El plan se trazó durante muchas noches: tras un discurso de furor patriota, el Candidato sería asesinado: sería mártir de un Partido que otras noches había sometido Anónimos a torturas indecibles.
El Candidato bajó del podio y recordó el brindis donde pactó con el Partido su propia muerte y la gloria. Oyó el disparo: su corazón como estampida de una turba. Cerró los ojos.
Los abrió de nuevo. No estaba junto al podio; su corazón aún trepidaba. Vio en la oscuridad una puerta abrirse, en el reflejo de la navaja su rostro parecía el de otro; con terror supo que el martirio le costaría una tortura Anónima cada noche, para siempre. La navaja se incrustó en su pecho.
Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/
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