, Oriana.
Muchas gracias a todos.
La idea me tenía hace mucho tiempo, y hoy me sacó a pasear...
Cuando yo sea grande voy a tener un perro al que llamaré Alzheimer, cosa de que el Alzheimer lo tenga él y no yo. ¿Cruel? Tal vez, pero nada es demasiado caro a la hora de preservar la propia identidad.
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