El ruido me sobresalta. Algo cayó en el techo. Sobre el libro que estoy leyendo caen escamas de cielo raso y ensucian la lámina del sistema de músculos erectores del ano que estoy estudiando. ¿Salgo a ver? No, debe ser el gato de los vecinos, el blanco que sólo dejan salir de noche. Sigo estudiando.
Al rato, cae otro cuerpo. No alcanzo ni a pensar que cae otro y luego otro. El techo termina desfondándose. Pongo a resguardo el Testut y, al hacerlo, miro hacia arriba. Y ahí está, una mancha convirtiéndose mientras desaparecen las transparencias que la camuflaban. Se esfuman esas páginas volando como loros de la noche mientras su forma se materializa.
Escucho una risa y tiemblo al reconocer la voz en esa carcajada. Es mi profesora de Anatomía, mostrándose como en el Testut, abierta por una ventana hecha con mi cuchillo. Ya ni recuerdo por qué la asesiné.
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Héctor Ranea
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