Mi gato Atila se enfermó y lo llevé al hospital Fiorito. Dijeron que
había comido veneno para ratas, lo que no deja de ser bastante
surrealista, ya que uno no come la comida de sus enemigos, aunque tal
vez lo gatos sí; nunca fui gato. Las entrañas de Atila parecían un
matadero, con toda esa sangre chorreando por mil orificios. Luego de dos
días de espera, me encaró el profesor Alexander Kurchatovinov, futuro
premio Nobel de medicina, y me dijo:
—Las próximas veinticuatro
horas determinarán si Atila tiene posibilidades de sobrevivir o no.
—Pero lo dijo en ruso, por lo que solo hoy supe lo que dijo, demasiado
tarde, cuando mi gato ya había sido vendido como liebre a un restaurante
gourmet de Puerto Madero. Calculo en cuantas porciones puede haber sido
dividido Atila y levanto apuestas sobre la cantidad de muertos que
pueden resultar de esa ingesta.
Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman
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