Cada vez que mi hermano menor recibía un regalo, lo primero que hacía era desbaratarlo para saber de qué estaba hecho. Lo recuerdo sacando la espuma de sus peluches, destruyendo sus carritos, destejiendo su ropa nueva. En mi papel de hermano mayor, siempre le advertía que alguna vez las cosas cobrarían venganza de sus travesuras. Sin embargo, lo único que logré con eso fue que perfeccionara sus técnicas de destrucción con elementos más sofisticados: cámaras, ordenadores, electrodomésticos. Una noche, mientras descomponía una lavadora nueva, desapareció. Mi madre, después de años de llantos y búsquedas fallidas, se niega a venderla.
Sobre el autor:
Esteban Dublín
Tomado del blog:
Los Cuentitos
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