domingo, 30 de diciembre de 2012

Cruzados - Raúl Sánchez Quiles


Las rodillas han dibujado una depresión sobre la gran alfombra donde un mar de túnicas blancas se mece ante mis ojos. Todos están orando en una misma dirección, con idéntica fe y con los mismos pies descalzos.  Imbuido por la liturgia de la oración y cegado por una avalancha divina que me sepulta, imagino un futuro mejor para los míos. Las rodillas clavadas sobre la tela me unen a una tierra infecta de infieles. Cuando esta cabeza se acerca al suelo con cada flexión del tronco, puedo oler el mal que me rodea más allá de los muros de este edificio sagrado. En un momento de pausa y reflexión, me acaricio la barba y añoro la muerte. Nada ha cambiado en los últimos 912 años. En Europa debe haber alguien que ahora esté afilando su espada.

Tomado de Hiperbreves, S.A.
Sobre el autor: Raúl Sánchez Quiles

Salvación del cuerpo y del alma – Sergio Gaut vel Hartman



Se puso de pie, agotado; su aspecto era el de un hombre torpe y borroso al que una sucesión de derrotas hubiera puesto al borde del colapso final. Avanzó por el borde del camino para tratar de encontrar refugio en un bosque de hayas, pero se desplomó unos metros antes de llegar. La ruta al sueño estaba cortada y sangraba profusamente. En el dormitorio, mientras tanto, la familia se deshacía en plegarias y promesas por la salvación de su alma y los médicos ensayaban diversos procedimientos para reanimarlo, embutiéndole una serie de drogas que, en el caso de que lograran su propósito, lo convertirían en drogodependiente por el resto de la vida. De pronto, como salida de la nada, llegó la solución. Podía permanecer entre los dos mundos por tiempo indeterminado. La única condición era que el autor mantuviera inédito el cuento que lo había obligado a protagonizar.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

¡Te pedí ayuda, Dios, y no me la diste! - Carla Dulfano



—Sí que te ayudé. ¡Te dejé 20 millones de dólares en al baño del restaurante!
—Pero no los vi. ¿No sabías que las mujeres tratamos de evitar los baños públicos?
—No, no lo sabía, no soy mujer, y si lo fuera no sería tan quisquillosa.

Sobre la autora: Carla Dulfano

viernes, 28 de diciembre de 2012

La mirada del ángel - Diana Sanchez



No tiene ojos de tímido. O de perverso. No entorna los párpados. Ni frunce las cejas. Mira de frente. Directo a los ojos de los otros. Nubecitas o estrellas se reflejan en los iris del ángel. La luna.
A veces el amarillo le llena los ojos y se vacía de color en los ojos de los otros. En los ojos ajenos. Es en ese momento cuando el ángel se detiene, y busca a los ciegos. En especial, a los de los ojos blancos. El ángel les roza las manos. Y ellos saben adónde mirar. Hay color en la mirada del ángel. Apenas unos segundos y los ciegos se llenan de color. Y de calor.
Entonces, por lo menos hasta el final de la calle caminan seguros, sin el bastón. Los ciegos.


Sobre la autora: Diana Sanchez

Enroque caritativo - David Moreno



Una tarde de invierno, un mendigo espera la caridad de la gente. Algunos, al pasar a su lado, le miran con pena, otros ni se dan cuenta de su presencia, absortos en sus asuntos.
La misma tarde, un ejecutivo, se detiene frente al mendigo. Apoya en el suelo su maletín y extrae un billete de su cartera.
“Para que se vaya a comer un bocadillo en el bar de la esquina”. Y, abrochándose los botones de la gabardina, se arrodilla, sosteniendo la cajita de monedas.


Sobre el autor: David Moreno
Tomado de No Comments
Micro seleccionado en el I Concurso de Microrrelatos "Pepe Ortuño" 2011

miércoles, 26 de diciembre de 2012

2010 – Isabel María González




Este año no fui. Yo, la que secretamente había asumido cada año el alma y el ritmo de la fiesta. Hubo brillos, comidas en exceso, sonrisas enlatadas, doscientas cuarenta uvas y ochenta besos.
Nadie sabía por qué aquel fin de año no había sido, como siempre, memorable, divertido, entrañable y tierno. Por qué no sonaron las canciones de sus vidas que acercaban un rato sus recuerdos y sus cuerpos. Por qué no bastaron el alcohol, la compañía ni fueron suficientes las lentejuelas ni el confeti ni las serpentinas.
Yo lo sé, pensé desde la estantería, quieta en esa foto en que me tienen.

Sobre la autora: Isabel María González

Dos en una - Paloma Hidalgo



El tiempo me ha demostrado que entre tú y yo algo falla, que tenemos problemas. ¡Y mira que me duele reconocerlo! Pero es que eres tan cambiante, tan voluble y caprichosa que no llego a acostumbrarme a tus repentinos cambios. Ayer me preparaste una comida lamentable, las lentejas estaban duras y sosas y como siempre, cuando llegué ya te habías ido. Hoy soy yo quien te prepara algo especial, en un intento vano de que nos reconciliemos disfrutando de esos manjares que tanto te gustan, pero vuelvo a estar sola. He leído tu mensaje disculpándote, pero ya me he cansado de que me digas siempre lo mismo. He pedido cita para mañana en el centro de salud, para las dos, y espero que no me falles mi querido otro yo,  porque quiero sentirme libre de este maldito problema de doble personalidad.

Sobre la autora: Paloma Hidalgo

El Club de los Personajes – Sergio Gaut vel Hartman


Hartos de combinarse y recombinarse entre sí, produciendo una repugnante endogamia literaria que solo puede hacer las delicias de escritores pervertidos, Gregor Samsa, el dinosaurio de Monterroso, la mariposa de Chuang Tzu y el bebé de los zapatitos de Hemingway decidieron abrir la conscripción de socios del Club de los Personajes. Se arrepintieron de inmediato porque Naná, Superman, Lisa, Rascolnikov, Heidi, Mandrake, la Bovary, Blancanieves, Olivia, Sontag, Margarita, Sandokán, Marple, Foog, Mickey, Holmes, Nora, Ish, Lassie, Tarzán y otros dos mil setecientos noventa y ocho mamarrachos por el estilo, además de comerse todo lo que hay en la heladera, dejan muertos por doquier, lavan sus prendas íntimas en el inodoro, jamás duermen y para colmo de males no tienen la menor idea de lo que es una microficción, por lo que gastan resmas y resmas de papel para decir una parva de estupideces.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

sábado, 22 de diciembre de 2012

Protagonista - Víctor Lorenzo Cinca




El escritor mueve el cursor y abre el documento guardado pocas horas antes. Aunque ya tiene el final muy claro —sólo queda que el sicario apriete el gatillo—, prefiere releer los dos últimos párrafos, para meterse en la escena. En el primero encuentra al protagonista, de espaldas a la puerta, mecanografiando unos papeles a toda prisa, hecho que le impide percatarse de la presencia del intruso. Hasta ahí bien. Sin embargo, el escritor recuerda haber dejado colgada la historia en ese momento, así que se extraña cuando ve, en ese último párrafo, cómo el protagonista teclea sobre el papel que la víctima, ensimismada en la pantalla del portátil, no repara en que un sicario le empieza a vaciar el cargador de su pistola por la espalda. Punto final, concluye el protagonista.

Tomado de Realidades para Lelos

Sobre el autor: Víctor Lorenzo Cinca

El funcionario - Jesús Ademir Morales Rojas




K abre la puerta. Tras un escritorio, el funcionario que buscaba, señalando a otra puerta. K titubea. Luego se decide: abre tal puerta. Negrura. Se interna allí. Ruidos. Voces. K, avanza durante mucho entre esas tinieblas sofocantes. Fatigado, se acuesta a dormir. Cuando despierta, está sentado en un escritorio. Alguien abre la puerta. K señala.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

domingo, 16 de diciembre de 2012

Lepisma saccharina superbum - Mónica Ortelli




Tras el disparo, el aire en el túnel se llenó de electricidad y humo. Por unos instantes, la enorme criatura convulsionó violentamente haciendo temblar el aparejo, antes de quedar quieta colgada en la trampa. Así y todo, por precaución, el hombre le seccionó los apéndices del último segmento; luego, la abrió en canal. Los estómagos se vaciaron con un crujido maloliente y entre la inmundicia vislumbró lo valioso: libros aún sin digerir. Contento, los guardó cuidadosamente.
Entonces, pensando en la simpleza de su oficio en el pasado, el restaurador destazó al mutante pescadito de plata.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sobre la autora: Mónica Ortelli

El valor de un cobarde - Luisa Hurtado González




Encontró su nota de despedida sobre la mesa de la cocina, por la tarde, al volver del trabajo. Tras leerla, se dejó caer sobre una silla y supuso que iba a ponerse a llorar pero... ¿por qué hacerlo?, ¿por un matrimonio muerto hace años? “Él sólo ha tenido el valor de acabar con esto”, se dijo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, porque ella se había pasado doce años diciendo que era un calzonazos y ahora era mentira.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Premonición - Luciano Doti



Siempre que tengo esos sueños tardo unos cuantos segundos en reaccionar. Despierto, y durante el instante posterior me voy haciendo la idea de que lo que soñe no es real, de que fue sólo una expresión de mi subconsciente. Es que tenemos siempre la idea del destino, de la premonición. Sueño con esa muerte y una parte de mí cree estar ante el anticipo de algo que llegará. Ni siquiera me atrevo a mencionar la muerte de quién, temeroso de que suceda.

Sobre el autor: Luciano Doti

¿Por qué no avisan los caballos? - Héctor Ranea



—¿Me puede avisar cuando llegue a Crisóstomo Lafinur, por favor?
—Estamos ahí —me respondió el colectivero.
Me bajé con reluctancia, con la niebla no distinguía nada. Pasó un caballo rengo por delante de mí y apenas lo vi cuando él se asustó por mi presencia. Daba pena oirlo galopar sobre la piedra del adoquinado. Oí gritos, improperios, hasta tiros hubo. En el silencio que siguió vino alguien con la cara del colectivero que, mirándome, me dijo:
—Usted está muerto.

Héctor Ranea

viernes, 14 de diciembre de 2012

Piedad - Claudia Sánchez


Le dice al oído en una de las arremetidas: quedáte quieta chiquita, si te movés no puedo. Te prometo que no te va a doler. Así, hablándole muy despacio y acariciándole el pelo, logra que se calme. Con un rápido movimiento, le aplica la inyección que surte efecto de inmediato. Primero dobla las rodillas y luego cae al suelo sobre su costado sano. Cuando sus ojos finalmente se opacan, le quita las anteojeras y llama al petisero que observa la escena desde las tolvas. –Entiérrenla, Cipriano, y después preparáte que vamos a cazar a ese maldito.


Sobre la autora: Claudia Sánchez

lunes, 10 de diciembre de 2012

El detalle invisible - Sergio Gaut vel Hartman



—¡Partime al medio! ¡Rompeme toda! ¡Haceme tuya! —exclamó la mujer, excitada por la perspectiva de un coito memorable con el extraterrestre. Los alienígenas habían llegado esa misma tarde a la Tierra, y en lugar de acordar un tratado de paz con los capos del planeta o arrasar las ciudades a sangre y fuego, se habían limitado a salir de las naves como un enjambre de abejas, ávidos y curiosos como turistas japoneses, simpáticos y bellos, idénticos en todo a los mejores ejemplares humanos, excepto por un pequeño detalle casi invisible: en su lenguaje no existían las metáforas ni el sentido figurado.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

jueves, 6 de diciembre de 2012

La puerta - Virginia Cortés


Limpiaba el pollo como quien reza un rosario. Mecánicamente, usándolo como excusa para automatizar las manos cuando en realidad lo que una hace es agarrarse fuerte de un manubrio mental mientras pedalea y pedalea los pensamientos que están ahí dentro. Una va a dos mil por hora, como huyendo de la angustia. Como corriendo adelante pero siempre a corta distancia. No puede frenar, no puede bajar la velocidad, sólo seguir y seguir y rogar llegar a algún rincón de paz. Sumida en una cadena interminable de imágenes e ideas que se concatenaban caprichosamente no me di cuenta de que se había abierto la puerta. Corrí al pasillo. No había nadie. Ni el sonido residual de que alguien hubiera estado ahí momentos antes. La puerta se abrió sola. Sola, sola, sola, sola. Como cada vez que termino contándome a mí misma lo que le querría estar contando a mi vieja.

Sobre la autora: Virginia Cortés

Exhaustivo – Héctor Ranea



—¿Qué hace ahí escondido, Sherlock? ¿Acaso está probando que dormir toda la noche agazapado cerca de la chimenea trae problemas de columna?
Holmes miraba a su ama de llaves con vergüenza ostensible.
—En realidad, no dormí —contestó, y decía la verdad.
—¿Pero qué estuvo Usted haciendo, por el amor del cielo?
—Comprobando algunas teorías —respondió en forma evasiva el detective.
El ama de llaves estaba confundida. Por primera vez, este adusto hombre había colgado la media cerca del hogar.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Talismanes - Héctor Ranea




Solíamos encontrar en base Sol(a)net un grupo de extraterrestres de diferentes lugares cada vez. La misión de ellos era abducir por sorteo a los viajeros. Como los encargados tenían, a veces, características que no se compatibilizaban entre ellos, era fácil que armaran una trifulca de consideración, de modo que muchos pasábamos sin ser advertidos. Es más, tengo entre mis trofeos de viajes, una probóscide de no sé qué ser de cuál galaxia, junto con un lazo de pelo de una mulata de Bahía de San Salvador. De alguna manera, ambos talismanes me salvaron la vida.

Sobre el autor: Héctor Ranea

martes, 4 de diciembre de 2012

Culpable de todos los cargos - David Moreno



El abogado de la acusación particular se levantó y comenzó el interrogatorio al acusado.
—Con la venia del tribunal… es verdad que es usted el padre Cirilo.
—Lo soy.
—Es verdad que Samuel G. S. era monaguillo a su servicio desde hacía un par de años.
—Sí, lo era.
—Es verdad que el día de los hechos lo envió a comprar sardinas y una botella de vino.
—Sí, así es.
—No es también verdad que se enfadó por la negativa a su requerimiento.
—Sí y reconozco que mi enojo fue enorme. Tanto, que castigué al muchacho a su habitación. ¡Este pequeño insolente! ¡Mas que me parta un rayo si fui yo quién le arrojó desde lo alto del campanario!
Y sacando sus paraguas, los presentes cubrieron sus cabezas ante la copiosa tormenta que había empezado a descargar en la sala.

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

La confesión – Héctor Ranea



Una interrupción en su conversación me alertó. Miré a mis espaldas y supe por qué ella había callado abruptamente. No me pregunten cómo, pero un tren se abalanzaba contra nosotros. Y todos los que festejábamos su casamiento saltamos sin pensar que ningún tren podía volar hasta donde estábamos. Mientras caíamos ella alcanzó a decirme:
—Te amo. Siempre te he amado.
—¿Por qué te casaste con otro, entonces?
El ruido de los cuerpos estrellándose tapó su respuesta. Apenas habían pasado treintaitres segundos.
El único que se salvó fue quien trajo el film: “Tren llegando a la estación aplasta una ceremonia de casamiento por conveniencia”. Fin de la caída.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

domingo, 2 de diciembre de 2012

Dolor – Mónica Ortelli



Subo fatigosamente la escalera de piedra cuando un hombre en jubón, calzas y arco en mano se adelanta y llega antes que yo a la almena de la torre. Desde allí, al parecer, reconoce al enemigo que se acerca; entonces, carga y tensa la cuerda: la certeza puesta en el rival.
—¡Qué ridiculez! ¿Cómo puedo soñar esto? —exclamo al tiempo que él suelta la flecha. Sin duda, le he hecho errar el tiro pues, furioso, carga otra vez y me apunta a mí.
Así fue como desperté con esta terrible punzada en el ojo izquierdo, doctor.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sobre la autora: Mónica Ortelli

El Árbol - Claudio Leonel Siadore Gut



Sin querer ser uno más comenzó a jugar con pequeñísimas esferas desprendidas de su propio cuerpo. Así se creaban torbellinos de diferente densidad, que se unían en formas brumosas. A sus espaldas se condensaba la sombra infinita.
Las nebulosas se retorcían, nacían estrellas, planetas y vida. La obra se desplegaba cada vez más desde la punta de los dedos, y Dios decidió descansar en aquél planeta donde las criaturas sabían sonreír y cantar. Acomodó sus huesos bajo un árbol, pero los ruidos bestiales le molestaban. Rodeó el tronco con sus brazos, pero sus músculos degenerados por manipular pequeñeces, no lograron moverlo. Resignado besó la corteza y deseó el fin del mundo. Una a una las esferas y las almas que lo constituían se fueron deshaciendo, así creó el tiempo, y hasta que el tiempo termine, él dormirá en los agujeros negros del árbol sin raíces de las galaxias.

Ojos que no ven... - Virginia Cortés


En el país de los ciegos los colores se suicidan antes de alcanzar la mayoría de edad. Sin embargo, hay un grupo que encarna la resistencia, en el que se enseñan a vibrar en Sol Mayor. No es nada raro oir dicho acorde repitiéndose insistentemente en cualquier lado. La gente se ríe de este suceso o se molesta un poco, pero básicamente no lo toman en serio. Ignoran que son comunicados terroristas.

Sobre la autora: Virginia Cortés

viernes, 30 de noviembre de 2012

Aberturas – Héctor Ranea


—¡Qué feo no tener culo! —dijo la lombriz de tierra adentro.
—Peor tenerlo junto a la boca, os lo aseguro —contestó el platelminto unidimensional de Planilandia.
—Aún peor es no tener boca —dijo el agujero de gusano.
—¿Y con qué hablas, entonces? —dijeron todos a coro en tono horrorizado.
—¿Y con qué se piensan? —les contestó.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Deseo - Lucía Amanda Coria



Miraba con avidez el cuerpo curvilíneo.
No podía evitarlo. Había aparecido en su campo visual dejándolo estático, con la boca reseca, sin voluntad para otra cosa que no fuera ese deseo loco de poseerla, de apretarla con sus manos febriles. De acercarla a su boca.
Ya no podía pensar y tanteó en el interior de sus pantalones. Sus dedos hurgaron con terca insistencia, casi con furia. Sabía cómo terminaría pero no se detuvo.
—¡¡Miseria!! —se dijo frustrado y reconociendo su derrota—. Ni una perra moneda, para la coca cola.

Sobre la Autora: Lucía Amanda Coria

Notas del té - Ginés Mulero Caparrós


Miro en el tiempo los dedos livianos de Ludwig acariciando las teclas del piano. La imagen trae a mi memoria el aforismo oriental “no mirar al dedo sino a la luna”. En aquella atmósfera brilla la música de luna, los visillos flotan como medusas y oigo decir al genio que la perfección musical es 98% trabajo y 2% inspiración, MAGIA. La sirvienta asturiana entra llevando una taza de té hirviendo; tropieza con la felina alfombra y lo vierte sobre el oído del virtuoso, le abrasa el tímpano, le deja sordo... Lejos de enfadarse, el maestro Ludwig, inspirado, empieza a componer la Novena Sinfonía.

Tomado de Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós

La percha – Mayda Bustamante


Transcurría el mes de octubre. Fernando siempre aparecía el día 28 de cada año y Florencia lo aguardaba de forma invariable sobre el diván con un gin tonic y la caja de música de la que salía una única melodía: “Yesterday”.
Ese día Fernando no llegó, ni al otro, ni al otro. Sencillamente no llegó.
Días después los aullidos de un perro alertaron que Florencia había muerto de espera. Los vecinos se  ocuparon de todo, incluso de enterrarla.
La vistieron con el viejo gabán de Fernando, que nadie nunca supo por qué estaba colgado de la percha.

Sobre la autora. Mayda Bustamante

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cosa e' Mandinga III - Anahí González



Hay un lugar de mi casa, un pasillo, por donde desde hace un mes o dos, mi perra Fiona no quiere pasar. No sabemos qué le pasa. Se resiste. Ni siquiera se deja tentar con bocados imperdibles. Probé con empanada de carne. Hasta con hamburguesa. Nada. Hay que arrastrarla tirando del collar. Es un tramo de un metro más o menos. Mi teoría es que en casa hay un Casper y que ella lo percibe. Por las dudas, el otro día, sentada sola en mi cama, le hablé al Ghost. Le dije: "Esta no es tu casa". "Tenés que irte porque acá vivimos nosotros", le advertí. Silencio. "Bueno, mirá, hacé lo que se te cante, pero no te me aparezcas nunca, eh, nunca". Hasta ahora, la convivencia es perfecta. Menos para Fiona que sigue tirando del collar.

Tomado de Espejitos de colores

Acerca de la autora: Anahí González

Cacería - Claudia Sánchez


Habíamos sido contratados por un grupo de élite que prefirió permanecer en el anonimato. La consigna era clara. Teníamos que liquidar a ese animal sin levantar sospechas y sin asustar a las criaturas del lugar. Nos organizamos en grupos de tres, apuntándole desde una distancia prudencial. Las armas de desintegración eran muy potentes. Para disimular el estruendo que producirían, acordamos dispararle al unísono en el momento en que el avión de la mañana volara sobre nosotros. La misión tuvo un éxito rotundo. A las diez y cuarenta de aquel viernes, el dinosaurio finalmente desapareció.

Sobre la autora: Claudia Sánchez

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuento de hadas - Daniel Frini


En la oscuridad, a la Chuni el miedo le duele más que el hambre. Está en cuclillas sobre el colchón que huele a sudores viejos; la espalda contra la pared sin revoque y los brazos rodeando sus piernitas flacas, por sentir algo que aplaque el vacío del pecho. La Sonia le dijo que para los catorce la llevaría al cine; y le contó del castillo, la princesa, el dragón y el príncipe. Hicieron catorce y la Chuni no fue al cine; pero imagina que ella es la princesa, y la pieza es el castillo. Sabe que los de afuera son peores que dragones y no espera príncipe sólo por no saber para qué; pero sí a su mamá, que venga a rescatarla de tanto miedo, y golpes y mugre.
La puerta se abre y aparece mamita:
―Pasá Cholo. Cuando salís me dejás la plata en la mesa.

Acerca del autor: Daniel Frini

Mañana pesada de diciembre – Héctor Ranea


—¡Un día de estos terminamos, vos y yo! Todos los fines de año tenemos el mismo dilema, frente a frente. Ya sé que pensamos diferente sobre muchas cosas y que te revienta que para esta fecha me ponga melancólico y quiera hacer balances de cómo fue y qué pude hacer y qué no hice por haraganería, pero déjame que te afeite, aunque sea, ya que tú no quieres, a través del espejo, que si vas con semejante barba te echan del trabajo y vas a ver cómo me pongo si vienes con esa noticia mañana. Aunque sea desde este lado del vidrio te mando un mal rayo que te parta, presumido. ¡Venga acá, pon la cara que te afeito! Todos los días igual con mi reflejo en el espejo, pero para fin de año se pone demasiado demandante el muy cabrón.

Publicado en Letras de Chile

Sobre el autor: Héctor Ranea

La devoración - Nastia T.



Como todos los lunes me siento a la barra. “¿Lo de siempre?” me sonríes.  “Lo de siempre”, sentencio sin importarme el nombre de lo que me llevo a la boca.
Solo sé que es suavidad, tibieza, terciopelo en la punta de mi lengua, carne tierna cediendo ante mis dientes, salobre espesura invadiendo mi garganta, inocente blanco masticado sin piedad, dorada explosión de tus sabores, perfumes y colores.
Saciada mi hambre-hembra, me tomo a pequeños sorbos ese café preparado por tus manos, prolongando así mi estancia para seguir disfrutándote.
Te pago, dejo una buena propina. Y tú, con la frescura de tu juventud, me dices feliz: “hasta la próxima semana”, satisfecho de ese dinero extra, sin sospechar (¡Inocente!) que como todos los lunes, te devoro con pasión.

Sobre la autora: Nastia T.

sábado, 24 de noviembre de 2012

De eternos retornos y revoluciones - Fernando Puga



Saltó un pez y depositó el huevo entre las rocas. De inmediato volvió al mar.
El sol abrigó al huevo que en la playa dejó el pez y al calor de los hilos solares el huevo se quebró.
Asomó el renacuajo y aguzó sus sentidos. Su andar inauguró el camino animal sobre la tierra.
A poco de caminar el sendero se bifurca y el instinto lo lleva hacia la izquierda. Acaso optará por la derecha cuando el tiempo lo devuelva a la misma encrucijada. 
¿Será entonces cuando los dinosaurios dejemos de ser dueños del planeta?

Sobre el autor: Fernando Puga

Ecos - Jesús Ademir Morales Rojas


...no sé cuánto estuve encerrado en aquel cuarto oscuro poblado de ecos. Periódicamente me rociaban con luces extrañas y líquidos de raro sabor. En algún momento abrieron una zona de la celda. Entonces me asomé: sólo había allí un horizonte de sombras, y las quietas olas de un mar metálico. Salí. Anduve vagando sobre las aguas durante mucho, mucho tiempo. Hasta que el tedio me sofocó hasta la muerte...

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Reconsiderando la estrategia - Sergio Gaut vel Hartman


La cosa empezó a irse al carajo cuando los hackers usaron la red para pescar tiburones, derrumbando el sistema de comunicaciones del planeta, y los políticos descubrieron que era más fácil asesinar a los opositores (y acarreaba menos consecuencias negativas) que ir a elecciones. Pero lo que le puso la frutilla al postre fue la Segunda Venida.
—Lo pensé mejor, muchachos —dijo Jesucristo—. Nada de martirios o crucifixiones, esta vez voy a usar mis superpoderes para levantar minas y pasarla bien.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

martes, 20 de noviembre de 2012

Documento sobre el ave - Héctor Ranea



Me gusta la valentía del tero. No de la especie. Me fascina este tero. Todas las mañanas me observa con atención cuando llego y no me teme, incluso considerando que soy un gigante a su lado. Es más, ya me atacó en otra oportunidad. Ni los caranchos o los halcones son tan valientes. Ni hablar de las palomas, claro. Tal vez las lechuzas o las calandrias son comparables en valentía y estrategia al tero defendiendo su compañera que empolla a la vera del camino. El héroe ahora me enfrenta con la mirada roja, atento. Quietos, expectantes, cada uno del otro espera suma entrega, brutales sacrificios. La única que nos observa es la hembra que, roja también su mirada, tensas las alas, espera lo mejor de su macho resplandeciente. La mañana pampera está serena, luminosa, tersa. Entonces tomo la iniciativa. Muevo el Peón de la Dama al cuarto escaque.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Cuestión de preferencias - David Moreno



Por fin tenía en mis manos un libro electrónico con sus tapas de piel y dieciséis tonalidades de grises. Me había imaginado muchas veces este momento, aunque nunca pensé que pudiera ser tan intenso.
Fue un flechazo a primera vista.
Nada más alcanzar el mostrador su pantalla me cintiló descaradamente. Y no pude resistir la tentación.
En el pasillo contiguo mi mujer y mis dos hijas me miraban atónitas. Me habían pillado pero no importa. Con el corazón acelerado les diré que este año volveré a ponerme la cazadora de los últimos tres inviernos.

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

Un cuadro de Kandinsky - Sergio Gaut vel Hartman



—¿Usted me ha secuestrado, señor?
—¿Secuestrado? ¡No! Solo la incorporé a un grupo de literatura que creé en Facebook.
—Ay, que pena. Sería tan romántico…
—¿Y no le parece peligroso?
—¿Por qué? ¿Usted planea hacerme daño?
—No, señora. Lo digo por la posibilidad de que, si eso sucediere, su marido no pague por usted lo que costaron las cirugías que se hizo o por lo menos lo que gasta mensualmente en maquillaje.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

domingo, 18 de noviembre de 2012

Proteo – Jaime Arturo Martínez


…por último acudió donde su dios. Le enumeró sus sacrificios, sus ayunos, sus ofrendas, su fidelidad por él. Acto seguido le pidió que le entregara a esa mujer. El dios, no pudo complacerlo, ya la había asignado a otro. A cambio, le dio el poder de transformarse. El aceptó. Primero, se convirtió en el aire que ella respiraba, luego, en el agua de su baño, en su cobija, en su cepillo…en ella misma.

El autor: Jaime Arturo Martínez Salgado

El valor de un cobarde - Luisa Hurtado González


Encontró su nota de despedida sobre la mesa de la cocina, por la tarde, al volver del trabajo. Tras leerla, se dejó caer sobre una silla y supuso que iba a ponerse a llorar pero... ¿por qué hacerlo?, ¿por un matrimonio muerto hace años? “Él sólo ha tenido el valor de acabar con esto”, se dijo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, porque ella se había pasado doce años diciendo que era un calzonazos y ahora era mentira.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Deshojando Margaritas - David Moreno



Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...
Al llegar a la última, un ahogado nomequiere, hizo que se desvanecieran sus esperanzas.
Triste y apesadumbrado, abandonó sin darse cuenta el montón de hojas que en el suelo habían formado un tequiere de ensueño.

Tomado de No Comments


Sobre el autor: David Moreno

Realidad de closet - Héctor Luis Rivero López




La madre metió mitad de su voluminoso cuerpo fuera del closet para al rato sacarlo con las manos vacías y enfadada, dijo:
—No está, ha desaparecido.
No sé cómo lo hizo, pero esa noche, no hubo más sonidos provenientes del otro lado del armario. Mamá Monstrua se aseguró que el niño molestoso se fuera para siempre.

Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor: Héctor Luis Rivero López

viernes, 16 de noviembre de 2012

Libre - Jesús Ademir Morales Rojas




K un día, luego de su trabajoso empeño, por fin entró al inmenso edificio. Nadie le impidió el paso. Nadie le puso obstáculo alguno ya. Nadie le obligó realizar largas esperas, ni a presentar documentos imposibles. Nadie le cerró las puertas. Porque el Castillo estaba vacío por completo. K no supo que pensar de esto. Y no lo hizo, porque el viento cerró las puertas del edificio abandonado y ya nunca volvieron a abrirse.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Descubrimiento - Olga A. de Linares



Se levantó, se arregló con esmero, eligió cuidadosamente camisa, traje, corbata. Mientras colocaba el Rolex  en su muñeca, se contempló en el espejo que duplicaba lujos y elegancias enmarcando su figura impecable.
El ascensor lo llevó al estacionamiento con la eficiencia de costumbre.
Entró a su  Mercedes.
Y entonces, con la llave de encendido en la mano, comprendió que no tenía adónde ir.

Acerca de la autora:
Olga A. de Linares

El planeta de las nueve lunas - Héctor Luis Rivero López




Un extraño virus atacó a la humanidad y como resultado todas las mujeres embarazadas daban a luz solamente niñas. Mientras los científicos trataban de lograr un esperma sintético usando células madres embrionarias, con el paso del tiempo los hombres fueron disminuyendo. Cuando el planeta entero quedó a disposición de las féminas, y pasó a llamarse el planeta de las nueve lunas, las mujeres desarrollaron ojazos de infarto, labios carnosos, clítoris enormes, melenas estupendas, cuerpos atléticos y bronceados. Sin los hombres, disminuyó la contaminación y como consecuencia se acabaron las guerras, pero también la música y el cine. Todo eso perdió sentido. Nada por qué rezar. Cero cosméticos. No había canciones de amor. Entre ellas aumentaron los besos franceses y el sexo oral; se conjuró una fantasía misantrópica, un mundo más pacífico y más lascivo que en ningún otro momento en la historia. Fue entonces cuando las mujeres se fijaron con mucha atención en los chimpancés machos...

Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor:
Héctor Luis Rivero López

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Solo entre reflejos – Ginés Mulero Caparrós



Tener nueve años no obliga a la invisibilidad. Merodeo transparente por el salón donde en alboroto los familiares toman té con palmeras. Las ondas del líquido dorado de una de las tazas distorsiona el ventilador del cielorraso. El visillo vuela suavísimo en un espejo… En el reflejo de la mesa rectangular de vidrio veo rostros desencajados, con perlas indefectibles. En un cuadro acristalado con un mapamundi añejo se perfilan varias cabezas que velan el féretro con mamá. Cuando ella se incorpora y la jalean por el tránsito… comprendo que yo soy en la familia, el único superviviente de la tragedia.

Tomado de Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós

La calle - Daniel Sánchez Bonet



De camino a casa, a Armando le llamaba la atención el mimo con el que algunas ancianitas del barrio daban de comer a los gatos y es que, día tras día, la rutina parecía ser siempre la misma. Ocho de la noche. Tres recipientes: uno de carne guisada, otro de pescado y un poco de agua. Y aunque, al pobre Armando, las cosas no le marchaban demasiado bien por culpa de la crisis, aquel gesto tan humano le reconfortaba segundos antes de entrar en casa, donde no eran pocos los quebraderos de cabeza que le esperaban. Pero, así era la vida…

Un mes más tarde, los gatos se miraron entre sí, desconcertados.

Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet

La cinta de Moebius - Jesús Ademir Morales Rojas



K abre la puerta. Tras un escritorio, el funcionario que buscaba, señalando a otra puerta. K titubea. Luego se decide: abre tal puerta. Negrura. Se interna allí. Ruidos. Voces. K avanza durante mucho tiempo entre esas tinieblas sofocantes. Fatigado, se acuesta a dormir. Cuando despierta, está sentado en un escritorio. Alguien abre la puerta. K señala.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

lunes, 12 de noviembre de 2012

Sobre llovido mojado – Sergio Gaut vel Hartman


Las consecuencias y daños del desastre eran incalculables. Casi todos los árboles habían caído, aplastando autos, casas, personas. Los cables de electricidad parecían látigos que azotaban a todo cuando se ponía a su alcance, movidos por un viento furioso y ciego, y cuando la lluvia empezó a caer no alcanzó para apagar los focos de incendio que se habían iniciado como consecuencia de los escapes de gas. Las calles, entonces, parecieron ríos, y el incesante aguacero formó una muralla gris que impedía cualquier acción de rescate. Para colmo de males, los marcianos, la frutilla del postre, eligieron ese mismo día para invadirnos.


Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman