lunes, 30 de diciembre de 2013

Encuentro en la cumbre – Sergio Gaut vel Hartman



—Lo que importa es el corte final —dijo Ingmar.
—Disiento —dijo Orson sacudiendo su habano—. Si la cosa viene mal barajada no hay Cristo que la pueda arreglar.
—¡Cristo! —vociferó Luis—. Me junto con ustedes para oír hablar de Cristo. ¿No podemos dejar de filosofar y hacer lo que vinimos a hacer?
—No se alteren —dijo Woody, encogiéndose en la silla—. Y por favor no griten.
—Da Luis —dijo Orson—. Y espero que me toquen mejores cartas que la última mano.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

Osiris, rey - Candela Robles Ávalos


El culto del Cuerpo de Osiris era dirigido por la familia Zafirat. Lo que hacían era ayuda a los pobres, refugio a los necesitados, donaciones a los hospitales y museos. Sólo eso impedía que el cinismo de los medios recayera sobre ellos por la palabra culto. Las continuas visitas del público ayudaban. Después de todo, ellos no sabían los caminos subterráneos que llevaban a la cámara secreta. También varios miembros lo ignoraban. Era fácil justificar la unión de la humanidad que fundaba el cuerpo, siempre que no vieran los actos incestuosos entre padre e hijo, madre oficiando la ceremonia. Habría sido difícil convencer a las personas que fue el muchacho quien incitó todo el rito y los guiaba en su composición.

Acerca de la autora:  Candela Robles

La pesadilla de Fermín - Christian Lisboa


La peor pesadilla del ministro de bienes nacionales no era aquella en la cual un peso asfixiante aprisionaba su cuerpo en la oscuridad. En su sueño recurrente más temido, un delincuente de poca monta corría con una pistola en la mano, apuntando a todo el mundo. Fermín Alcayaga huía por calles oscuras y llegaba al linde del bosque, en el cual se internaba. A poco de andar, se encontraba con un gorila y temiendo ser atacado, comenzaba a retroceder lentamente. Pero el gorila era hembra y se acercaba cariñosamente a Fermín, quien terminaba acostado con ella sobre los helechos. La pesadilla terminaba bruscamente cuando un gran chimpancé se acercaba, vestido como un gentleman, con una biblia en una mano y una escopeta en la otra. Fermín no sabía si sería ajusticiado o sería obligado a casarse con la mona y despierta reconociendo al simio: su nombre era César.

El autor: Christian Lisboa

sábado, 28 de diciembre de 2013

Todo profeta sabe dónde está su whisky – Héctor Ranea


La obra dejada por Kirlian Josephson: miríada de cuentos brevísimos, plétora de poemas que nadie podrá recordar, ensayos ensayados pero nunca finiquitados, un impresionante muestrario de novelas comenzadas hasta el punto de saber cómo iban a terminar. Esto afligía al prolífico escritor, pues conocer el final lo inhibía de seguir su escritura. En efecto, razonaba: si sé cómo termina, cualquiera podría adivinar el final mediante la lógica, el álgebra, la teoría de fractales y la asociación ilícita de Freud, todas cosas archiconocidas por mis lectores, bastante escasos, por cierto.
La dulce Ariabella conoció poemas dedicados a ella, pero los recibió con la misma alegría con la que recibía el vaso de escocés enfriado (no toleraba el hielo) que usaba como aperitivo. En ese sentido, K-J no llegó a ser profeta en su tierra ni falso dios de falsos profetas. Quien pueda leer, que lea y entenderá de qué hablo.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

martes, 24 de diciembre de 2013

Tonantzintla – Héctor Ranea


El volcán duerme, la volcán se desnuda, el meteorito cala hondo en la embocadura del caldero, la tierra se estremece. Todo visto desde tan lejos parece ser una película muda.
La lava de la volcán se derrama. Con seguridad ahí va también el meteorito, fundido en los estertores de la montaña desnuda.
Poco después, todo ya en calma, el volcán despierta, seguro de ser el dueño de todo.
Tonantzintla se despierta con una sonrisa y el bullicio de los chicos masticando golosina de caramelo con cacahuate.

El Autor: Héctor Ranea

Foto: HR

Un cuento más - Sergio Fabián Salinas Sixtos


Llegué a París de vacaciones con un morral y mi ejemplar manoseado de Rayuela bajo el brazo. El morral contenía: una muda de ropa, una libreta de apuntes, estilográfica, un frasco de tinta verde y un guijarro blanco. La piedra era una ofrenda del jardín de mi casa para la tumba de Cortázar. En un café ordené: un croissant y café con leche. Desplegué el mapa de París sobre la mesa y busqué con avidez el Pont des Arts: "¿Encontraría a la Maga?". Sabía que no; pero sería delicioso soñar despierto: hallarla y hablar con ella hasta que París sea una fiesta.

Acerca del autor:

Supuestos Desastres - Virginia Cortés


A – Es todo muy interesante, pero si me disculpa usted, debo retirarme; la naturaleza llama…
B – Ah, claro. Desea usted ir al toilette, por supuesto.
A – No aclare, discúlpeme y listo.
B – Por supuesto.
A – ¿Y?
B – ¿¿Y qué??
A – ¿¿¿Y me disculpa o no???
B – ¡¡¡Que sí, que por supuesto!!! Vaya de una vez o nos va a dejar el charquito acá nomás. El charquito… ¿entiende?
A – Sí, sí… no aclare que oscurece.
B – No soy yo. Se acaba de cortar la luz.

Sobre la autora:
Virginia Cortés

Estupor - Mayda Bustamante


Luna llegó temprano como no acostumbraba, llegó a ese café del Madrid de los Austria donde en más de una ocasión se había encontrado con Adolfo a desnudar sus almas. Ocupó una mesa, la de siempre, y por primera vez observó que estaba rodeada de espejos. Dirigió la vista hacia uno, el de enfrente.
Luna sabía, ¿sabrá?, que no podía cumplir las expectativas de Adolfo. Era consciente de que algo le tenía que decir esa noche. Amaba su brillantez, su energía, su inteligencia, su lucidez, pero experimentaba la certeza de que su cuerpo no podría nunca encontrarse con el suyo.
Del estupor pasó al temblor porque mientras se miraba intensamente al espejo, deseó con fuerza transformarse en eso que Adolfo necesitaba.

Sobre la autora: Mayda Bustamante

domingo, 22 de diciembre de 2013

Otorgar valor – Cristian Cano


“La profundidad de una melodía es proporcional a la condición humana. Siendo que en su principio las melodías quisiesen no decir nada.” No hablo de sólo saberla contemplar y otorgarle un lugar, digo de estar a la altura y ser consecuentes de su resonancia en nuestra vida. Cierto esto, mucha más emotividad en una misma melodía percibida por alguien bajo los avatares de la vida. Por consiguiente, muchas más vibraciones emocionales en la composición de una persona controversial y penante.
Sobre el autor: Cristian Cano

Sobre la importancia de las oraciones y las conjunciones copulativas - Ginés Mulero Caparrós


La inocencia del recién nacido no sabe de escatologías al regalar el contenido del pañal a aquel ser llamado madre. La mujer de la vida hace con dos dedos una pinza sobre la nariz, desprecia la dádiva dejando el ser y el estar y el parecer del neonato con el atributo al aire. Ignorándolo en otro portal de mala muerte, se marcha a su cuchitril y llora, y aparta el visillo de la ventana, y… mirando al mundo, se abandona al té esperando la noche más fría del universo… Y bisbisea. Y reza. Y es entonces que baja a buscarlo.

De Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós

Diario de peregrinos pajueranos pentecostales – Daniel Alcoba


El siete de noviembre entramos en Cochabamba con el Zurdo, disfrazados de otros. Íbamos de derviches giróvagos, moviéndonos como trompos dormidos sin parar de cantar los versos de al-Rumi mediante altavoces diminutos que ocultábamos en los turbantes (ignoramos el árabe y los derviches son letrados místicos).

El ocho buscamos el potrero del Diario de Bolivia, expuestos a las garrapatas como el comandante. Había también mosquitos, jejenes y zancudos. Y una rata, que se comió la puntera de la bota y un pedazo del dedo gordo derecho del Zurdo. (Debió dormirse durante la guardia, algo que sin duda nunca admitirá.) Esta es una baja que nos infligió una rata el nueve.
El diez de noviembre el Zurdo, con la bota agujereada en la punta y el pulgar vendado, llamaba la atención como un caballo con bufanda; esta vez la de perros cimarrones que se lo almorzaron, comenzando por el pulgar.

Acerca del autor:

viernes, 20 de diciembre de 2013

Instrucciones para mi entierro – Jordi Cebrián


No habrá oraciones en mi entierro, sólo los salmos antiguos que adjunto a esta carta. No habrá plegarias, pero podrán venir los reyes y los sacerdotes a llorar por mí. Quiero un panteón de mármol, sin imágenes ni inscripciones, con mi tumba en el centro. Quiero canciones cuando llegue el invierno. Quiero olor de incienso, con aroma de almizcle. Quiero 13 velas a mi alrededor, siempre ardiendo. Quiero las más hermosas doncellas del templo velando mi féretro, que se turnen para que en mi panteón siempre haya alguna virgen. Y la tapa debe abrirse desde dentro, para cuando tenga hambre.

Tomado de: Cien Palabras

Acerca del autor: Jordi Cebrián

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tiempo eléctrico – Sergio Gaut vel Hartman & Ana Caliyuri


La mujer dormitaba, mientras en su mente se reconstruían los episodios ocurridos cuando tenía veinte años. Pero los recuerdos no venían solos: un suave zumbido ronroneaba en sus oídos, acompañado por una sensación de textura eléctrica, como si estuviera volando por debajo de una línea de alta tensión. Inmersa en un sopor semejante al que se logra con un baño de inmersión, Karla esperó que la sensación pasara y mientras lo hacía, trató de anclar en una imagen positiva, agradable. No pudo concentrarse en el rostro de sus hijos, ni en el de su esposo. Intentó relajar los músculos (que cada vez denotaban más tensión) y visualizó un prado virgen. Pero, nada cambiaba.El zumbido persistía. La luz que aparecía y desaparecía. Un flash, el shock, y finalmente la voz del médico: 
La hemos resucitado Karla. Tranquila. La trasladaremos a la sala de cuidados intensivos.


Acerca de los autores:
Ana Caliyuri
Sergio Gaut vel Hartman

Miedo a escribir – Jordi Cebrián


Tanto tiempo sin escribir. Tantas veces intentándolo. Tan extraño presentir que la imaginación tiene tuberías que pierden, que las imágenes llegan turbias y borrosas. Acaso está todo dicho, acaso no quedan cuentos por contar, la ficción y lo real fundidos ya en pantallas tridimensionales. Y también la vergüenza de saber que cada pequeña historia estaría mejor contada de otro modo, con otras proporciones. El miedo a salir ahí fuera con algo vulgar, que no mejore el silencio ni el monitor en blanco. Y ponerme a prueba, soñar a hombres perderse en ciudades extrañas, buscando verdades, sabiendo que morirán o matarán.

Tomado de: Cien Palabras

Acerca del autor: Jordi Cebrián

Delirios extrafalarios - Raquel Sequeiro


Se sentó en el borde de la acera, se estiró las orejas, se lamió un par de veces la herida de la pata. No sé si era un perro o un hombre. Cuando llegué de la luna vi tantas cosas raras acá abajo que me decidí a correr y volver a mi nave. Yo podía ser un perro verde, pero nunca descansaba en las aceras como si tal cosa.

Sobre la autora:
Raquel Sequeiro

El hijo de Lucifer - Anna Rossell


Tomó conciencia de sí envuelto en una mínima película de cartílago transparente. El óvulo era un lugar cálido y pestífero; el vínculo con el exterior, pésimo. Sumido en mística levitación invocó a su icono de ébano. Una rápida y bárbara descarga de látigo lo liberó de su cáustico encierro: nacía el primer vástago de Lucifer, fruto de una sórdida unión provocada por un estímulo maléfico. –“Me gusta la temática, es válida”, sentenció el director de publicaciones, “desarrolla el capítulo y mándamelo”.

Sobre la autora:
Anna Rossell

Foto: Héctor Ranea

sábado, 14 de diciembre de 2013

Pedúnculo de los cuatro universos — Daniel Alcoba


Si Dios fuese el pedúnculo de los cuatro universos de nuestro huevo cósmico de vidrio rojo, ¿para qué trabajar con dos misterios o incógnitas?
Un campanario nos basta. Lo llamaremos universo luz, propone el agnóstico positivista.
No, a esa única incógnita la llamaremos el Dios Único, sentencian desde Jerusalén, Roma, La Meca, Llahsa, Benarés, rabinos, presbíteros, mullah, gurúes —el libro en mano y el acertijo en la lengua—.

El Autor: Daniel Alcoba

jueves, 12 de diciembre de 2013

Un bosque de almas – Raquel Sequeiro


Estamos aquí. No somos los mismos desde que te fuiste. Las jaulas están abiertas, pero nadie quiere salir. El aire es denso, irrespirable, corrompido por muchos gases que nos impiden respirar sin las máscaras. Todos esperamos. Esperamos tu regreso y la salvación. Cada vez queda menos aire limpio en las bombonas. Se están produciendo mutaciones y tenemos que matar. Estamos reducidos a la última sala, se nos acaban las bengalas para destrozar a esos monstruos; nuestros amigos, nuestros padres, nuestros hijos.

Acerca de la autora:

martes, 10 de diciembre de 2013

El universo memorable de DieStunden – Daniel Alcoba


Otto Friedrich DieStunden, psiquiatra de la Escuela de Viena, postuló hacia 1920: los recuerdos de todo ser humano sobreviven a su poseedor. Las personas mueren pero sus remembranzas no. Más aún: DieStunden sostuvo que las evocaciones son indestructibles; es decir, eternas. Y que la suma de las memorias de todos los muertos configura un universo memorable UM que es sedimentario, del cual la historia de la literatura es fractal.
Sócrates y Platón, arguyó DieStunden, sostuvieron que conocer era recordar porque consiguieron contemplar los recuerdos más cristalinos del UM, que uno verbalizó y otro puso por escrito, aderezado con su propia salsa.
¿Dónde van nuestras imágenes eternas cuándo el yo que ellas constituyen y al cual no consiguieron sustraer a la muerte se dispersa en el océano universal? cuestionaban sus detractores.
Se quedan con nosotros –sostenía DieStunden–, constituyen la parte insensible del universo real, la fuente de toda intuición.

Acerca del autor:
Daniel Alcoba

El más acá - Cristian Cano


El avión que alquilamos se apagó en pleno vuelo. Cuando caímos en picada, Yanina, en lugar de gritar y sostenerse de su butaca, llamaba al 0800 y puteaba con la boca de una persona criada a la que te dije. Mientras el piloto se partía los brazos intentando nivelar, vi una formación de patos que se reían de la situación: deduje que en esos instantes críticos las realidades e ideas terminan por tergiversarse. Nosotros también cambiamos en el límite ¿o no? Cambiamos y trastocamos su lado predominante. No olvido la risa del pato. Tampoco a las víctimas del accidente.

Acerca del autor:
Cristian Cano

Abducidores de textos - Roberto Yamakata


Regresaba de un viaje de negocios cuando extravió la ruta, convirtiendo aquella noche en inolvidable. Hizo intentos de corregir el error, pero fue derivando hacia calzadas menos importantes, hasta que detuvo su auto en medio de la nada. Estaba decidiendo qué hacer cuando algo cubrió la escasa luz que filtraban las nubes y los árboles, haciendo mayor la oscuridad que lo envolvía. No sintió cansancio, solo un mudo terror y no sabiendo qué hacer, no hizo nada, expectante de lo que ocurría, pues si algo sabía es que fuera lo que fuera, estaba sucediendo. Cuando lo espantoso, lo terrible, lo innombrable se retiró, él se recuperó y encontró el camino de regreso. Jamás mencionó el suceso, aunque hizo revisar su automóvil y se realizo chequeos médicos. Lo único diferente después de esa noche fue que todos los libros y carpetas que portaba quedaron en blanco.

Acerca del autor:

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El intruso – Luciano Doti



Los perros vieron una luz potente en el campo y comenzaron a ladrar. Un raro espécimen apareció en medio del resplandor y caminó hacia el casco de la estancia. Alertado por los ladridos, el capataz salió a enfrentarlo. El intruso, advertido de su superioridad física, no se dejó intimidar; si el informe de inteligencia era correcto, nadie en la Tierra podría vencerlo en la lucha cuerpo a cuerpo. Pero el informe contenía algunas omisiones; los terrícolas no peleaban siempre cuerpo a cuerpo, menos para defenderse del ataque de un desconocido en plena noche.
Eso lo supo cuando sintió que la munición del Remington le perforaba el corazón.

Sobre el autor: Luciano Doti

Así - Ériq Sáñez


Recuerdo cuando estábamos sólo ella y yo. Hoy viene un pendejo y se la jode como si nada. Yo la ayudo a poner a raya al bruto que se consiguió después de mí pero no siempre puedo. Cuando tomamos acabo recordando que una vez, ya muy borracha, dijo que lo que falló fue que era demasiado tierno y que, aunque la tuviera dura como poste, nunca se la di como deseaba. "Yo hubiera hecho lo que me pidieras. Sigo con él porque me da por donde se le antoja." Se lo recuerdo y me responde que no lo dijo con mala intención; que, sencillamente, rompimos porque no la amaba así. Entonces me dan unas ganas terribles de embestirla pero no sé cómo. Pago su cuenta, la llevo con él. Llego a mi casa y golpeo a mi esposa, así, sencillamente.

Acerca del autor:

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ciclo de venganzas – Sergio Gaut vel Hartman


Franz Kafka despertó convertido en un monstruoso escarabajo; la venganza de Gregor Samsa se había consumado. Y no solo esa. Ahí estaban también Ernest Hemingway, recostado contra una pared, borracho, tratando de calzarse unos zapatos de bebé demasiado pequeños; Huang Tsu aleteando como loco contra el vidrio de la ventana, y el dinosaurio, devorando a dentelladas muy poco escrupulosas al mismísimo Augusto Monterroso. Llorando amargamente, Kafka añoró sus épocas de escritor, cuando sufría sin medida y eso lo llenaba de felicidad. En fin, reflexionó, hay que resignarse, sacar lo bueno de lo mano, como escribió alguna vez Robert Penn Warren. De pronto su olfato detectó algo que no esperaba. ¡Maravilloso! El dinosaurio y él serían grandes amigos. Se acercó al gigantesco animal y dijo carraspeando:
—Perdón, ¿me permite?
—Es toda suya —respondió el dinosaurio. Kafka sonrió; era muy pesada, pero el esfuerzo valdría la pena. Empezó a empujar.


Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Escalerista de Hamelin - Raquel Sequeiro


Tenía una escalera de mano y una flauta, por tal cosa lo conocían como el flautista de Hamelin en Hamelin y como el escalerista en Escalania, la ciudad de todas las escaleras mutantes. Nunca usaba la flauta; otro cantar eran las escaleras: había que subirlas y bajarlas un ciento de vesces al cubo hasta conseguir tu propia escalera, lo malo es que cambiaban de lugar constantemente, y no hablemos de la flauta: mil horas de sueño le costaría conseguir los agujeros.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro

Ante litteram – Héctor Ranea


Cuando el escritor de ciencia ficción Epuleio Aleaiiacta Zóster, del poblado de Tíber al puente, se percató, dijo:
—¡Basta, caramba! Esto así no va más.
Y se puso a destapar la bombilla del mate. De inmediato, advirtió que había abierto la caja de Pandora, cuanto menos, pues, en efecto, de las fauces casi clausuradas del adminiculo salieron animalículos más raros y prestigiosos que los del libro de Borges.
A medida que la savia negra brotaba de los extremos de esa anfisbena metálica, Epuleio se regodeaba en un próximo cuento en el que unos extraterrestres dejaban un mate criollo a un joven noble romano del imperio de Heliogábalo, el cura grosero.
Pero cuando terminó de limpiar su instrumento, ya lo había olvidado.

Sobre el autor: Héctor Ranea

sábado, 30 de noviembre de 2013

Ahí duermen los sueños – Héctor Ranea


El señor Demián Ñocorpi, esa mañana tan placentera, se asomó a su ventana que da al Norte y gritó:
—¡Tetas!
Asomó en su comisura labial, entonces, una sustancia parecida al café que acababa de beber y volvió a gritar desaforado por la ventana gemela al Sur:
—¡Tetas! —maravillado, extasiado, complacido.
Pero era todo un sueño. Seguía en la taza el café, él en la copa del sostén vacío, las tetas volando y no por la ventana sino por el ventilador del baño y un pájaro negro parecido a un cuervo que daba las gracias desde el somero sueño, por cierto fervor nocturno inconfesable del señor Ñocorpi.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Canción de invierno - Esteban Dublín


Una mujer se había enamorado de la lluvia. Se ilusionaba con los nubarrones, se alegraba con la llovizna, se excitaba con los aguaceros. Añoraba el invierno durante todo el año. Cuando llegaba, salía a las calles, se sentaba en el prado helado de los parques y escribía sus cartas de amor en medio de la tempestad. Por supuesto, vivía enferma y sus padres le prohibieron las salidas al frío de los temporales. Rebelde, sin embargo, una noche de diluvio escapó de casa buscando el origen de los truenos. Murió sumergida en un lago al que se lanzó para emular la imagen de las gotas rebotando sobre el agua. Nunca encontraron el cuerpo. Algunos dicen que se transformó en rocío y que se la escucha cantar cada vez que cae granizo.

Tomado del blog:
http://estebandublin.blogspot.com.ar/

Sobre el autor:
Esteban Dublín

Un sueño - Olga Appiani de Linares


Anoche soñé con mi padre. Había plantado campanillas en la casa vieja y me decía que ojalá fueran aquellas azules, aterciopeladas, que tanto me gustan. Tuve ganas de decirle que estaba muerto, que el jardín ya no existía, que cómo podía crecer nada de ese lado de las cosas. Pero en vez de eso le tomé la mano y así, juntos, nos pusimos a esperar que florecieran.

Tomado del blog:
http://olgalinares.blogspot.com.ar/

Acerca de la autora:
Olga Appiani

jueves, 28 de noviembre de 2013

Asterión no tiene casa - Salomé Guadalupe Ingelmo


Siete de julio: le esperan. Viste de blanco resplandeciente. Al cuello, pañuelo rojo sangre: invitación para el redentor bronce.
El hombre querría volver a casa tras la oficina, cenar apaciblemente con su familia. Pero él no tiene hogar sino laberinto… El animal, encelado, sólo desea embestir, consumar el sacrificio. Si no el propio, uno ajeno. Se debate: instinto o conciencia, rebelión o mansedumbre... Alguien lo imaginó así, dividido, hace siglos. ¿Será posible reescribir el sino?
Soy Asterión, el minotauro. Encerrado en mi prisión sin cerradura, indago sobre mí mismo… Y me pregunto qué naturaleza veis vosotros al mirarme: animal, hombre...

Acerca de la autora:
Salomé Guadalupe Ingelmo

martes, 26 de noviembre de 2013

Martes – Jordi Cebrián


No es casualidad que su nombre provenga del dios de la guerra. El martes es día de armas airadas, el día en que las enemistades brotan, y en que las amistades mueren. Si uno es herido en martes con un cuchillo, es más difícil sanar, y la sangre derramada demanda de otras sangres y otras heridas. Si los jefes de estado se llaman ese día, se liará seguro. En algunas ciudades, si dos hombres se pelean siendo martes, nadie debe estorbarles: les rodearán y animarán gritando a su favorito, y dejarán que la fuerza y el coraje decidan el final.

Tomado de: Cien Palabras 
Acerca del autor: Jordi Cebrián

Foto: Héctor Ranea

Lunes – Jordi Cebrián



Quedó atrás el fin se semana, otra vez la rutina, el despertarse pronto, el arrancarse con la ducha los restos de las pesadillas adheridas, el desayuno que no sabe a nada porque aún no somos nosotros. Ese día gris en el que el trabajo no avanza. Los ladrones no roban en lunes, pues saben que empleados y clientes estarán de mal humor. Los jefes de estado procuran no llamarse, para no liarla. En algunos países los lunes se consiente que la gente hable mal de los demás, e incluso se considera de mal tono ofenderse si ese día te insultan.

Tomado de: Cien Palabras
Acerca del autor: Jordi Cebrián

Foto: Héctor Ranea

La luna destrozada - Cristian Cano


Abrir la ventana y mirar la Luna desmoronada: trozos inmensos intiman y rocas pequeñas orbitan como abejas en su panal. No es como cuando era chico. Ahora se siente desamparo. ¿Qué le hicimos a la Luna? ¿Quiénes fueron los mentores de semejante estupidez? Antes de acostarme intento juntar los pedazos dentro de un círculo que formo con el índice y el pulgar. Los encierro para recordarla. Trato de encontrarle un sentido y lugar a la culpa.

Acerca del autor:
Cristian Cano

domingo, 24 de noviembre de 2013

Atrapado sin salida – Sergio Gaut vel Hartman


Fue una mañana aciaga. Me quedé sin Internet cuando debía ratificar un pasaje aéreo o lo perdía; cortaron la luz y se cayó la línea telefónica, por lo que tuve que bajar quince pisos antes de enterarme que el apagón era general. Para colmo de males, al llegar a la plata baja encontré la novedad de que habían entrado ladrones al edificio y tras asesinar al encargado andaban por los pisos saqueando todos los departamentos. Una situación kafkiana, pensé en algún momento. Y solo existe una persona en el universo que entiende de esto.
—Dígame, Franz, ¿cómo se sale de una situación kafkiana?
El escritor me miró con esa mezcla de desconcierto y susto, tan propia de él, y respondió con lágrimas en los ojos.
—Quisiera ayudarlo, joven, pero me resulta imposible; yo nunca resolví ninguna de las situaciones que planteé en mis ficciones.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Feliz inquietud – Daniel Alcoba


La muerte tira de nuestros pies desde que somos niños. La tierra quiere hacernos cuerpo suyo, pretende confundirnos en su centro. Esta es la base de mi inquietud feliz, la dura condición de la dicha a mi alcance. Y también es el nudo macabro, a ratos místico, de un eventual bolero. Un instante fantástico, en el cual no sabemos hasta donde ha llegado el goce de ella, dónde comienza el nuestro; el punto en que su pelvis se convierte en la nuestra.

Acerca del autor: Daniel Alcoba

Ilustración de Gary Pullin

Zeus - Raquel Sequeiro


Amorosamente se abrazó a mis rodillas e imploró. Yo… Yo sólo era un dios que apenas se sostenía en el Olimpo, porque nadie creía ya en los dioses. Niobe se echó a llorar: después de pedirle sus favores a faraones, rajás y meritorios Elixires, y después de consultar al Oráculo de Delfos, allí estaba, y ese estúpido se empeñaba en la no manifestación.
Pues bien, Júpiter, si prefieres el nombre romano te lo concedo, lo que pasa es que no tengo cabida en el mundo si sigo midiendo dos metros veinte.
¿Qué te dijo el oráculo? —La pitonisa era lerda. El dios se sirvió otra copa de vino. Zeus Altitonante, ya en la puerta está escrito el secreto.
¿Entonces qué me pides? bramó el dios.
La pequeña Némesis no dijo nada; tiempo era de recuperar su lugar entre los hombres.

Acerca de la autora:

Las noches perdidas - Esteban Dublin


Presa aún de los sueños eróticos, suele sucederme que horas previas a la madrugada, me imagino amando a una mujer distinta a la que duerme conmigo. Los roces suculentos, las caricias atrevidas, los besos prohibidos. En pleno goce quimérico debajo de las sábanas, me despierto replicando los movimientos que ejecuto en mis sueños. Es así que la oscuridad de mi habitación se ha terminado convirtiendo en testigo presencial de una realidad que segundos u horas antes, no lo sé ya que me es imposible determinar el tiempo exacto de los sueños, solo sucedía en mi imaginación.
Ahora mi esposa no se me insinúa en las noches como solía hacerlo años atrás, pero sí he llegado a escucharla rezando entre murmullos, rogando para que vuelva a soñar esa noche, así no sea su nombre el que pronuncie.


Tomado del blog: Los Cuentitos
Sobre el autor:  Esteban Dublín

viernes, 22 de noviembre de 2013

Amando en círculos - Isabel María González



Prisioneros de su esfera se enamoraron entre sí: Teresa de Álvaro, Álvaro de Lucía, Lucía de Teresa. La esfera se convirtió en un círculo vicioso de amores imposibles y de tic-tacs desesperados. Teresa sólo cruzaba con Álvaro incompletos te quieros de un segundo, sin ni siquiera reparar en el amor de Lucía siempre la estaba esperando al tiempo que rechazaba delicadamente a Álvaro. Sus caminos circulares cruzaban encuentros y despedidas inevitablemente y parecían condenados a un adiós concéntrico e inacabable. Hasta que se acabaron las pilas.


Sobre la autora: Isabel María González

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El muñeco de la pieza - Cristian Cano


Espero a que apague la luz y se acueste para empezar. Cuando la penumbra es plena aprovecho la claridad de la Luna. Cierra los ojos y comienzo a girar cabeza muy despacio. No quiero que me descubra. Milímetro a milímetro tardo casi una hora. Cuando escucha ruidos cree que son los gatos en el techo, pero en realidad es el crujido de mi cuello: ruido plástico a juguete. Los silencios ahuecan y me sobra para seguir con la labor de la cabeza. Hasta que lo puedo ver: mira televisión y tiene el control remoto en la mano. No sabe que estoy vivo. No tiene idea de que lo vigilo todas las noches. Porque tengo los ojos pintados y el pelo arremolinado. Con los dedos duros y una sonrisa congelada, lo miro desde el rincón.

Acerca del autor:
Cristian Cano

lunes, 18 de noviembre de 2013

Magia - Sergio Fabián Salinas Sixtos


El mago apuntó la varita mágica al público y dijo:
—¡Abracadabra patas de cabra!
Una nube de humo blanco inundó el teatro y los espectadores desaparecieron en el acto. Rascándose la cabeza, el mago contempló perplejo los asientos vacíos del silencioso teatro; mientras que los espectadores miraban sorprendidos el solitario escenario.

Sobre el autor:
Sergio Fabián Salinas Sixtos

Juego de historias - Sergio Fabián Salinas Sixtos



Una vieja leyenda, invita a encender cien velas y narrar un cuento de terror por cada vela encendida. Al concluir cada historia, se apaga una vela. Se dice que en la narración número cien (en la oscuridad total), un fantasma aparecerá. Alicia contó la última historia y apagó la vela; pasaron los minutos y nada ocurrió. Me levanté y encendí la luz, fue entonces cuando todos comenzaron a gritar.

Sobre el autor:
Sergio Fabián Salinas Sixtos

sábado, 16 de noviembre de 2013

Una de virus – Héctor Ranea


—¡Excelente idea, Dr. Iks! Ahora podremos tener control sobre el rechazo de los órganos trasplantados, esos… ¿Cómo los llamó usted? —dijo el Dr. Zed, exultante.
—Retrovirus XK14 —respondió un enorgullecido Iks.
Su idea había sido, nomás, tan brillante como se la había imaginado a la noche en su cama. Se podría programar el ADN de un virus para que bajara controladamente las defensas del organismo ante un cuerpo extraño como un órgano trasplantado y de ahí ir controlándolo hasta que fuera virtualmente imposible que se gestara el rechazo, lo que, a su vez, desactivaría los virus.
—¿Para cuándo dice que va a tener lista la cepa? —preguntó el Dr. Zed ansioso por probar la nueva técnica—. Tengo programadas dos operaciones de trasplante en chimpancés.
El Dr. Iks empezó a soñar con el Premio Nobel.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Vivir sin etiquetas - Isabel María González


Resulta que decidí, en mi corto paso por este mundo mortal, ser libre, probarlo todo. Quise vivir sin esquemas, sin prejuicios y sin género: me llamé Luís, me llamé Antonia; fui hermosa y atractivo, fui amado y adorada, fui feliz y desgraciada, fui estudiante, parado, casada, divorciado, morosa, madre y padre al mismo tiempo, y finalmente sin techo.
Sorprendidos mis congéneres estudiaron mis hormonas, mis genes, mis cromosomas: Género neutro, dijeron. Yo lo llamo ser humano.

Sobre la autora: Isabel María González
Ilustración: Gala Moscoso

Fukushima - Jesús Ademir Morales Rojas


El terremoto lo despertó: la planta emitía su cotidiano llamado. Se arrastró entre las ruinas hasta que llegó al ingenio al rojo vivo. La grieta emitía un humo fosforescente. Se arrojó allí sin pensarlo. Su último pensamiento: mañana le tocaría a otro, pero esta vez, la fortuna fue solo para él.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Mejor - Roberto Yamakata


Hoy fue el mejor día de mi vida. Me aumentaron el sueldo. La mujer que amo me dijo que me ama, me informaron que gané una fortuna con la venta de uno de mis libros. Solo que a la noche, sonó el timbre y al abrir la puerta, un señor con barba me dijo: "¿Qué tal tu primer día en el Paraíso?

Acerca del autor:
Roberto Yamakata

jueves, 14 de noviembre de 2013

En una rama – Héctor Ranea


“A ver —digo. Tal vez encuentre aquí lo que perdí ayer durante la madrugada”. Saqué la mano, hurgué a tientas. Del otro lado reinaba la oscuridad. Enfrascado como estaba, el contacto con algo suave, peludo y pequeño me llegó tarde al cerebro. “¡Es él!” —exclamé. No tuve que forzar nada, por suerte, lo tomé del lomo, lo alcé y lo traje; de ese lugar sólo vino con las patas algo húmedas. Mi gato estaba, por suerte, de regreso en casa.
El felino estuvo mirándome y sólo faltó que hablase. Justo cuando pareció dispuesto a hacerlo comenzó a desaparecer del árbol donde había saltado, asustado de verme. Lo último que se fue de él, el morro, se dibujó en mi mente como una sonrisa.
“¡Absurdo, Alicia! ¡Los gatos no se sonríen!” Me dije.

Sobre el autor:  Héctor Ranea
Ilustración: Gala Moscoso

lunes, 11 de noviembre de 2013

Cautiva - Diana Sánchez


La cintura se ajustó en el portaligas, prisionera.
Los pezones acobardados volvieron a erguirse, como la cobra al oír el sonido misterioso.
Agonizantes de sueños inconclusos, los ojos hicieron un último esfuerzo.
Se estremecieron las rodillas, musicales.
Y los dedos extendieron ilimitados una plegaria al crepúsculo sangrante.
El pelo despedazó la espalda en un latigazo rubio.
Atravesaron sutiles los pies, palomas de humo, todas las calles y todas las veredas.
El parque se perdía en el límite de las hojas. Entonces, ella se sentó a esperar.
Y un murmullo de violetas desnudas fue creciendo sobre la dudosa penumbra de la luna.

Sobre la autora: Diana Sánchez

viernes, 8 de noviembre de 2013

Sirena - Jesús Ademir Morales Rojas


La Estación Espacial Internacional recibió aquel llamado desconcertante desde la Tierra, justo antes de ser derribada. Los astronautas desesperados hicieron lo posible por sobrevivir al abrupto amaraje. Aguardaron durante mucho, flotando y aferrándose a los restos de la estructura inservible, hasta que las olas los arrojaron a una costa. Caminaron, buscaron. Pronto llegaron a las instalaciones en ruinas. Cuando los ingenieros salieron a recibirles, lo entendieron todo: avanzaron resignados hacia el interior de la planta nuclear, escoltados y vigilados por aquellos rostros de luz. La grieta luminosa aguardaba y emitía de nuevo su llamado al cosmos.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nada de soñar con caras extrañas – Héctor Ranea


—¿Una araña que vuela? ¡No seas tonto! No existe un animal así. Dormite —dijo ella con fastidio.
Mientras, una araña voladora estaba transportando su cama, con ambos dentro, al nidito tibio donde había puesto trescientos huevos y un huevo. Él sonrió calladamente: “Cuando se dé cuenta, mi mujer se va a tener que callar la boca esta vez”.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Ludopatía divina - Isabel María González


No podía entender las constantes victorias de su adversario: dos milenios imbatible le habían convertido en uno de los seres más poderosos de la Tierra.
Convencido de sus trampas, Charles intentó denodadamente descubrirlas sin resultado alguno: consiguió millares de discípulos que, convencidos como él de que aquéllo no podía ser una cuestión de suerte, le apoyaron en sus pesquisas para desenmascarlo.
Su contrincante insistía en que no había trampa ni cartón: él era un dios, el único, creador del Cielo y de la Tierra, eterno ganador. Sin embargo, temeroso de ser descubierto, encomendó a un emisario de su confianza la tarea de difundir su estatus divino y contrarrestar así la fuerza que empezaban a adquirir las teorías de Darwin, cada vez más cercanas a la verdad. No lo permitiría: los hombres y mujeres que poblaban el planeta no serían fácilmente controlables y Él no podría seguir viviendo sin trabajar.

Sobre la autora: Isabel María González