Primero se morían unos y luego se morían otros, según les iba tocando.
Algunos se suicidaban.
Otros se morían de repente. Tipo iban paseando, les daba un síncope y ea, cataplum chimpún, al suelo.
—¿Qué ha pasado?
—Nada, uno que se ha muerto.
Otros se metían un piñote con el coche. Quedaban lindos.
En fin, tampoco me voy a poner aquí a detallar tan manido asunto.
Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez
1 comentario:
Humor muy negro, pero efectivo. Bonita danza de la muerte. Un abrazo.
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