Aparece de golpe el clima frío y nos encuentra a las corridas porque nadie quiere quedarse afuera, en remera, para que se le escarche el lomo. Las puertas cierran y las salamandras se abren: explotan los nudos duros y bostezan hasta la madrugada. Acá nadie quiere que la helada venga. Es más, ni en el calor abrasador asoma su nombre. Al frío nadie lo quiere porque es un poco El severo. Lo extraño es que, gracias a él, todo el mundo se presta más atención y muchas personas se sienten queridas.
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Cristian Cano
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