miércoles, 31 de octubre de 2012

Los extranjeros - Nicolás Ferraiolo


Dos extranjeros iban por Villa Lugano buscando el centro de Buenos Aires. "Al final no es tan parisino...", dijo uno. Con cámaras en mano buscaban la Casa Rosada; mientras, por hacer algo, sacaban fotos a la entrada de La Oculta. Quisieron preguntarles a unos muchachos de anchas ropas y espaldas, y estos, cordialmente, los invitaron a dar las cámaras. Que para entrar tienen que pagar comisión. Que para volver atrás también, que (acá fueron buenos) si no pagan algo puede pasarles, que "ésta" dice que paguen (ojo, mostrando un arma). Meursault se encogió de hombros, Camus lo miró, volvió la vista a sus interlocutores y dijo: "me tiene sin cuidado". Los muchachos se miraron y no entendieron bien el porqué de esa frase. Por las dudas los mataron. Y sus cuerpos inertes quedaron tirados en la puerta de La Oculta. Los transeúntes pasan. Indiferentes.

Sobre el autor: Nicolás Ferraiolo

Cuestión de gustos - David Moreno


Al comienzo todo era muy fácil. Cedíamos en nuestras pretensiones alternativa y sucesivamente. Pero el paso de los años enturbió nuestra relación y ya no nos poníamos de acuerdo ni para elegir el destino de las vacaciones.
Ella siempre prefirió el mar, a mí me gustó desde niño la montaña.
Este verano, decidimos separarnos.
Ella, embarcaría su equipaje en un avión para sobrevolar el océano Atlántico, rumbo al Caribe; a mí me esperarían las cumbres alpinas.
Lo peor es que mientras yo me quedé colgado de una soga, mi sombra en libertad, huyó con gran celeridad.


Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

La sonrisa - Raúl Sánchez Quiles



Aquel hombre me prometía un futuro mejor desde su cartel. Me sonreía y parecía sincero. Por eso le di mi último voto de confianza y puse en sus manos libres de callos e impurezas los restos agonizantes de mis esperanzas. Con ese apoyo personal, sumado al de otros muchos ciudadanos ingenuos, salió al balcón henchido de gloria y celebró su triunfo alzando los brazos y enseñando los empastes negros. De eso hace ya seis meses. Ahora no quiere recibirme porque está muy ocupado. Yo sigo sin casa y sin trabajo en el mismo barrio patético de siempre. Sus carteles han perdido ya el color, pero a este sinvergüenza no se le ha borrado la sonrisa. Que se ría, que yo tengo cuatro años para meditar mi venganza.

Sobre el autor: Raúl Sánchez Quiles

sábado, 27 de octubre de 2012

Vacaciones I – Raúl Sánchez Quiles



No respondía al teléfono, ni a los correos electrónicos. No actualizó su blog, tampoco su web. Además, no se registraron movimientos en su cartera bursátil. Por supuesto, lo dieron por muerto. Y en realidad lo había secuestrado su familia.

Tomado de: http://hiperbreve.blogspot.com/

Sobre el autor. Raúl Sánchez Quiles

Los decidores (El hablar compulsivo) - Ana María Grandoso



Hay personas que arremeten los temas de conversación saturando de datos. A ésos los interrumpo introduciéndoles otro tema y obligándolos a hablar, compulsivos, tratando de secar, de dejar sin una gota el vertedero de informes, o sea despojando de forma la comunicación humana, aplastada por su verborragia.
Mientras esto sucede, pienso en otra cosa y busco una noticia para importunar, porque me aburro hasta el deseo de agredir.
Y el dijo, por decir, sabiendo que tapaba con palabras el intersticio entre un decir y otro decir, un agujero de silencio que hubiera deslizado su capacidad asociativa a un pensamiento difícil, esquivo, comprometedor- y siguió enumerando…

Sobre la autor: Ana María Grandoso

La noción del espacio – Ruy Feben


Crash (parece lejano: “la sorpresa”, se dijo): sintió un mínimo temblor, un descontrol minúsculo antes de perder noción del espacio y estrellarse con una camioneta. El sol no le daba de frente; no hubo humo cegador. Sólo un rasguño en la defensa y el tedio por los gastos imprevistos: el íntimo apocalipsis citadino reptando por la avenida a diez cuadras por hora.
Baja del auto consternada, con el celular en mano. En cuanto el tacón toca el suelo, otro temblor. Mínimo. Crash (un poco más cerca, trepidando). La calle desierta y, sobre el rascacielos que corona su pequeña tragedia, una nave inmensa levitando, un enorme cañón que justo ahora le apunta a la cabeza.

*Nota: Este cuento, de 666 caracteres exactos, tuvo en su primer draft 777 caracteres exactos. Ahí otra noción de otro espacio.

Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

Sobre el autor: Ruy Feben

jueves, 25 de octubre de 2012

La salida - Rafael Blanco Vázquez


Al salir de su casa, sabía que no le pasaría nada. En efecto, nada le pasó, y regresó a su casa sin que nada le hubiera pasado. Pero en cuanto entró por la puerta, algo le pasó: un pájaro, en efecto, le cagó encima.
–Mierda –maldijo–, si es que no se puede salir de casa.

El autor: Rafael Blanco Vázquez

Grandes emperadores – Héctor Ranea


—Están los emperadores que nacen con el signo del dragón, y eso es bueno —dictó el sabio y todos asintieron.
—Están los emperadores que nacen sin él, y también eso es bueno —dictó el conformista y todos asintieron.
—Y están los emperadores que nacen con el código de barras. Eso es mejor —enunció la voz sintetizada por una computadora y todos corrieron para aprovechar la liquidación de emperadores de esa temporada.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Pas de deux – Sergio Gaut vel Hartman

—Me sentí como una ráfaga, un parpadeo —dijo Robustiano Apicciafuocco, carnicero, ciento treinta y siete kilos en cueros, luego de su primera clase en el estudio de danzas de Madame Olga Alexandrovna Bolshovskaia.
—El ballet no es para usted —respondió la profesora pronunciando las palabras con su pedregoso acento adquirido en Kazán—, dedíquese a la ópera, pero jamás abra la boca sobre el escenario. Le recomiendo Aída…
—¿Aída es su amiga? —dijo Robustiano, recuperando las ilusiones.
—No, no es mi amiga. —La rusa dio media vuelta y al exponer sus cuartos traseros desencadenó la tragedia.
Al día siguiente, de las gancheras del mercadito “El lago de los cisnes”, colgaban unas piezas que Robustiano ofrecía como “delicada carne del Volga”.
—¿Será tierna? —preguntó doña Eulalia.
—Cuando la coma —contestó el carnicero— sentirá que una bailarina clásica danza en punta de pies sobre su lengua y le acaricia el paladar.

Sobre el autor:  Sergio Gaut vel Hartman

domingo, 21 de octubre de 2012

El lago - Joaquín Curti


Corría el rumor entre la gente del pueblo que en el lago habitaba algo feroz desde tiempos inmemoriales. Todos aquellos que habían intentado darle caza no habían regresado y no se supo más de ellos. Por las noches una bruma blanquecina cubría la totalidad del espejo de agua, una cortina que impedía ver más allá.
Y debajo del agua existía la certeza que del otro lado vivían seres feroces que incursionaban en el lago por el solo hecho de dar muerte a los habitantes del agua. Por eso cuando se aventuraban al lago los atrapaban y no los dejaban regresar más a la superficie.

Responso - Fernando Andrés Puga


El cura dice que descansarás en paz, que ahora sos verdaderamente libre.
No sé.
No puedo negar que la cadena con la que te tenía atada a la pata de la cama no permitía que te alejaras mucho y también es cierto que, cuando dormías, tu respiración se agitaba y pataleabas y dabas unos alaridos que ¡mama mía! Si hasta tuve que taparte la boca con una buena cinta de embalar.
Sin embargo, no sé si creerle.
A mí me parece que estás muerta.

Sobre el autor: Fernando Andrés Puga

Infancia sabia - María Gimena Barboza Dri


Tal vez desde siempre se lo había imaginado distinto, sin embargo, se sintió satisfecha. La elasticidad irreverente que se había apoderado de su piel, le reveló uno de los tantos secretos de los que la juventud nunca se imaginaría conocedora.
"Enceguecida está la ingenua pensó la anciana a un metro del abismo burlándose de la fealdad que se apoderó de mí". Y se lanzó.
Así, una vez más, alguien se llevó consigo el secreto: Egoísta o imposibilitada, la vieja sintió suavizarse en la satisfacción de reconocerse bella de-mente.

Sobre la autora: María Gimena Barboza Dri

viernes, 19 de octubre de 2012

Juan 13:34 - David Moreno



El sacerdote empezó el sermón aquella mañana:
"Un nuevo Mandamiento os traigo... amaos los unos a los otros…"
Cuando hubo terminado la ceremonia, no estaba seguro de si el mensaje había llegado de manera adecuada a sus fieles. En el banco de la primera fila una joven que no le había parado de mirar con ojos picantones, comenzó a desabrocharse los botones de la blusa.

Sobre el autor:
David Moreno

El francotirador lingüístico - Ana Caliyuri


Solos, el alfabeto y yo. Un mundo de pieles diferentes, de arterias unidas, de troncos sustanciosos, de tiempos indelebles. He sentido la mudez y sin embargo, el francotirador lingüístico disparaba sin descanso las palabras sobre el nido del pensamiento. Creí bañar mis mensajes en su fuente, pero, cada día sus aguas fueron diversas. Sumar palabras no es azaroso, tal vez es el desleal desafío de creer que es posible llenar la copa infinita uniendo letras. Mas, hay un franco río que fluye eterno. ¿Yo? A pesar de todo ello, soy sólo un alma que busca revelar el Universo en un verso…

Acerca de la autora:
Ana María Caliyuri

El Genio - William E. Fleming



—Bueno la verdad es que si deseara algo —dijo con la antigualla entre las manos— sería quizás paz. Que tuviera todo el tiempo para escribir, sabe, es que soy escritor.
El genio con su cola, saliendo desde el interior del pitorrito de la lamparita, sonrió con su brazos cruzados sobre el pecho y dijo:
—Sim salabim Calim Borá que ahora lo que piensas sea tu deseo ¡YA! —ligeros golpes de humo en la frente del agraciado y al desaparecer este, vio cumplido su pensamiento. Su carne mutada en metal, sus ojos convertidos en verdadero vidrio. Y como corazón el sonido de los engranajes del pecho. Ahora si tendría todo el tiempo que deseara, mas entre truenos las nubes dejaron caer gotas de lluvia...

Sobre el autor:
William E. Fleming

Picaflor - Fernando Andrés Puga


No cree poder hacerlo. Sospecha que un raro sentimiento que aún desconoce se lo impedirá. No es cobardía, como acaso esté pensando el individuo que cómodo en su sillón ahora esto escribe, sino más bien pudor salpicado de dudas. Pero el afán por atravesar ese sentir finalmente lo empuja a llevar a cabo eso que cree no poder.
Toca el timbre. Suda la otra mano sosteniendo el ramito. Espera. Vuelve a tocar. Empieza el cosquilleo en el bajo vientre y de a poco se expande hasta la coronilla y la punta de los pies.
Cuando ella abre, no se sorprende al ver el charquito sobre la acera. Levanta la vista y lo ve correr justo antes de doblar la esquina. ¡Uy! Dejó tres jazmines enganchados en el candado del portón. ¡Mmmm...! ¡Qué aroma! Pero... no hay ninguna nota. No importa. Olerán muy bien desde el potiche del toilette.


Sobre el autor:
Fernando Puga

miércoles, 17 de octubre de 2012

La mano que llena la alcancía – Héctor Ranea


—Y esta, señores y señoras, es la mano de bronce de San Esculpicio, la que cura lo que toca si antes le ponen una moneda al guante.
—Me permito dudar, Monsieur guía turístico. A la mano esa la conozco de la televisión.
—¡Osa decir que miento? —exclamó indignado el guía.
Acto seguido un muñeco vestido de arcángel fulminó al escéptico. Todos pagaron a la mano que sólo les tocó el culo.

Sobre el autor:
Héctor Ranea

Al pie de su letra - Ana Caliyuri


Llegó un día imprevisto, nada hice para recibirla. Ni siquiera la conozco, pero ella dice conocerme. El caso es que congeniamos a primer tecleo. Ella es tan absurda como yo misma, sólo que me enseña otros caminos y paradójicamente son caminos sin huellas. Coincidimos en algo: ella al igual que yo ama el desafío, ergo, solemos ponernos en jaque ante el peligro o ante el desparpajo de su vida plena. Me ha prohibido develar su nombre, veleidades de protagonista… y yo… al pie de su letra.

Sobre la autora:
Ana María Caliyuri

lunes, 15 de octubre de 2012

Camino de regreso - Jaime Arturo Martínez


A punto de ingresar a la celda a purgar su larga pena, el reo hizo un alto. Desanduvo sus pasos, caminó hacia el despacho del juez, luego cruzó frente al cuartel de la policía y desde allí siguió hasta la ominosa calle de las dos de la mañana. No desenfundó el puñal y se tragó la ofensa. Las hojas caídas volvieron a ser mecidas por la brisa, en lo alto del árbol.

Acerca del autor:

¿Brindamos? - Ana Caliyuri


El hombre tenía la mirada fija en la copa. Afrodita, ya cansada de esperar ser vista, se extirpó sus ojos y los colocó dentro de la copa de él. Ahora sí, seguramente me mirará, pensó la diosa. Luego, con voz seductora le dijo ¿Brindamos? El hombre corrió las dos perlas negras que flotaban en el whisky y exclamó ¡por fin puedo verme nítidamente! Y se empinó la copa. La mesera, al ver la copa vacía, se acerco para decirle: ¿le apetece algo más Sr Narciso? No gracias. El whisky me cayó pesado hoy…


Sobre la autora: 
Ana María Caliyuri

Infundíbulo cronosinclástico Vonnegut – Sergio Gaut Vel Hartman


El asesino no solía leer cuentos o novelas de ciencia ficción, y todos sabemos que los argumentos de las películas del género no suelen destacarse por el ingenio de las tramas que presentan. Fue por eso, y no por otra cosa, que Hildebrando Malaspina se terminó entregando a las autoridades. No, no fue arrepentimiento, para nada. Lo que no pudo soportar fue que Eugenio Zappotto, el plomero del consorcio, apareciera todas las mañanas en la escena del crimen, vivito y coleando, tan burlón como siempre, aludiendo a las escasas dotes intelectuales de Hildebrando, mofándose de su gordura y asegurando que iba a tener que pagar el arreglo. Lo que el asesino no sabía era que algunas de las manipulaciones del plomero habían formado un infundíbulo cronosinclástico Vonnegut que retorcía la zona temporal de la cocina y obligaba a Eugenio a regresar una y otra vez al momento del asesinato.


Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

martes, 9 de octubre de 2012

Error de enfoque – Sergio Gaut vel Hartman


—Abra la boca, por favor —dijo el odontólogo. El paciente no se dio por enterado—. Se lo digo por última vez: ¡Abra la boca! —Nada. Indiferencia total. El profesional devolvió el torno a su sitio y resopló—. La culpa es mía, ¿a quién se le ocurre haberme especializado en odontología veterinaria?

Acerca del autor: Sergio Gaut vel Hartman

Entomólogo – Héctor Ranea



“¡Pero qué bichito más interesante!”— me dije—. “Tiene pintitas verdes, caparazón rojo aunque... ¡le están naciendo patas! ¿Cuántas son?”
Intrigado, quise husmear en su naturaleza con mi atención, pero el bicho me madrugó con un ¡zap! De algún rayo diabólico o algo así. Ahí comprendí que era una porquería de invasor. ¡La Tierra amenazada! Alcancé a decir:
—Bicho de mierda, maloliente.
Y él me contestó:
—Perro clasista.
Tiene razón; soy (era) un perro.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Universo - Esteban Dublín


Los lunares de mi mujer componen un universo. De sus labios carnosos como un filete, paso al Neptuno de su cuello, que se ensancha al compás de su respiración, entrecortada por los antojos de mi lengua. Debajo de su pecho, me tropiezo con tres estrellas azabache que me dirigen sin remedio hacia el sur que llaman Venus, donde suelo quedarme suspendido, extraviado por los punticos que cincelan su piel como amagos de sombras. Ahí, sobre su túnica invisible, me convierto en víctima de la antigravedad y me pierdo en el infinito de su galaxia. Para siempre, para siempre.

Tomado del blog: Los Cuentitos
Sobre el autor: Esteban Dublin

21-12-2012 (Aka Hora de la Comida) - Ruth N. Abello



El Gran Dragón descendió. Hedor a sangre jugueteó en sus fosas nasales. La humedad, quizás ocasionada por el sudor del sempiterno residente, bañaba los caminos flanqueados por muros caídos; y en el aire, un perfume carnoso estimulaba un apetito por años insatisfecho. Con lengüetas de fuego apretando su garganta sedienta, el Gran Dragón afinó su olfato y escudriñó con él los recovecos del laberinto. Un torrente de hormonas tomó súbito el control de su cerebro y supo, con la lucidez que sólo los dioses poseen, que el Minotauro aguardaba herido.
El Gran Dragón se acercó solemne. Era vencedor y depredador.
Y tal como se había escrito.
Libro 2012.
Capítulo 21
Versículo 12.
En el día acordado.
A la hora predicha.
En el año final.
Una golosa lamida puso fin al ser solitario que había dado origen al mundo laberíntico de los hombres.

Acerca de la autora:
Ruth N. Abello


Enojo - David Moreno


Mi frustración y soledad aumentan desde este lúgubre rincón. Al final, no importa el esfuerzo ni el talento, ni la fama ni las ventas. Como a cualquier ejemplar me colocan una etiqueta y me camuflan en la estantería junto a otros tantos. “¿N COR his? ¿Acaso no merezco una mejor distinción?”

Sobre el autor: David Moreno

domingo, 7 de octubre de 2012

Tedio - Rafael Blanco Vázquez


Nunca le pasaba nada. Vivió en ciudades varias, países diversos, continentes dos. Trabajó de profesor, de traductor, de intérprete. Frecuentó a cineastas, escritores, músicos, escribió libros, cine, teatro, actuaba, producía, posaba para fotógrafos. Conoció el bullicio de la ciudad y la calma del campo. Tuvo épocas de mucho éxito con las mujeres y épocas de fracaso total. Conoció la brutalidad del deseo y la tristeza de su ausencia. Pero nunca le pasó nada. ¿Cómo quitarse de encima la plomiza sensación de que no pasa absolutamente nada?

Acerca del autor:
Rafael Blanco Vázquez

Relato bíblico I: José y sus once hermanos - Carla Dulfano


—¿Quiénes son ustedes? —preguntó José, el asesor hebreo del faraón, en el lujoso palacio.
—Venimos de Canaán, necesitamos comida —contestaron once hombres flacos y harapientos.
—Ustedes me resultan conocidos… ¡Son mis hermanos, los que me vendieron como esclavo a los egipcios!
—Bueno, en realidad no es que te vendimos, sólo te pusimos en el camello de unos traficantes de esclavos.
—¡Pero recibieron una paga por eso!
—No se puede llamar a eso dinero, apenas alcanzó para compensar nuestro esfuerzo de envolverte en una bolsa.
—Qué tristeza —lloró José—, daría cualquier cosa por cambiar el pasado y no haber sido vendido por ustedes.
El deseo se cumplió. Hubo un remolino y de pronto aparecieron José y sus once hermanos, pidiéndole comida a otro asesor del faraón; y éste contestó:
—Ustedes no son parientes míos, vuélvanse a su tierra árida.
Y así los doce hermanos murieron de hambre.

La autora: Carla Dulfano

Hombre pájaro — Daniel Alcoba


El pájaro volaba llevando en su pico de cuervo doce pelos que me había arrancado del cráneo mientras dormía la siesta. Después del robo al instante di en soñar que volaba; ser el propio pájaro. De pronto ese pico de cuervo deja caer los pelos que la suavísima brisa, tras un paseo en picada medio parabólico, condujo con dulzura justo sobre la pelvis de Ella, que desnuda tomaba el sol en el jardín de su casa, sobre el césped incrustado de flores, disfrutando la lectura de un print del blog con este mismo cuento.
Al hacer impacto los doce pelos de mi cabeza con los numerosos, recortados, rubios, sedosos pendejos , ¡estaba sobre Ella en cuerpo astral; e igual de desnudo, aunque de carne tácita! Retozamos. Seis días y siete noches retozamos. Morí en el retozón ¿ve culpa en mí, Su Endemoniada Señoría?

Sobre el autor:
Daniel Alcoba

Artículos – Ana Caliyuri


Y fue el artículo el que ocasionó la masacre. Nada hizo pensar que fuese una cuestión de género; en verdad fue una decisión pensada y a partir de eso, todo cambió. Desde que el mundo es mundo no es lo mismo pasar una noche en blanco que ser blanco de la noche, dijo él, mientras mataba todos los plurales del párrafo y comenzaba una historia en singular.

La autora: Ana María Caliyuri

Ilustración: Viviana Hinojosa

Viajeros - Fernando Puga


Viajaron. Breves viajes cotidianos. Aventuras. Vacaciones all-inclusive en lujosos hoteles. En familia. En pareja. Con amigos. Viajaron en aviones, en trenes, a pie, en automóviles. Viajaron hasta el confín de la tierra. Mucho viajaron y al cabo de los años decidieron que era hora de parar.
Hoy en día se dedican a navegar frente a la pantalla y volver a recorrer los lugares donde tanto disfrutaron. Reconstruyen cada detalle de aquellos días maravillosos en que tuvieron el placer de conocer el mundo. A veces dudan. No logran precisar si estuvieron o no en tal o cual lugar. Discuten. Pasan a otro sitio. Se entreveran en largas conversaciones.
Se los ve bien. A pesar de todo, se los ve bien.


Sobre el autor: 
Fernando Puga

La creación, Escena dos – Héctor Ranea


—¿Quién está al comando de la cuadrilla de estrellas?
—Yo. ¿Usted quién es?
—Me dicen Dios en la Jefatura.
—¿Qué quiere?
—¿Por qué tardan tanto con esto?
—¿Pero usted que quiere, diga? ¡Es más fácil cambiarnos de sexo que encender esto con Helio. ¡No sé quién pudo diseñar esta pavada! ¿Sabe cuál es la probabilidad de que funcione? Estos del departamento de diseño son unos imbéciles.
—Yo soy el Jefe.
—Mire. Para mí esto va a funcionar el día del arquero suplente. Así no va. O le ponemos en cada estrella algo que le de un flor de patadón o no arranca. ¡Sería un milagro!
—No; mejor no. Esta vez no quiero milagros. Voy a consultar la tabla periódica.

Sobre el autor: Héctor Ranea

viernes, 5 de octubre de 2012

El fin de los días comienza con una canción – Guillermo Vidal


New York, New York, Mi Buenos Aires querido, Tardes de Moscú, Sous le ciel de Paris, London, London, Volando a Rio y cuantas otras que se han perdido para siempre. Todas esas ciudades maravillosas ahora son nada más que palabras en las canciones, que se entonan por las noches bajo las luces mortecinas de las trincheras, El silencio es total cuando suenan las voces nostálgicas de los soldados. A los invasores les gusta la música de la tierra pero no los hombres, La almacenan en sus memorias y se escucha en sus naves a todo volumen. ¡Qué bien que cantaban!, comentan mientras ponen nombres nuevos a la tierra que pisan y que guarda nuestros huesos.

Acerca del autor: Guillermo Vidal

miércoles, 3 de octubre de 2012

Aprendizaje – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Me enseña a escribir microficciones, maestro? —dijo el muchacho. Tenía granos en la cara y pelo color zanahoria.
—Con mucho gusto —respondió el maestro—. Es muy sencillo: se toma una piedra redonda, se la corta al medio con un cuchillo de madera, se obtiene un exprimidor y se le saca hasta la última gota de jugo.
—¿Eso es todo? —El alumno miró al maestro desconcertado—. ¿Y el desarrollo de la trama, los personajes?
—Todo eso está en el jugo de la piedra.
—Pero ¿y el remate? Todo cuento tiene que tener un remate.
—Es cierto —dijo el maestro rascándose la cabeza. Él tenía el pelo renegrido, hirsuto y lleno de caspa—. Lo ideal es rematar con un golpe bajo.
—¿Un golpe bajo? ¿Cómo es un golpe bajo?
—¡Así! —exclamó el maestro, y tomando una mitad de la piedra en cada mano, aplastó los testículos del alumno.

Sobre el Autor:
Sergio Gaut vel Hartman

La creación, Escena uno – Héctor Ranea


—Perdoname, flaco. ¿No te dije a vos que hicieras algo con el tema de las estrellas?
—Me parece que se equivoca, Don. A mí me dijo clarito que a algunas les instalara un reloj. ¡Pero si los de la cuadrilla no hacen ni una bien! ¡Qué quiere que haga! ¿Milagros?
—No; mejor milagros no. La última vez fue para macanas. Voy a ver quién los convence de hacer estrellas decentes.


Sobre el autor:
Héctor Ranea

Manifiesto revolucionario - Anna Rossell


No te doblegues al bárbaro látigo, exige un sueldo mínimo, un contrato válido. No admitas condiciones sórdidas. No te creas a los que te hablan de crisis, de situaciones pésimas, son un montaje de película –siempre la misma temática cáustica-. Persigue la justicia con devoción mística, que ella sea tu icono, el estímulo de tu vida. Rechaza rápido las covachas pestíferas que te den como vivienda; tu casa debe ser cálida. Que tu resistencia sea coriácea como un cartílago, dura como el ébano. Tu vínculo con el patrón ha de ser digno. Dios ama igual a todos sus vástagos.

(15 M 2011)

El empresario arrugó la octavilla en su puño y con una sonrisa irónica la tiró a la papelera. En la historia siempre había habido soñadores, la ciencia-ficción era un género clásico. En todo caso, aquello se barruntaba en un futuro muy lejano.

Sobre la autora:
Anna Rossell

Cristal de roca - Fernando Puga


—Me recluiré en un monasterio —juró el gran tenor cuando supo que la afonía que nació el frío día en que te marchaste era irreversible.

Nadie volvió a oír su voz, salvo los pájaros que anidan en el campanario y tú que desde entonces no dejas de escuchar los ecos atrapados en la copa de champagne y en la fina bandeja en que la apoyas mientras te maquillas frente al espejo de tu camarín antes de salir al escenario.


Sobre el autor: 
Fernando Puga

lunes, 1 de octubre de 2012

Al final – Héctor Ranea


—Hola; venimos por lo bailado —dijeron los tres tipos, altos como roperos, fuertes como gorilas, casi al unísono.
—No entiendo —contestó o quiso contestar el perdulario—. ¿De qué carajo hablan?
—Hace un tiempo usted pidió que le quiten lo bailado. Venimos a quitárselo.
El interpelado se echó para atrás, con las manos sobre la barriga y la boca abierta hasta casi morderse las orejas y comenzó a carcajearse.
—¿Quién los manda? —logró decir en un instante—. ¿Es una joda?
—¡Ma qué joda! —dijeron los tres, y le arrancaron violentamente lo bailado. Como lo único bueno que había hecho fue bailar, se quedó casi sin nada. Solo lo suficiente como para permanecer todo el tiempo llorando, sin despertar.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Dignidades que nadie conoce ― Cristian Cano


Es una persona común y corriente, con las obligaciones que tenemos todos. Me quedé mudo cuando me contó que era amigo de un croto. Uno de verdad. Me dijo que una fría noche le contó un secreto, uno de los que no se cuentan. Me agarró por el hombro y se desahogó. Me dijo que esa noche dos crotos iniciaron una fogata en un tanque de aceite y se repararon de la helada. Que eran como hermanos y que siempre eran unidos. En esa madrugada, mientras uno dormía, el otro lo apuñaló por la espalda. La persona que me contó esto me aseguró, por lo que más quiera, que el croto lo había matado porque siempre le daba lástima.

Acerca del autor:
Cristian Cano

El truco final - David Moreno


En la convención de magos, niños y mayores se divierten con los trucos e ilusiones representados por los artistas. Cartas, conejos, varitas, bastones y polvos mágicos diversos consiguen encandilar al público presente. Antes de finalizar el espectáculo un último mago sale al escenario. De su chistera toma unos polvos mágicos que lanza hacia la grada y en un abrir y cerrar de ojos se vacía. ¡Hasta el propio mago ha desaparecido! Nadie ha podido preguntarle cómo lo ha hecho y ninguno de los asistentes ha aparecido para contarlo dos días después.


Sobre el autor:
David Moreno