...no sé cuánto estuve encerrado en aquel cuarto oscuro poblado de ecos. Periódicamente me rociaban con luces extrañas y líquidos de raro sabor. En algún momento abrieron una zona de la celda. Entonces me asomé: sólo había allí un horizonte de sombras, y las quietas olas de un mar metálico. Salí. Anduve vagando sobre las aguas durante mucho, mucho tiempo. Hasta que el tedio me sofocó hasta la muerte...
Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas
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