Quise salvarme en José, en Ezequiel en Abelardo. En Lucrecia quise salvarme.
En Marcia, en Octavio. En Teresa quise salvarme.
El día empezaba fragante, impúdico. Des-naturalizado.
El
perfume del aire balbuceaba de rocío. Desde los techos de las cabañas
el humo subía sabio quebrando un cielo empañado de lilas.
Quise salvarme en la tarde muerta. En la noche etérea zigzagueando el infinito, quise salvarme.
Desnuda
de piel con el amor atado y las palabras rotas, internalice mi útero
deshabitado y se lo arrojé a los perros. Me quedé mirando su orgía de
sangre y mutilamientos. Al partir, percibí el follaje de unos ojos
rozándome la boca. Y el deseo, desde el fondo mismo del tiempo enhebró
como una grieta a mi cuello el escándalo de unos ojos.
No pude. No quise.
Salvarme.
Acerca de la autora:
Diana Sánchez
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