Si debiera hablar de su vida, diría que ésta fue la de una orquídea epífita que un idiota cortó para exhibir en la solapa del traje; y que herido de muerte, se dio a la aventura rengueando como un perro cojo, pero también echando a correr cuando las circunstancias lo exigían. Del amor no hay mucho que decir: todas las mujeres lo dejaron al saber que no tenía ni en qué caerse muerto.
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José Manuel Ortiz Soto
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