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El deslizador descendió sumido en un silencio filoso. Mediante especulaciones la gente detuvo su andar y quedó atenta. La forma de una lágrima color gris oscuro no reflejaba brillos y, por alguna razón desconocida, los vehículos dejaron de transitar. De repente una figura que constituía asombros y miedos, una mantis religiosa, caminó unos metros hasta las personas las apabulló verdosamente. Dos metros de altura y ochenta kilos de peso fueron suficientes para las mentes más culturales. Temiblemente telepática e intuitiva a niveles desconcertantes revolvió deseos y odios. Certificó errores y dedujo posibilidades. Hoy nadie quiere hablar del acontecimiento. Lo que sucedió se diluye día a día en las células de la memoria. Otros, observamos el inolvidable cuadro a parte para no encastrar con las virtudes que nos enseñan.
Acerca del autor:
Cristian Cano
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