Se levantó, se arregló con esmero, eligió cuidadosamente camisa, traje, corbata. Mientras colocaba el Rolex en su muñeca, se contempló en el espejo que duplicaba lujos y elegancias enmarcando su figura impecable.
El ascensor lo llevó al estacionamiento con la eficiencia de costumbre.
Entró a su Mercedes.
Y entonces, con la llave de encendido en la mano, comprendió que no tenía adónde ir.
Acerca de la autora:
Olga A. de Linares
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