lunes, 31 de octubre de 2011

Un filipino más – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Usted sabe por qué el ser humano siete mil millones nacido en el planeta Tierra vio la luz en Filipinas, el seis mil millones también y el ocho mil millones los imitará?
—No. ¿Usted lo sabe?
—Claro que lo sé. En Filipinas los niños no son paridos por mujeres.
—¡No me diga! ¿Y quién los pare?
—Los paren los hombres, quienes los portan por tiempo indefinido en el escroto. Cuando una pareja desea tener un hijo, el hombre eyacula al pequeño renacuajo, que por entonces no mide mucho más de un centímetro y lo coloca dentro de un repollo, de donde sale completamente formado nueve meses después. Por ese motivo afirmo que los filipinos son el termostato del mundo.
—¿Usted me está tomando para el churrete?
—¡Por supuesto! Pero póngase contento: si no lo hubiera hecho, este cuento no existiría.

Sobre el autor:

El mundo es un pañuelo - Rogelio Ramos Signes


Cuando en los campos de sembradío, en las selvas y en los desiertos no quedó espacio para la llegada de nuevos seres humanos, cuando todo fue un conglomerado de personas unas sobre otras, como un hormiguero acosado por las aguas, los científicos debieron replantearse el tema de la subsistencia. Los viajes interplanetarios habían fracasado una vez más, cerrándole las puertas al exilio voluntario, el control de la natalidad era imposible porque el esperma reproductor mutaba permanentemente, el espacio para la producción de alimentos se había reducido a un punto insignificante; algo había que hacer.
Por eso los científicos llegaron a la conclusión de que la única salida era manipular genéticamente las nuevas generaciones: ningún ser humano mediría más de cincuenta centímetros de alto. Fue la solución. Mejor dicho, será la solución definitiva cuando desaparezca de la faz de la Tierra el último de estos pocos gigantes que vamos quedando.

La punta del alfiler y los placeres del enjambre – Héctor Ranea


—¡Caramba, qué apretados estamos! —protestó el fantasma de cierto Lord. No era para menos, las puntas de alfiler estaban atestadas de ángeles y catervas de demonios. —¡Ya no hay espacio!
—¡Llegamos a ser más vivos que los que murieron en toda la historia! ¡Qué me cuenta! —le dijo la médium, en el intervalo entre sesiones de pedigüeños y viudos solitarios.
El Lord no contestó. Bastante poco le pagaba esta para su acto de seis veces por día, como para seguirla en el descanso. Se acomodó para dormir una siesta, pero el fantasma sin cabeza hizo aletear su capa y pudo vérselo desnudo.
—¡Mi madre! —dijo la médium. —Digo: ¡mi Lord! Jamás vi tanto bulto ocupando ese lugar. ¡Interesante!
—Duerma la siesta, m´hija. Con tantos habitantes en la Tierra hay que dominarse. Nos mataría tener progenie.
La médium esa noche tuvo sueños placenteros. Quién sabe qué fantasma le hiciera el favor.

Sobre el autor:

Encuentro - Christian Lisboa


Cuando llevaba meses (años, quizá) en la larga fila de los que esperaban reencarnar, Francis Fukuyama reconoció a Thomas Malthus. Le saludó con una reverencia y un tímido comentario:
—Esta fila es inmensa, maestro. Llevo mucho tiempo aquí, no entiendo cómo no le vi antes.
—Hay que estar atento, muchacho. Algunos se retiran y puedes saltar varios lugares—. Luego agregó, en tono sarcástico: —Parece ser que aún falta mucho para la llegada del último hombre, ¿eh?
Ignorando la ironía, Francis dijo:
—Mientras más gente puebla el mundo, parece ser que hay más almas disponibles. ¿Cómo se entiende eso? ¿De dónde salen?
—Ley de oferta y demanda, hijo. Recuerda que pueden venir de otros sistemas, además. ¿Leíste mis libros?
—¿Paquetes turísticos para almas de otras galaxias? Leí todos sus libros y no encontré nada de eso.
—Lee entre líneas, hijo— dijo Thomas mientras avanzaba treinta lugares.

Lleno - Fernando Puga


—¡Chofer! ¡Ya está repleto! ¡No caben más! ¡Oiga! Si no se baja nadie no levante más pasajeros.
¿Me hará caso? Espero que sí o terminaremos en el fondo del precipicio sin sobrevivientes.
Recuerdo cuando éramos unos cuantos y estábamos tan dispersos que ni sabíamos unos de los otros. ¡Cómo nos sorprendíamos cuando nos encontrábamos! ¿Cómo fue que acabamos como sardinas en lata?
Va siendo hora de empezar a eliminar algunos ¿no le parece, chofer? Terminemos con tanta vacuna preventiva, armémonos hasta los dientes y juguemos a la guerra sin eufemismos. ¡Basta de procrear, che! ¡Que la chusma pare de crecer! Quiero andar cómodo, estirar las piernas, comer como dios manda.
Si no puede ser, prefiero bajar. ¿Quién quiere viajar como cualquier hijo de vecino esperando que alguien descienda para poder sentarse?
—Abra, chofer. Acá termina mi travesía.

Sobre el autor: 

Solución extrema – María del Pilar Jorge


En el recinto de la asamblea, la discusión era acalorada. La superpoblación mundial alcanzaría su pico máximo el 31 de octubre de 2011 y las fuentes alimenticias eran insuficientes para saciar el hambre de toda la población. Se habían propuesto cientos de sugerencias: guerras provocadas, suicidio masivo inducido por líderes de sectas espirituales, exaltación de la antropofagia, liberar a los presos de las cárceles.
Por fin, uno de los representantes sugirió: —Estimulemos la creación de redes sociales en Internet.
—Pedazo de estúpido, ya existen, ¿Qué clase de solución es esa?
—Sí, existen, pero en las vigentes, las opciones son “me gusta” y “comentar”. Yo propongo un nuevo sitio, que brinde al usuario una tecnología más avanzada, con opciones que oscilen desde el actual “bloqueo” hasta “te corto una mano”, “te serrucho el piso”, “eliminación total”. Todas vendrían acompañadas por herramientas virtuales, lo único real serían los muertos, por supuesto.

Sobre la autora:

Solución - Christian Lisboa


Lucifer llegó a la oficina de Dios pasado el mediodía.
—Supe que abriste un concurso por el problema de sobrepoblación en tu modelito.
—Es verdad. El tercer planeta nuevamente está en peligro. Ahora están llegando a los siete mil millones de habitantes pseudo inteligentes.
—Muy por encima de la densidad media. Yo te puedo ayudar, y de paso ganar el concurso.
—Habla.
—Todos los días puedo escoger unos cincuenta mil de esos brutos para mi cena. En cincuenta años te soluciono el problema.
—Lo siento. Tu solución no es original. Tú mismo lo has hecho antes, con distintas excusas.
—Está bien. Pensaré otra cosa. Pero no podrás evitarles sufrimiento.
—Ya lo sé. —Dios cerró la puerta antes de que la olla a presión soltase el vapor. Estaba llena de humanos para el almuerzo, y no quería que el olor llegase a las narices de su visitante.

Conversación por celular escuchada en el bondi de larga distancia – Héctor Ranea


—¿Alguna vez viste fantasmas de gatos? ¡Ojo! Espectáculo fulero de ver, fuera de joda.
—…
—Los gatos negros tienen fantasmas transparentes, o casi. Nada que ver con eso de la risa que se desvanece en el aire. Pamplinas para niños. Se te cierra el upite, se te cierra. Y ni qué hablar de los gatos de cabeza chiquita, que se te aparecen jetones como boxeadores, te juro.
—…
—Yo no quiero verlos, pero con esto del treintaiuno de octubre, se están dando más avistamientos. Parece que no paran de llegar, tal vez para festejar algo.
—…
—¿Peor?
—…
—¿Siete mil millones de personas? ¡Ah!… Ahora entiendo… ¿Se estarán comiendo muchos gatos por todos lados?
—…
—Comprendo; claro, comprendo.

Sobre el autor:

Superpoblación – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Dice usted que puede ofrecer una solución eficaz al problema? —preguntó Amin Lagar-Saucedo, Secretario General de las Naciones Unidas.
—Absolutamente —respondió sin vacilar el hombre que había insistido con tanta tenacidad para ser recibido por el alto funcionario—. Hemos formado una asociación que se dedica total y exclusivamente a eso.
—¡Qué interesante!
—Lo es. Nos hemos puesto en contacto con una especie oriunda del cuarto planeta de HD 89744 y ellos nos han prometido ayuda para analizar nuestras dificultades y resolver el tema de la superpoblación cuanto antes.
—¡Eso es maravilloso! ¿Y cuando calcula usted que esos seres llegarán a nuestro mundo?
—La semana próxima, señor.
Lagar-Saucedo palmeó el hombro del visitante visiblemente emocionado. —Recuérdeme su nombre, por favor.
—Lecter, Hannibal Lecter.

Sobre el autor:

Una menos - Fernando Puga



—Escuché por ahí que seremos siete mil millones. Dígame entonces, doctor… ¿por qué estoy sola? — lagrimeó la vieja actriz, famosa por su eterno programa televisivo, irreconocible detrás de tanta cirugía.
—¡Ay, querida mía! Es que vos ya sos más que humana. ¿Por qué no probás con los orangutanes? Ellos sabrán darte el calor que andás necesitando y valorarán tu particular belleza ¿no te parece?
—¡Gracias, doctor! Usted sí que sabe aconsejarme —sonrió ella mientras firmaba el enésimo cheque para cubrir los altos honorarios del especialista, preguntándose dónde encontrar esos galanes tan complacientes.

Sobre el autor:

El encargo – Javier López



Creo que mi editor quiere deshacerse de mí. Quizá hace ya tiempo que no le interesa lo que escribo, y por eso me pone a prueba, pidiéndome algo imposible de conseguir: escribir un relato con menos de 150 palabras y un final sorprendente. Él sabe bien que hasta ahora sólo he publicado novelas, y que ese género que llaman microrrelato nunca he podido ponerlo en práctica. Suficientemente bien conoce mi gusto por la descripción minuciosa y la prosa pausada, la acción detallada y la adjetivación prolija. De hecho, si esto fuera un microrrelato, ya llevaría agotadas la nada despreciable cifra de ciento una palabras (ciento cuatro al reflejar este hecho) y no he conseguido más que establecer someramente una trama, nada de interés. Así que no daré más rodeos, mañana le entregaré este escrito de 149 palabras, le diré que es un microrrelato, y que su final es… sorprendente.

Javier López

Contumaz – Sergio Gaut vel Hartman



—Escuche —dijo el guardián—: aquí no se pueden colgar poemas. Es un sitio para microficciones de cien palabras.
La mujer, indiferente, siguió colgando líneas como si se tratara de ropa recién lavada.
—¿Es sorda o qué?
La mujer se transformó en una solipsita del planeta Tausomi, pero siguió con su tarea, indiferente a todo.
—¡Oiga! ¿Se está burlando de mí?
El solipsita volvió a mutar, convirtiéndose ahora en un lápiz infinito. Las frases, inconexas y viscosas, se adherían a las rocas como lapas.
—Es inútil —dijo el guardián. Se transmutó en una gigantesca goma de borrar y empezó a trabajar.

Sergio Gaut vel Hartman

El escritor que espera - Sebastián Chilano


Sábado. Ocho de la mañana. En el televisor emiten uno de los pocos programas sobre literatura. Mejor no usar nombres, ni del programa ni de los protagonistas. Tres escritores hablan de un escritor legendario y olvidado que murió la semana pasada. Una de las mujeres habla. Dice: "Ahora vienen los diez años más difíciles de un escritor: sus primeros diez años de muerto. Si alguna editorial lo reedita vivirá, de lo contrario pasará al olvido". Me acuerdo del final de una famosa película donde el protagonista descubre que todo lo que le pasa le pasa porque está muerto. Salgo de la cama. Son las ocho y cuarto. Me miro en el espejo: ¿estoy muerto?

Acerca del autor:
Sebastián Chilano

Mío - Carolina Fernández



Al final, lo confieso, me di por vencida. Que se quede con él, al fin y al cabo así no lo quiero, no me interesa. Aunque es mío, digan lo que digan es mío. Porque fui yo quien pasó noches en vela por él, la que esperó pacientemente y lo aceptó desde el principio. Gracias a mi dedicación, se perfeccionó y llegó a ser lo que es. Ahora ella se lleva los laureles, lo reclama y se jacta ante todos porque lo tiene. Pero, les juro que es mío, ese poema lo escribí yo.

sábado, 29 de octubre de 2011

Desmadre en la isla de los escritores inéditos – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Se puede escribir una microficción a partir de un título elegido al azar?
—No lo creo no.
—Le apuesto mil dólares a que puedo.
—Acepto si el título lo pongo yo.
—De acuerdo. Ponga el título.
—“Desmadre en la isla de los escritores inéditos”. Ahora lo quiero ver. Me parece que se gastó mil dólares al divino botón.
—¿Está seguro?
—¿Me ve dudar?
—No lo veo dudar, pero tampoco lo veo ganando.
—¿No me ve ganando? Tampoco me veo perdiendo.
—Sin embargo, ha perdido.
—¿Ah, sí? ¿Y dónde está el cuento?
—Mejor pregunte en qué parte del cuento está usted.
—¿En qué parte del cuento estoy? No responda una idiotez.
—No es ninguna idiotez. Está en la mejor parte del cuento, junto a mí, es coprotagonista. ¿Satisfecho? ¿Tiene efectivo o me hará un cheque?

Metamorfosis - Víctor Lorenzo Cinca


Después de leer a Ovidio, Apuleyo y Kafka, tras años de perseverantes y solitarias investigaciones, de miles de experimentos inútiles y ensayos fracasados, soportando las burlas de los pocos que conocían este ambicioso proyecto que había de situarme en la élite del mundo de la ciencia, hoy, por fin, he conseguido descifrar la fórmula que permite metamorfosear un ser humano en un perro. Lamentablemente, nadie comprende ahora mis ladridos.

Tomado de Realidades para Lelos

Simetrías – Héctor Ranea


—¿Te puedo decir una cosa? —y, sin esperar mi respuesta, me espetó: —Me cansan tus ficciones supuestamente literarias. Toda esa parafernalia (yo diría infernalia metaficcional) que vomitás por la yema de los dedos. Me pudre, me harta, me llena, me satura, me atesta. Estoy empachada de tus groserías, tus toscas palabras, elegidas de diccionarios ramplones, simples, absurdos. Así como absurdas son tus situaciones, tus dudas, tus argumentos estúpidos, mal trazados.
—¿Terminaste? Te digo que elegiste malos momentos para decir palabras que te condenen, pero éste es particularmente jodido para vos —le contesté.
—¿Por? —dijo con calculada sorna.
—Porque estoy escribiendo en mi libreta de papel y con lápiz. ¿Te puedo decir una cosa? —y, sin esperar su respuesta, le espeté: —El lápiz se borra con esto.
Y le mostré con calculada sorna una goma.

jueves, 27 de octubre de 2011

Políticamente correctos - Paloma Hidalgo


Entre tú y yo, te digo que es cierto, que no mentí cuando me preguntaron sobre lo que había visto. Es verdad que él lloraba desconsolado mientras ella le cosía a navajazos, es totalmente cierto que todos contemplamos la escena , unos con más tranquilidad, otros con menos, y no lo es menos que cada uno esperaba que el otro fuera a socorrerle, que la mayoría evitamos mancharnos las manos y que sólo uno intentó frenarla. Claro que no tiene mucho misterio, ya sabemos que los idealistas siempre están dispuestos a todo con tal de salir en la prensa, y si hubieran conseguido arrebatarle ese puñal asesino a la crisis, y nosotros, los demás partidos políticos le hubiéramos secundado, hoy no estaríamos de entierro, el estado del bienestar aún seguiría vivo y los nosotros no tendríamos futuro, ninguno.

Ilusiones - Víctor Lorenzo Cinca


Montó el negocio convencido de que sería un éxito total. El lugar era el idóneo, solitario y sin competencia; los clientes potenciales, cansados y sedientos, no podrían resistir la tentación y pagarían las consumiciones dejando jugosas propinas. Con un poco de suerte, acabaría abriendo franquicias por todo el planeta.Sin embargo, creyendo que se trataba de un espejismo, nadie se detuvo en su bar en medio del desierto.

Tomado de Realidades para Lelos

martes, 25 de octubre de 2011

Sindrome de la exjeta - Héctor Ranea


El prisionero de guerra yacía en una especie de mochila oscura y tibia. Coligió que lo había abducido un hediondo exjeta direnoch, los conocidos como piedras gurka por los copilotos como él. Tenía todo bajo control. Jamás podrían colocarles los venenos de conversión en adpadlar ni las presuntas violaciones virtuales que proyectarían en las carpas de los negetas ludíbrios. Todo lo que tenía que hacer era disparar la triagarra prostática que le había sugerido un astrónomo amigo para que el vientre se contrayese como los de los anofusil. Tenía que esperar el tercer grito del tal Gautman. La espera no dolía, incomodaba un poco el intento de taladrar la capa de megatitanio en la que estaba sentado.

Acerca de Héctor Ranea

En el camino - Anahí González


Hay una casa, en medio de algún lugar, de un bosque, donde una pequeña vieja muy arrugada y encorvada abre siempre la misma pesada puerta de madera y te recibe con flores silvestres, mermeladas caseras y una tostadora desde donde el pan salta a la mesa como chorros de agua a tu boca.
Las habitaciones son frescas en verano y con coloridos cubrecamas artesanales que huelen a historia, en el invierno.
Cuando abrís la ventana entra el mundo.
Yo sé que algún día voy a llegar. Mientras tanto voy pisando las uvas del incierto camino para no olvidar que bajo mis pies el suelo fluye como el vino a las copas.

Tomado de: Espejitos de colores

Último viaje - David Moreno


El tren está a punto de ponerse en marcha. Los últimos pasajeros en subir toman asiento. El de mi lado sigue vacío. Aprovecho y miro a través de la ventanilla del vagón. Como de costumbre, ahí permanece ella, en el andén, ondeando su melena negra azabache, dirigiendo sus ojos verde esmeralda hacia mí, susurrándome adiós con sus labios esponjosos y sujetando con su mano en alto una refulgente guadaña.
Cuando la estación se pierde en el horizonte, noto sorpresivamente, el tacto gélido de una mano. Esta vez, ha decidido acompañarnos.

Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno

Mamá no me mima - Fernando Puga


Mamá no juega con muñecas; no sabe. Cuando abre la puerta de la habitación es para apurarme con esa voz chillona que parece de gallina asustada. Cacarea frenética ante mi lentitud. Yo disfruto, ¡y cómo! Es que se pone nerviosa, se le hincha la cara y enrojece como brasa de carbón en la parrilla. El calor de sus mejillas se expande hasta mi cuerpo y también hasta mi alma. Me atraviesa ese calor y como ya entendí que es el único que tiene para darme, lo alimento con mi parsimonia exasperante. Llega un momento en que ya no aguanta más y me tira del brazo con brusquedad. Entonces ya no me gusta. Cierro los ojos con fuerza y espero la bofetada con la certeza de que todo terminará con un portazo y mis lágrimas abandonadas sobre la almohada. Mamá no sabe de muñecas; no juega.

Sobre el autor: Fernando Puga

domingo, 23 de octubre de 2011

Dilema existencial - Alejandro Ramírez Giraldo


El ángel me dice que no la mate, que la perdone una vez más. El diablo me dice que la mate, que esta es la enésima traición. El ángel me dice que es mi esposa y además la madre de mis hijos. El diablo me dice que era la mujer de otro hombre cuando se fue conmigo y que esos niños no se parecen a mí. El ángel me grita: ¡No, espera! El diablo me grita: ¡Muy bien, así tenía que ser! El angelito me dice: Por culpa de ese demonio. El diablo me dice: ¿Ese de blanco no era el confidente de tu mujer?

Tomado del blog: http://www.minicuento.com/

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Papagayo simbólico – Héctor Ranea


Existe un Premio oculto al pájaro que sea capaz de reproducir las conversaciones escuchadas en el transcurso de su vida. No hace falta saber su nombre, pero la pieza que se otorga al vencedor es un Papagayo (en realidad, un Psittacus erithacus) de cristal de roca y piedra de Magnesia. Se otorga cada dos mil años. Se sabe de varios postulantes al mismo, entre ellos los relatores de las conversaciones de Sócrates con Xanthippe, las introspecciones de Lady Macbeth, las charlas de Einstein con Kafka en la Mansión Fanta, el Pacto de Guayaquil, las cavilaciones de Hermes Trismegisto, las memorias de quien registrara el nacimiento de Fulcanelli y las conversaciones de Borges con el espejo. La entrega del Premio promete ser alucinante. La última vez registrada fue en Pompeii y se organizó un excepcional festival de volcanes para celebrarlo. No se recuerda al ganador, sin embargo.

Segundo uso recreativo para el atrapamoscas - Agustín Fest


Los niños descubrieron que el atrapamoscas podía alimentarse de escorpiones y de pequeñas tarántulas, sólo que la lucha era lenta y aguerrida. A un precio de cinco dólares por atrapamoscas, más el costo de la pintura para darles a su guerrero un color distintivo, pasaban horas de diversión en los parques. Las apuestas solían ser por la mesada, los celulares, las consolas portátiles de videojuegos y, por supuesto, el atrapamoscas ganador. Los adultos, al principio, consideraban el juego cruel, asqueroso y muy costoso. No tardaron en imponer reglas civilizadas.

Pequeña metamorfosis - Cristian Mitelman


Saquean los templos. Debo ocultar la imagen de la diosa en el bosque. Me reciben las arboledas nocturnas y por fin entierro la imagen. El viento me trae las ásperas sílabas del idioma enemigo. Tras cubrir la tierra con desesperación, solicito auxilio a la diosa. La neblina cubre el bosque y una honda quietud me aferra. Cuando vuelve la luz de la luna, me he transformado en uno de los árboles. Comprendo que esta historia ha ocurrido y seguirá ocurriendo: no hay árbol que no sea un antiguo sacerdote de la divinidad.

Sobre el autor: Cristian Mitelman

viernes, 21 de octubre de 2011

Caminante – Héctor Ranea


Me bardean los teros porque les invado el territorio. Me ladran todos los perros con dueño. Dos lechuzas de vizcacheras me cagan a gritos cuando me les acerco para ver su madriguera. Todas las calandrias de las magnolias me picotean las orejas y me gritan cosas realmente urticantes. Me salpican de saliva los gatos soplándome de bronca. Hasta los caracoles me dejan una baba vidriosa llena de heces para que huela. Ni qué decir las chinches, las plantas de genciana, los barros del volcán cercano. Los rayos de Luna me lastiman el cuero acicalado. La luz del Sol me curte como planta de hiedra seca. Mientras, camino. Camino solo. Es una mierda ser el lobo del hombre. Una mierda.

Chance - Mónica Ortelli


Aparentemente estás jugado. Listo. Pero tal vez haya una posibilidad y lo vas a intentar.
Mirás al tipo en el piso: tiene un agujero en la cabeza. ¿Lo fusilaste o se suicidó? Los canas vociferan desde los techos.
“¡Vengan ustedes!,” gritás.
Y te reís. Estás loquito. ¡No sabés por qué! Quizá porque tomaste mucha merca, quizá por el arma en la mano. ¡Qué bien calza!.. Sentís seguridad (siempre te gustó la sensación). Ajustás los dedos a la culata, al gatillo: está liviana.
“¡La puta madre! ¿A quién le sacudí nueve veces? ¿A la yuta? ¿Qué carajo pasó?”
Entonces creés que se te revienta el pecho, que te morís…, justo cuando el milico tira de los pelos y otra vez saca tu cabeza del tacho. El aire se pelea con el agua que ya tenés adentro. Si tan sólo pudieras recordar qué mierda hiciste…

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Génesis - Lucio Maggi


Antes jugaba. Un día leyó en el tratado de probabilística por Él mismo escrito que las posibilidades se equiparan en el infinito. Ahí se dió cuenta de que era al pedo seguir con los daditos: Su condenada perfección y Su maldito sentido de justicia le iban a impedir a Él dejar que su imaginario rival o Él mismo ganaran alguna vez. Lo condenaban a un aburridísimo, bilardiano y previsible empate perpetuo. Lo tiró a la mierda al cubilete. Y ahí comenzó el mundo. Al rato, cuando vió lo que había hecho, pensó que como había caído iba a quedar. Pensó también que estaba todo demasiado oscuro.
—Hágase la luz —dijo. Y la luz se hizo.

Curioso - Rafael Blanco Vázquez


Resulta curioso cómo empleaban la palabra inhumano para designar aquello exclusivamente humano.
(Esto mismo era muy humano, descargarse de culpa).
También resulta curioso cómo hacían exclusivamente propias características que no lo eran: se designaban a sí mismos como los mortales. Esto lo dejó escrito un tal Cioran, especialista en arrogancia humana.
(¿Existe una arrogancia que no sea humana?).
La experiencia del placer les estaba reservada, pero algunos decían: Ni hablar de follar por follar, no somos animales, nuestro objetivo es procrear.
Un tal Cyril Jumel dejó escrito: “Una mosca con cerebro seguiría buscando la mierda, pero sufriría por ello. Y lo negaría”.

Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez

miércoles, 19 de octubre de 2011

Las otras noches - Ruy Feben


El plan se trazó durante muchas noches: tras un discurso de furor patriota, el Candidato sería asesinado: sería mártir de un Partido que otras noches había sometido Anónimos a torturas indecibles.
El Candidato bajó del podio y recordó el brindis donde pactó con el Partido su propia muerte y la gloria. Oyó el disparo: su corazón como estampida de una turba. Cerró los ojos.
Los abrió de nuevo. No estaba junto al podio; su corazón aún trepidaba. Vio en la oscuridad una puerta abrirse, en el reflejo de la navaja su rostro parecía el de otro; con terror supo que el martirio le costaría una tortura Anónima cada noche, para siempre. La navaja se incrustó en su pecho.

Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

Hacia adelante - Héctor Ranea


Ese niño estaba ahí, sobre su camita tibia. La mujer se le acercó y miró sus labios, sus manos tan suaves que parecían transparentes. Lo alzó y lo acunó mirando a su alrededor cuando él hizo ruidos vocales. Empezó a caminar con el bebé en sus brazos, ya nadie podría detener su fuga hacia delante. Al cruzar la puerta estarían al fin libres, pero al salir una luz demasiado intensa la encegueció un instante y cuando pudo abrir los ojos nuevamente el cirujano la vio y le mostró el bebé
-La cesárea fue exitosa, señora. Todo está bien, ya.

Amistad - Ramón Colmenares


Desolada, llorosa, no atinaba siquiera a articular pensamiento u acción para salir de su desánimo. Así estaba cuando él la encontró y sin hallar las palabras que le sirvieran de bálsamo a su adolorida alma. Con ternura la abrazó, la tomó suavemente de los cabellos y le enseñó que en el espacio justo entre su hombro y cuello, cabe perfectamente un rostro, cuando requiere consuelo.

lunes, 17 de octubre de 2011

Perdido/encontrado – Héctor Ranea


—¡Ni que lo diga, señora! Justamente, a mí se me trabó una media… y aquí estoy —dijo la mujer con el capote rojo.
—¡Pero no va a comparar! El mío era un brazalete con diamantes.
—¿Se acuerda los quilates? –intervino el dependiente.
—¡Qué me voy a acordar! Me lo había regalado mi marido para la última Navidad.
—Eso fue hace pocos días —terció un pelado que hacía cola, como el resto.
—¡La última que pasamos juntos! Después murió, pobre. El público frente a las ventanillas se quejó con un murmullo.
La del capote, estupefacta, dijo:
—¿Se le trabó el brazalete justo donde a mí se me trabó la media?
—Justo, ¿por?
—Pero ¿cómo hizo? ¿En la escalera mecánica?
—Me habrá trabado mi marido.
—¿El muerto?
—¡El muerto, sí!
—Les recuerdo a todos. Ésta es la oficina de muertos en escaleras mecánicas —dijo el dependiente. Retumbó un murmullo.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Objetos perdidos – Sergio Gaut vel Hartman


Recupere su sexualidad, decía el aviso. Fue en ese justo momento que el tipo recordó lo que había dejado olvidado. Salió corriendo, preocupado por la posibilidad de llegar tarde. Y llegó tarde, nomás: se le hizo trizas el corazón al ver a su mujer y a su amante devorando con fruición sus partes íntimas luego de guisarlas.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

Hambre - René Avilés Fabila


Desperté con un apetito atroz e inaplazable; me dirigí a la cocina: el refrigerador estaba vacío; de una alacena obtuve un libro con docenas y docenas de sabrosísimas recetas; de inmediato lo herví en la olla a presión y luego puse la mesa dispuesto a darme un suculento banquete con sus páginas.

Sobre el autor: René Avilés Fabila

Lógica - Rafael Blanco Vázquez


Uno de los esbirros del gran jefe le dijo a su compañero:
—Me gustaría escribir un libro.
—¿Tienes la historia?
—Sería la historia de un tipo que no soporta salir de casa y de otro tipo que no soporta estar en casa. El primero es un intelectual, un reflexivo, un solitario. La gente le da mocos. El segundo es un activo, un tipo que necesita estar haciendo cosas rodeado de gente. La soledad le da acidez. Ambos quisieran ser quien no son, o sea el otro. Pero a su vez no les queda más remedio que estar orgullosos de lo que son. Y en esta dicotomía se les va la vida.
—Mola tu historia. ¿Por qué no la escribes?
—Pues porque soy gángster.
—Ah, claro.

Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez

Camino de la locura - Daniel Fernández


No hay tregua en el camino de la locura, cuando las cuerdas que te sujetan cada vez están más tensas, y los cimientos de la cordura comienzan a temblar. La luz se hace más brillante, pero a impulsos, viene y se va, y cada vez son más largos los ratos a oscuras, y es cuando las manos de la sinrazón se aprovechan, te empujan de un lado a otro. En los pocos momentos de lucidez pides ayuda, pero el mundo está sordo y no atiende a tu llamada de auxilio. Ahora, todo está perdido, y las resbaladizas paredes del pozo ya no te dejarán salir. Nunca.

sábado, 15 de octubre de 2011

El hilo - Mónica Ortelli


Créanme que es extraño y fascinante a la vez. Mi cabeza es un globo. No hay cuello, apenas, una cuerda delgada que se alarga.
Conocí a una mujer a la que le pasaba lo mismo: la cabeza le subía por encima de las de los demás; caminaba, comía, atendía a sus pacientes –era médica-, con esa sensación. A veces —me contaba— temía que se le escapara por la fragilidad que adivinaba en lo que ya no percibía como cuello. Sólo estando en la cama todo volvía a su sitio, hasta que se levantaba otra vez. El marido, médico también, le decía que era cansancio; el psiquiatra, depresión. Dejé de verla por las vacaciones. Al regresar, supe que había fallecido. Algo súbito, dijeron.
¿Comprenden ahora por qué hace días que estoy acostada, verdad?

Sobre la autora: Mónica Ortelli
Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sátiro – Lucía Amanda Coria



Se desnudó con movimientos provocativos. Exhibiéndose sin pudor alguno. Espiando el estupor en los ojos desorbitados, fijos en su cuerpo.
—Te doy lo que querías maldito sátiro —dijo en voz alta—. Mira todo lo que quieras. Estoy harta de que me espíes todas las noches.
Se demoró ante el espejo, acariciándose. El hombre seguía  en la ventana, con la cara pegada a las rejas. Aferrado a los hierros con ambas manos, el rostro enrojecido, la expresión extraviada.
 Al fin, cansada de su propio juego, ella  se calzó sus primorosas chinelas. Desnuda cruzó la  habitación y fue hasta el enchufe. Desde allí miró con ojos seductores al intruso y luego desconectó el cable que electrificaba el hierro de las rejas.

Lucía Coria

Sin viernes – María Pía Danielsen



Eligieron un día de la semana. Fue el de Venus, diosa de la belleza y el amor. Viernes de almas y cuerpos desnudos. De confidencias largas, musas inquietas y labios fundidos sin tregua. De eternidad revestida de sueño, toalla, peine y cepillo.
Venus fue vertiente, acorde, puente.
Su ausencia mutó a pasión crucificada en el calvario del viernes santo.
La semana, huera de viernes, cubrió de añoranzas la figura de los amantes descarriados.

María Pía Danielsen

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

Inevitable - Claudia Sánchez



Sigue teniendo esa cara de buena gente con la que me conquistó. No es que esté mal, pero a veces no se puede complacer a todos.
Él no podía resistirse. Lo supe cuando, después de decirle que había leído su intercambio de correos con Lucía, con su mejor cara de cordero degollado y muy convencido, me dijo “no lo pude evitar”.
Estuve ensayando esa misma expresión para cuando la policía baje de la terraza y me pregunte por qué se suicidó.

Claudia Sánchez

jueves, 13 de octubre de 2011

Tedio - Rafael Blanco Vázquez


Nunca le pasaba nada.
Vivió en ciudades varias, países diversos, continentes dos. Trabajó de profesor, de traductor, de intérprete. Frecuentó a cineastas, escritores, músicos, escribió libros, cine, teatro, actuaba, producía, posaba para fotógrafos. Conoció el bullicio de la ciudad y la calma del campo. Tuvo épocas de mucho éxito con las mujeres y épocas de fracaso total. Conoció la brutalidad del deseo y la tristeza de su ausencia. Pero nunca le pasó nada.
¿Cómo quitarse de encima la plomiza sensación de que no pasa absolutamente nada?

Rafael Blanco Vázquez

Cambios en la programación – Fabián García


Lo aplastó un auto: el chofer iba mandando mensajitos de texto. Él, que iba hacia el supermercado, quedo abierto sobre la avenida. Temblaba. Abría y cerraba la boca, como los pescados. La sangre que perdía iba hacia el cordón de la vereda, y la gente la seguía con los ojos. ¡Era tan roja! Les pareció mas divertida que la tele, que el tipo que en el suelo se moría, apretando en la mano la lista de las compras.

Fabián García

Regresión - Federico Demarchi


Has entrado al laberinto, aunque no recordás en qué momento. Estás dispuesto a perderte por mil senderos distintos hasta dar con el monstruo. Sin embargo, conforme avanzás, las paredes ralean. Finalmente llegás a un descampado. Bajo el tibio sol caminás sin rumbo fijo. Cuando tu buen olfato te pone sobre aviso, te plantás en medio del valle y bajás la cabeza buscando tu espada. Pero no hay tal espada. Te dejás caer de rodillas. Se te hace agua la boca. El pasto tierno entre los dientes te enseña la libertad.

Tomado del blog Poesía y Microficción

martes, 11 de octubre de 2011

Welcome to wherever you are - Alejandro Bentivoglio


No tengo más que estos acertijos, este caminar por bosques que dan su aliento después del mar. Busco las palabras que no fallen, mis pasos que se quedan en equipajes de vuelos alrededor de mapas sin nombre.
No tengo más que estas cruces que marcan tesoros de leyenda, aventuras sin héroes que pilotean sus desgracias haciéndose paisaje de ceniza.
No tengo más que este buscar el oxígeno de la montaña más lejana, la más alta, allí donde cierro mis ojos y recuerdo, con el fervor de los devotos, tu sonrisa.
Alejandro Bentivoglio

La tarea de Anita - Andrea González

En la noche, Anita anda de puntillas en la alfombra. Atraviesa la habitación. Cruza la puerta. Sale al corredor. Cruza otra puerta. Sale a otro corredor. Cruza otra puerta. Sale a otro corredor. Cruza otra puerta. Cae en la palma de la mano de un palíndromo y se va a lavar la tina antes de que todos despierten.

Apocalipsis - Patricia K. Olivera

El servidor de la bestia espera, se acerca el momento; los acontecimientos se precipitaron, ésa maldita cruz caerá por fin y las puertas del paraíso quedaran abiertas.
Se hinca al notar la sombra de su amo merodeando, la bestia está impaciente; deseosa de arrasar con la hueste celestial, dejará su marca mientras arranca alas.
Patricia K. Olivera

Mimetismo - David Moreno


Pablo es un niño al que le gusta jugar con los árboles. Observa sus troncos, huele sus hojas, toca sus raíces. Aprende a imitarlos, incluso consigue mimetizarse con ellos. Su técnica es tan perfecta que ni sus padres le encuentran, aunque termina por aparecer cuando escucha las amenazas de ser castigado a su habitación. Un día, temeroso por haber cateado varias asignaturas, no lo hace y permanece escondido como él sabe. Sus padres buscan y buscan. Sin conseguir nada. Piden ayuda y toda la familia, todo el barrio y toda la ciudad escudriñan el bosque. Parece misión imposible. Un voluntario se cuelga de una rama y accidentalmente, la rompe. Pablo, cae al suelo con el codo roto.
David Moreno
Tomado de No Comments