A punto de ingresar a la celda a purgar su larga pena, el reo hizo un alto. Desanduvo sus pasos, caminó hacia el despacho del juez, luego cruzó frente al cuartel de la policía y desde allí siguió hasta la ominosa calle de las dos de la mañana. No desenfundó el puñal y se tragó la ofensa. Las hojas caídas volvieron a ser mecidas por la brisa, en lo alto del árbol.
2 comentarios:
Si bien, ya leí algún micro con un desarrollo similar, la frase final de las hojas me pareció un detalle exquisito.
¡Saludos!
idem, muy buen relato y muy bien terminado...
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