Había probado con casi todo, pero no obtuvo buenos resultado en nada. Así que decidió cambiar y en vez de perseguir el éxito se dedicó a provocar el fracaso ajeno. Un día descubrió que un filósofo alemán le había puesto nombre al placer por la desgracia ajena: schadenfreunde, lo llamó. Esa idea le gustó tanto que empezó a estudiar filosofía, algo que jamás se le hubiera ocurrido en su vida anterior; se recibió con honores, alcanzó un enorme prestigio como catedrático y se casó con una famosa actriz, dejando a su paso un tendal de desgraciados. Lo que no previó es que alguien descubriría por casualidad las herramientas que él había utilizado para provocar el fracaso ajeno, decidió utilizarlas y le hizo perder el invicto.
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