—Y esta, señores y señoras, es la mano de bronce de San Esculpicio, la que cura lo que toca si antes le ponen una moneda al guante.
—Me permito dudar, Monsieur guía turístico. A la mano esa la conozco de la televisión.
—¡Osa decir que miento? —exclamó indignado el guía.
Acto seguido un muñeco vestido de arcángel fulminó al escéptico. Todos pagaron a la mano que sólo les tocó el culo.
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Héctor Ranea
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