La mujer de la foto sonreía. Sonreía como él nunca supo sonreír. Sonreía feliz, luminosa, como algún día le había sonreído a él. Como ya nunca volvería a sonreír a nadie, pensó. Incluso en eso se equivocó mientras volvió a levantar el arma, esta vez con mejor criterio, apuntando hacia su propia sien.
Afuera, la tarde amanecía.
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José María López Medina
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