K un día, luego de su trabajoso empeño, por fin entró al inmenso edificio. Nadie le impidió el paso. Nadie le puso obstáculo alguno ya. Nadie le obligó realizar largas esperas, ni a presentar documentos imposibles. Nadie le cerró las puertas. Porque el Castillo estaba vacío por completo. K no supo que pensar de esto. Y no lo hizo, porque el viento cerró las puertas del edificio abandonado y ya nunca volvieron a abrirse.
Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas
No hay comentarios:
Publicar un comentario