—El ácido sulfúrico —dijo el profesor frente a la clase— se obtiene a partir de azufre, aire y agua. Cuando está a temperatura ambiente es un líquido incoloro, inodoro y muy corrosivo —explicó, y levantó el tubo de ensayo para que todos lo vieran—. Su uso más frecuente es en la industria y su fórmula —escribió en el pizarrón— es H2SO4. Este Ácido concentrado, llamado por los antiguos alquimistas aceite de vitriolo, destruye la piel y la carne, y puede causar ceguera si se introduce en los ojos. ¿Verdad González?
El púber, atado de pies y manos al pupitre, apenas pudo emitir una serie de gorgoteos incoherentes, que brotaban como escupitajos desde el centro de la cara, deshecha en una masa de supuración burbujeante en la que se dejaban ver algunos fragmentos de hueso.
— ¿Alguna pregunta, alumnos? —dijo el profesor.
4 comentarios:
Maravillosamente cruel. En un mundo que deja corta a la ficción por su brutalidad, poder disfrutar de ella sin hacer daño a nadie es toda una terapia.
terrible relato...
Hola, Javier y Titán, me alegra que les haya gustado, amigos. Aprovecho para agradecer a Sergio y a todo el grupo Heliconia por la publicación.
Un abrazo y hasta el próximo ;-)
Se esperan más, Hugo.
Un abrazo.
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