Cuando entró en la casa, sus ojos se posaron en él. Durante meses había sido el primer sitio al que miraba intentando saber cómo estaba su mujer antes incluso de que ella lo descubriera en la puerta, mirándola, y le mintiese. Ahora que ella no estaba, no sabía si odiar aquel mueble o agradecerle los servicios prestados. Por su culpa la mujer había abandonado la cama dejándolo solo; pero, gracias a él, aún estando gravemente enferma, ella había seguido estando en el centro de la casa y de la vida. Ahora estaban solos, frente a frente, aquel mueble y él. El sofá con el olor de su mujer y la forma de su cuerpo aún impresa; él, lleno de imborrables recuerdos. Se sentó y tuvo que darle la razón a ella. Sí, el dolor se apaciguaba cuando uno se sentaba en aquel mueble.
Tomado del blog Microrrelatos al por mayor
1 comentario:
Gracias por la publicación, es un micro al que le tengo un especial cariño.
Un saludo, Luisa
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