—¡Ay! El dolor me está destrozando —gimió María.
—Parirás con dolor, sentenció el Señor —repuso José, resignado—. Y si el Señor lo dijo…
—No es posible; el Señor es esta cría que está a punto de brotar de mis entrañas.
—¡No lo digas! ¡No pongas palabras blasfemas en tu boca, mujer! ¡No invoques el nombre del Señor en vano!
—¿En vano? —protestó María—. Será el Señor, pero yo soy la que lo está pariendo. Le pediré que haga cesar mi sufrimiento. ¡Hijo…!
—Madre —contestó el nonato con una voz que no parecía pertenecerle—. No pidas excepciones. Así empiezan a corromperse los sistemas. Si te concedo esto, ¿qué pedirás mañana?
5 comentarios:
excelente Sergio!
Amén.
Amén.
Eso se llamaría tráfico de influencias... Divino!
Que buen diálogo, debería de incorporarse a la Biblia, de igual manera los creyentes, creen en todo, valga la redundancia.
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