Tenía un hambre desesperada. Para aplacarla empezó a evocar el olor de los cadáveres. Añoró el hedor espeso y dulzón de la muerte y sólo sirvió para que los jugos gástricos le torturaran más el estómago. Pensó que pronto moriría y comenzaría a pudrirse, y a oler a cadáver... El hambre se hizo insoportable. Lo que más le jodía de morir era que algún otro disfrutaría de su carroña. Sería una comida un tanto magra, pues la carne de carroñero es sosa pero, a falta de otra cosa…
Puesto que iba a morir decidió fastidiarle el banquete a quien encontrase su cadáver y procedió a devorarse a si mismo. Al menos moriría con el estómago lleno.
El buitre comenzó su último festín por el ala rota, que le impedía volar, y que lo había condenado a morir de inanición en el desierto.
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José Vicente Ortuño
José Vicente Ortuño
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