Estoy atrapado. El habitáculo que me contiene es estrecho y no tiene aberturas; de hecho, me cuesta respirar. Para colmo, me encuentro maniatado. De todas maneras, aunque pudiera zafar de mis ataduras, no podría ir a ningún lado. Se me ocurre que estoy en un féretro. ¡Oh, no! Mi peor pesadilla es realidad. Soy prisionero en un cajón de madera reservado a quienes han cruzado el límite que nos separa de la inmortalidad.
—¡Socorro! —No puedo hacer más que gritar, implorar ayuda. Me resulta imposible golpear la madera; la mortaja es tan ajustada como abrigada—. ¡Socorro!
Despierto con Dexter encima; es un perro fiel que me oyó gritar y acudió pronto. Tardo un instante en liberarme de la frazada que me tenía amortajado.
Sobre el autor: Luciano Doti
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