—Tengo oído de tísico, olfato de perro, vista de águila, dientes de tiburón, manos de herrero, piernas de guepardo, melena de león, nariz de ciego que busca longaniza, ojo de lechuza, orejas de liebre, piel de asno, cojones de mulo, cola de bagre, labios de mandril, tacto de cirujano, orientación de paloma, pelos de Marilyn, verborragia de Demóstenes, luzco como una corbata de Zegna —comencé.
—¿Zegna, dijo? —me preguntó el Cuestionador.
—Ermenegildo Zegna.
—¡Ah! —exclamó sin entusiasmo.
—¿Gusto?
—De buon gustaio, jefe de cocina.
—¡Qué pase el siguiente! —gritó sin mirarme.
Cada vez vienen más exigentes los autores. Piden personajes de novela con demasiadas aptitudes. Nunca consigo laburo. La última vez fue con Gargantúa y yo hacía de entremés.
Héctor Ranea
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