Dudé al llegar al erial. Nomás por unos momentos vi su silueta desnuda en la duna, recortada contra el sol, y cómo sus pechos turgentes temblaban mientras caía. Corrí hacia ella y lancé mi búmeran con la fuerza de diez días siguiéndola sin comer ni dormir, como muerto en vida sólo pensando en ella, y le abrí el cráneo en ese primer intento. ¡Qué manjar!
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Rubén Pesquera Roa
2 comentarios:
Ésta siempre me gustó mucho, tenías otra que no encuentro, parecida.
Te la busco, amiga, de momento no recuerdo el título.
Besos.
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