El crepitar de las viejas tablas de madera evidenciaba el pausado caminar de un hombre tranquilo; el timbre sonando durante cuatro segundos era sintomático de cierto grado de impaciencia; el chirriar de la puerta delataba la solera del inmueble; el sonido del cargador de la pistola no indicaba nada bueno; la seca y diminuta explosión producida por el disparo dejó de indicar cosas. En ese mismo instante desapareció su ceguera.
Tomado de:
Cuentos pigmeos
Acerca del autor:
Miguel Pereira
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