—Bueno la verdad es que si deseara algo —dijo con la antigualla entre las manos— sería quizás paz. Que tuviera todo el tiempo para escribir, sabe, es que soy escritor.
El genio con su cola, saliendo desde el interior del pitorrito de la lamparita, sonrió con su brazos cruzados sobre el pecho y dijo:
—Sim salabim Calim Borá que ahora lo que piensas sea tu deseo ¡YA! —ligeros golpes de humo en la frente del agraciado y al desaparecer este, vio cumplido su pensamiento. Su carne mutada en metal, sus ojos convertidos en verdadero vidrio. Y como corazón el sonido de los engranajes del pecho. Ahora si tendría todo el tiempo que deseara, mas entre truenos las nubes dejaron caer gotas de lluvia...
Sobre el autor:
William E. Fleming
William E. Fleming
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