La enfermedad suele afectar en primera instancia a los
adolescentes, de los cuales fallecen los más débiles. El resto, salvo por
algunas secuelas y recaídas consigue, de este trance, la madurez. Las cicatrices
van desde finos pinchazos que sólo un fiel cónyuge podría atisbar hasta los más purulentos chancros del
alma. Hay gente tan desquiciada que frecuenta lugares públicos tratando de
infectarse. Aún a sabiendas del riesgo, se han hecho cada vez más populares las
fiestas "de contagio," pues se dice que es mejor haberlo tenido
(cicatrices y todo) que arriesgarse a que nos llegue cuando uno ya no tiene las
mismas defensas. Y es que si uno llega a ser adulto sin haberse enamorado este
mal, irremediablemente, resulta letal.
Ériq Sáñez
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