—Mi hijo se llama Jacinto y es un mastuerzo. Mi hija se llama Rosa y es un cardo borriquero. Mi marido es un alcornoque se llame como se llame, que por cierto se llama Acacio. Y aquí me tienes, perdida como una niña en medio del bosque.
—Pues mi hijo se llama Perfecto y es un perfecto imbécil. Mi hija se llama Inmaculada y es más puta que las gallinas. Y mi marido, que me odia, se llama Amador.
—Ay, Angustias, de verdad. Qué vida ésta.
—Fíjate que la Consuelo no para de llorar porque su hija le ha puesto a su bebé Iluminado y ahora resulta que el pobre es ciego.
—Yo es que vamos.
Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez
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