Algunos lloran sin cesar; otros gritan desesperados. Muchos patalean; los menos, se quedan callados, haciendo pucheritos, sin entender lo que pasa.
He llegado a pensar que soy un poco malvado, pero no hay quién se resista a esta tentación.
Les agarro de un brazo, del otro, de una pierna o de las dos, e incluso si es necesario del cuello y les enrollo como una bola. Una vez que están dentro, cierro compuertas y configuro las opciones: agua más fría que caliente, quince minutos me parecen suficientes y eso sí, centrifugado al máximo. ¡O aprenden por las buenas, o por las malas!
Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno
No hay comentarios:
Publicar un comentario