Era la hora en que los cernícalos de cola verde se comían a los ratones del campo. A lo lejos ladraban pájaros sin nombre, lo que lo llevó a pensar, una vez más, que la realidad rediseñada después de la catástrofe estaba distorsionada; no se puede confiar en la memoria. Pero así son las cosas, rumió mientras una vaca muerta caía encima de una flor de goma. Escuchó los ruidos que los relojes producían a su alrededor, mientras una legión de animales jugaban a las damas con piezas moradas y amarillas. Son el producto de nuestro ingenio, aunque se trate de seres tullidos e inútiles para otra cosa que no fuera ser comidos. Tomó a una de las criaturas de la cola y se disponía a engullirla cuando un gigante venido de otra galaxia pensó lo mismo, lo tomó del cuello y se lo zampó de un bocado.
Sergio Gaut vel Hartman
1 comentario:
Sencillamente magistral.
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