Por una extraña razón todos o casi todos los objetos nombrados en sus poemas o cuentos sufrían algún incidente. Por ejemplo, si decía "las agujas del reloj de la cocina" en un lapso corto de tiempo, ese reloj de vidrio-plástico que se había mantendido invicto en trece mudanzas, durante dieciséis años, se hacía trizas inexplicablemente... ése y no otro.
Por eso cuidaba sus palabras. Porque al nombrar los objetos, éstos cobraban vida propia... pero para autodestruirse.
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Teresa Gerez
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