Perseguidos por unos blancos, los indios se llevaron los arcos para cazar algunos patos o cualquier otro pájaro que volara como los de la isla del Delta. Esos hombres traidores parecían poseídos por un espíritu maligno. Corrieron cual zorrinos, junto a sus padres y sus madres, hacia el sur, a la tierra de los cerros. Y ahí, convencidos de que Dios gobernaba sobre todo lo existente, aun sobre los cuerpos celestes, pensaban: “la Luna los hará arrepentir”.
Sobre el autor:
Luciano Doti
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