El e-mail de Federico vino rematado por una sentencia concluyente: “El autor del cuento que te envío existe; no es uno de esos seudónimos ad hoc que tanto te fastidian”. ¡Cómo me conoce mi amigo! Pero qué poco sabe...
¿Es posible determinar que alguien existe en tiempos de enmascarados sin gloria, cuando cualquiera puede ser el fraude de sí mismo? No, no es posible. Y para colmo, dado que la constatación es, por fuerza, virtual, las certezas adelgazan hasta volverse anoréxicas.
Sin embargo, este es un caso diferente: Federico no se equivoca, sé que Arsénico Schoin, el autor del cuento de marras, existe, es real... porque he sido testigo de la feroz pelea de dos hembras por ese galán. Y nadie se deja hacer guiñapo por un simple nick. ¿O todavía debo una materia y sigo sin entender lo esencial?
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
¿Es posible determinar que alguien existe en tiempos de enmascarados sin gloria, cuando cualquiera puede ser el fraude de sí mismo? No, no es posible. Y para colmo, dado que la constatación es, por fuerza, virtual, las certezas adelgazan hasta volverse anoréxicas.
Sin embargo, este es un caso diferente: Federico no se equivoca, sé que Arsénico Schoin, el autor del cuento de marras, existe, es real... porque he sido testigo de la feroz pelea de dos hembras por ese galán. Y nadie se deja hacer guiñapo por un simple nick. ¿O todavía debo una materia y sigo sin entender lo esencial?
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
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