Hubo una hormiga que conoció la escritura; pero su colonia lo rechazó por no ser un trabajador como los demás. Empezó a escribir epopeyas, novelas y teatros hasta que un día renovó su escritura haciéndola tan diminuta como su tamaño creando así un nuevo estilo. En su nostalgia antes de morir pensó que era la única diferente; pero al día siguiente de su deceso, aunque le hubiese gustado saberlo, la colonia decreta dos horas diarias para leer y escribir. La hormiga cansada de todo tocó el acordeón y expiró.
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