Se enamoró de ella cuando supo que lo odiaba. Empezó a merodearla, le envió flores, un anillo de brillantes, pasajes para un crucero al Caribe. Ella, por supuesto, lo odiaba cada día más: pisoteaba las flores, le regalaba las joyas a la sirvienta, quemaba los pasajes. Y cuanto más lo odiaba ella, más la amaba él. La situación se hizo insostenible; no tuvieron más remedio que contraer matrimonio.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 4 meses
8 comentarios:
Y hasta es posible que logren un matrimonio duradero.
¿Qué decís? ¿Qué duradero y feliz no es lo mismo?
Bueno, si te ponés en exigente, ja ja.
Duradero y feliz no son obligatoriamente excluyentes, pero tampoco incluyentes. No generalizo. Alguien puede tener dos o tres años de felicidad luego de estar treinta con una misma persona y no ser feliz. Incluso es posible que pierda la capacidad para saber qué es la felicidad. Lo que sí afirmo es que el odio y el amor son sentimientos contiguos y lo opuesto a esa bipolaridad es la anomia...
La que seguro fue realmente feliz es la sirvienta.
Me gustó, Sergio.
Una historia rara. El tipo era masoquista, eso es seguro, mire que andar enamorándose así de una que lo odia, pero bue, cada cual se enamora de lo que puede.
Y encima, el matrimonio: ahí si que se pone jodida la cosa; normalmente se suele estirar la duración más allá de la felicidad, pero me parece que es por una cuestión de comodidad y acostumbramiento a la rutina.
Aparte de disfrutar del micro lo que me dejó pensando es su comentario sobre la continuidad del odio y el amor ¿Será en un solo sentido o en ambos?
No interprete, Salemo. Relájese y disfrute. No hay como unas pintas de odio en el más prístino y extendido amor. La moraleja del cuento no existe y mucho menos esa pretendida alusión al matrimonio. En realidad es una metáfora sobre la unión europea y la endeblez del euro.
impugno esta historia porque no creo en el matrimonio...es un mito creado por la iglesia, como la Atlántida, el Polo Norte, Freud y Goebbels...
¿Sabían que en 1760 la Iglesia Católica le pidió al Cabildo que prohibiera las corridas de toros en Buenos Aires y el Cabildo contraofertó diciendo que pagaría un canon a la Iglesia por cada corrida, gracias a lo cual las corridas de toros siguieron hasta 1820, cuando se las prohibió por ser una "bárbara costumbre española"? Siguiendo la misma línea de razonamiento, bastaría con poner un canon al concubinato, que iría a parar a las arcas de la Iglesia para que el matrimonio perdiera su condición de rito sagrado. Fíjense que entre el rito sagrado y el grito sagrado de las vírgenes en el himeneo solo hay una "g", de gata. Así que, amigo Moscarda, el más varietal de los escritores, impugno su impugnación por razones que quedan expuestas en el escrito precedente.
je je, usted sabe a que me refiero: soy abogado --casi-- y amo las impugnaciones...
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