domingo, 30 de diciembre de 2012

Cruzados - Raúl Sánchez Quiles


Las rodillas han dibujado una depresión sobre la gran alfombra donde un mar de túnicas blancas se mece ante mis ojos. Todos están orando en una misma dirección, con idéntica fe y con los mismos pies descalzos.  Imbuido por la liturgia de la oración y cegado por una avalancha divina que me sepulta, imagino un futuro mejor para los míos. Las rodillas clavadas sobre la tela me unen a una tierra infecta de infieles. Cuando esta cabeza se acerca al suelo con cada flexión del tronco, puedo oler el mal que me rodea más allá de los muros de este edificio sagrado. En un momento de pausa y reflexión, me acaricio la barba y añoro la muerte. Nada ha cambiado en los últimos 912 años. En Europa debe haber alguien que ahora esté afilando su espada.

Tomado de Hiperbreves, S.A.
Sobre el autor: Raúl Sánchez Quiles

Salvación del cuerpo y del alma – Sergio Gaut vel Hartman



Se puso de pie, agotado; su aspecto era el de un hombre torpe y borroso al que una sucesión de derrotas hubiera puesto al borde del colapso final. Avanzó por el borde del camino para tratar de encontrar refugio en un bosque de hayas, pero se desplomó unos metros antes de llegar. La ruta al sueño estaba cortada y sangraba profusamente. En el dormitorio, mientras tanto, la familia se deshacía en plegarias y promesas por la salvación de su alma y los médicos ensayaban diversos procedimientos para reanimarlo, embutiéndole una serie de drogas que, en el caso de que lograran su propósito, lo convertirían en drogodependiente por el resto de la vida. De pronto, como salida de la nada, llegó la solución. Podía permanecer entre los dos mundos por tiempo indeterminado. La única condición era que el autor mantuviera inédito el cuento que lo había obligado a protagonizar.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

¡Te pedí ayuda, Dios, y no me la diste! - Carla Dulfano



—Sí que te ayudé. ¡Te dejé 20 millones de dólares en al baño del restaurante!
—Pero no los vi. ¿No sabías que las mujeres tratamos de evitar los baños públicos?
—No, no lo sabía, no soy mujer, y si lo fuera no sería tan quisquillosa.

Sobre la autora: Carla Dulfano

viernes, 28 de diciembre de 2012

La mirada del ángel - Diana Sanchez



No tiene ojos de tímido. O de perverso. No entorna los párpados. Ni frunce las cejas. Mira de frente. Directo a los ojos de los otros. Nubecitas o estrellas se reflejan en los iris del ángel. La luna.
A veces el amarillo le llena los ojos y se vacía de color en los ojos de los otros. En los ojos ajenos. Es en ese momento cuando el ángel se detiene, y busca a los ciegos. En especial, a los de los ojos blancos. El ángel les roza las manos. Y ellos saben adónde mirar. Hay color en la mirada del ángel. Apenas unos segundos y los ciegos se llenan de color. Y de calor.
Entonces, por lo menos hasta el final de la calle caminan seguros, sin el bastón. Los ciegos.


Sobre la autora: Diana Sanchez

Enroque caritativo - David Moreno



Una tarde de invierno, un mendigo espera la caridad de la gente. Algunos, al pasar a su lado, le miran con pena, otros ni se dan cuenta de su presencia, absortos en sus asuntos.
La misma tarde, un ejecutivo, se detiene frente al mendigo. Apoya en el suelo su maletín y extrae un billete de su cartera.
“Para que se vaya a comer un bocadillo en el bar de la esquina”. Y, abrochándose los botones de la gabardina, se arrodilla, sosteniendo la cajita de monedas.


Sobre el autor: David Moreno
Tomado de No Comments
Micro seleccionado en el I Concurso de Microrrelatos "Pepe Ortuño" 2011

miércoles, 26 de diciembre de 2012

2010 – Isabel María González




Este año no fui. Yo, la que secretamente había asumido cada año el alma y el ritmo de la fiesta. Hubo brillos, comidas en exceso, sonrisas enlatadas, doscientas cuarenta uvas y ochenta besos.
Nadie sabía por qué aquel fin de año no había sido, como siempre, memorable, divertido, entrañable y tierno. Por qué no sonaron las canciones de sus vidas que acercaban un rato sus recuerdos y sus cuerpos. Por qué no bastaron el alcohol, la compañía ni fueron suficientes las lentejuelas ni el confeti ni las serpentinas.
Yo lo sé, pensé desde la estantería, quieta en esa foto en que me tienen.

Sobre la autora: Isabel María González

Dos en una - Paloma Hidalgo



El tiempo me ha demostrado que entre tú y yo algo falla, que tenemos problemas. ¡Y mira que me duele reconocerlo! Pero es que eres tan cambiante, tan voluble y caprichosa que no llego a acostumbrarme a tus repentinos cambios. Ayer me preparaste una comida lamentable, las lentejas estaban duras y sosas y como siempre, cuando llegué ya te habías ido. Hoy soy yo quien te prepara algo especial, en un intento vano de que nos reconciliemos disfrutando de esos manjares que tanto te gustan, pero vuelvo a estar sola. He leído tu mensaje disculpándote, pero ya me he cansado de que me digas siempre lo mismo. He pedido cita para mañana en el centro de salud, para las dos, y espero que no me falles mi querido otro yo,  porque quiero sentirme libre de este maldito problema de doble personalidad.

Sobre la autora: Paloma Hidalgo

El Club de los Personajes – Sergio Gaut vel Hartman


Hartos de combinarse y recombinarse entre sí, produciendo una repugnante endogamia literaria que solo puede hacer las delicias de escritores pervertidos, Gregor Samsa, el dinosaurio de Monterroso, la mariposa de Chuang Tzu y el bebé de los zapatitos de Hemingway decidieron abrir la conscripción de socios del Club de los Personajes. Se arrepintieron de inmediato porque Naná, Superman, Lisa, Rascolnikov, Heidi, Mandrake, la Bovary, Blancanieves, Olivia, Sontag, Margarita, Sandokán, Marple, Foog, Mickey, Holmes, Nora, Ish, Lassie, Tarzán y otros dos mil setecientos noventa y ocho mamarrachos por el estilo, además de comerse todo lo que hay en la heladera, dejan muertos por doquier, lavan sus prendas íntimas en el inodoro, jamás duermen y para colmo de males no tienen la menor idea de lo que es una microficción, por lo que gastan resmas y resmas de papel para decir una parva de estupideces.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

sábado, 22 de diciembre de 2012

Protagonista - Víctor Lorenzo Cinca




El escritor mueve el cursor y abre el documento guardado pocas horas antes. Aunque ya tiene el final muy claro —sólo queda que el sicario apriete el gatillo—, prefiere releer los dos últimos párrafos, para meterse en la escena. En el primero encuentra al protagonista, de espaldas a la puerta, mecanografiando unos papeles a toda prisa, hecho que le impide percatarse de la presencia del intruso. Hasta ahí bien. Sin embargo, el escritor recuerda haber dejado colgada la historia en ese momento, así que se extraña cuando ve, en ese último párrafo, cómo el protagonista teclea sobre el papel que la víctima, ensimismada en la pantalla del portátil, no repara en que un sicario le empieza a vaciar el cargador de su pistola por la espalda. Punto final, concluye el protagonista.

Tomado de Realidades para Lelos

Sobre el autor: Víctor Lorenzo Cinca

El funcionario - Jesús Ademir Morales Rojas




K abre la puerta. Tras un escritorio, el funcionario que buscaba, señalando a otra puerta. K titubea. Luego se decide: abre tal puerta. Negrura. Se interna allí. Ruidos. Voces. K, avanza durante mucho entre esas tinieblas sofocantes. Fatigado, se acuesta a dormir. Cuando despierta, está sentado en un escritorio. Alguien abre la puerta. K señala.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

domingo, 16 de diciembre de 2012

Lepisma saccharina superbum - Mónica Ortelli




Tras el disparo, el aire en el túnel se llenó de electricidad y humo. Por unos instantes, la enorme criatura convulsionó violentamente haciendo temblar el aparejo, antes de quedar quieta colgada en la trampa. Así y todo, por precaución, el hombre le seccionó los apéndices del último segmento; luego, la abrió en canal. Los estómagos se vaciaron con un crujido maloliente y entre la inmundicia vislumbró lo valioso: libros aún sin digerir. Contento, los guardó cuidadosamente.
Entonces, pensando en la simpleza de su oficio en el pasado, el restaurador destazó al mutante pescadito de plata.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sobre la autora: Mónica Ortelli

El valor de un cobarde - Luisa Hurtado González




Encontró su nota de despedida sobre la mesa de la cocina, por la tarde, al volver del trabajo. Tras leerla, se dejó caer sobre una silla y supuso que iba a ponerse a llorar pero... ¿por qué hacerlo?, ¿por un matrimonio muerto hace años? “Él sólo ha tenido el valor de acabar con esto”, se dijo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, porque ella se había pasado doce años diciendo que era un calzonazos y ahora era mentira.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Premonición - Luciano Doti



Siempre que tengo esos sueños tardo unos cuantos segundos en reaccionar. Despierto, y durante el instante posterior me voy haciendo la idea de que lo que soñe no es real, de que fue sólo una expresión de mi subconsciente. Es que tenemos siempre la idea del destino, de la premonición. Sueño con esa muerte y una parte de mí cree estar ante el anticipo de algo que llegará. Ni siquiera me atrevo a mencionar la muerte de quién, temeroso de que suceda.

Sobre el autor: Luciano Doti

¿Por qué no avisan los caballos? - Héctor Ranea



—¿Me puede avisar cuando llegue a Crisóstomo Lafinur, por favor?
—Estamos ahí —me respondió el colectivero.
Me bajé con reluctancia, con la niebla no distinguía nada. Pasó un caballo rengo por delante de mí y apenas lo vi cuando él se asustó por mi presencia. Daba pena oirlo galopar sobre la piedra del adoquinado. Oí gritos, improperios, hasta tiros hubo. En el silencio que siguió vino alguien con la cara del colectivero que, mirándome, me dijo:
—Usted está muerto.

Héctor Ranea

viernes, 14 de diciembre de 2012

Piedad - Claudia Sánchez


Le dice al oído en una de las arremetidas: quedáte quieta chiquita, si te movés no puedo. Te prometo que no te va a doler. Así, hablándole muy despacio y acariciándole el pelo, logra que se calme. Con un rápido movimiento, le aplica la inyección que surte efecto de inmediato. Primero dobla las rodillas y luego cae al suelo sobre su costado sano. Cuando sus ojos finalmente se opacan, le quita las anteojeras y llama al petisero que observa la escena desde las tolvas. –Entiérrenla, Cipriano, y después preparáte que vamos a cazar a ese maldito.


Sobre la autora: Claudia Sánchez

lunes, 10 de diciembre de 2012

El detalle invisible - Sergio Gaut vel Hartman



—¡Partime al medio! ¡Rompeme toda! ¡Haceme tuya! —exclamó la mujer, excitada por la perspectiva de un coito memorable con el extraterrestre. Los alienígenas habían llegado esa misma tarde a la Tierra, y en lugar de acordar un tratado de paz con los capos del planeta o arrasar las ciudades a sangre y fuego, se habían limitado a salir de las naves como un enjambre de abejas, ávidos y curiosos como turistas japoneses, simpáticos y bellos, idénticos en todo a los mejores ejemplares humanos, excepto por un pequeño detalle casi invisible: en su lenguaje no existían las metáforas ni el sentido figurado.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

jueves, 6 de diciembre de 2012

La puerta - Virginia Cortés


Limpiaba el pollo como quien reza un rosario. Mecánicamente, usándolo como excusa para automatizar las manos cuando en realidad lo que una hace es agarrarse fuerte de un manubrio mental mientras pedalea y pedalea los pensamientos que están ahí dentro. Una va a dos mil por hora, como huyendo de la angustia. Como corriendo adelante pero siempre a corta distancia. No puede frenar, no puede bajar la velocidad, sólo seguir y seguir y rogar llegar a algún rincón de paz. Sumida en una cadena interminable de imágenes e ideas que se concatenaban caprichosamente no me di cuenta de que se había abierto la puerta. Corrí al pasillo. No había nadie. Ni el sonido residual de que alguien hubiera estado ahí momentos antes. La puerta se abrió sola. Sola, sola, sola, sola. Como cada vez que termino contándome a mí misma lo que le querría estar contando a mi vieja.

Sobre la autora: Virginia Cortés

Exhaustivo – Héctor Ranea



—¿Qué hace ahí escondido, Sherlock? ¿Acaso está probando que dormir toda la noche agazapado cerca de la chimenea trae problemas de columna?
Holmes miraba a su ama de llaves con vergüenza ostensible.
—En realidad, no dormí —contestó, y decía la verdad.
—¿Pero qué estuvo Usted haciendo, por el amor del cielo?
—Comprobando algunas teorías —respondió en forma evasiva el detective.
El ama de llaves estaba confundida. Por primera vez, este adusto hombre había colgado la media cerca del hogar.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Talismanes - Héctor Ranea




Solíamos encontrar en base Sol(a)net un grupo de extraterrestres de diferentes lugares cada vez. La misión de ellos era abducir por sorteo a los viajeros. Como los encargados tenían, a veces, características que no se compatibilizaban entre ellos, era fácil que armaran una trifulca de consideración, de modo que muchos pasábamos sin ser advertidos. Es más, tengo entre mis trofeos de viajes, una probóscide de no sé qué ser de cuál galaxia, junto con un lazo de pelo de una mulata de Bahía de San Salvador. De alguna manera, ambos talismanes me salvaron la vida.

Sobre el autor: Héctor Ranea

martes, 4 de diciembre de 2012

Culpable de todos los cargos - David Moreno



El abogado de la acusación particular se levantó y comenzó el interrogatorio al acusado.
—Con la venia del tribunal… es verdad que es usted el padre Cirilo.
—Lo soy.
—Es verdad que Samuel G. S. era monaguillo a su servicio desde hacía un par de años.
—Sí, lo era.
—Es verdad que el día de los hechos lo envió a comprar sardinas y una botella de vino.
—Sí, así es.
—No es también verdad que se enfadó por la negativa a su requerimiento.
—Sí y reconozco que mi enojo fue enorme. Tanto, que castigué al muchacho a su habitación. ¡Este pequeño insolente! ¡Mas que me parta un rayo si fui yo quién le arrojó desde lo alto del campanario!
Y sacando sus paraguas, los presentes cubrieron sus cabezas ante la copiosa tormenta que había empezado a descargar en la sala.

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

La confesión – Héctor Ranea



Una interrupción en su conversación me alertó. Miré a mis espaldas y supe por qué ella había callado abruptamente. No me pregunten cómo, pero un tren se abalanzaba contra nosotros. Y todos los que festejábamos su casamiento saltamos sin pensar que ningún tren podía volar hasta donde estábamos. Mientras caíamos ella alcanzó a decirme:
—Te amo. Siempre te he amado.
—¿Por qué te casaste con otro, entonces?
El ruido de los cuerpos estrellándose tapó su respuesta. Apenas habían pasado treintaitres segundos.
El único que se salvó fue quien trajo el film: “Tren llegando a la estación aplasta una ceremonia de casamiento por conveniencia”. Fin de la caída.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

domingo, 2 de diciembre de 2012

Dolor – Mónica Ortelli



Subo fatigosamente la escalera de piedra cuando un hombre en jubón, calzas y arco en mano se adelanta y llega antes que yo a la almena de la torre. Desde allí, al parecer, reconoce al enemigo que se acerca; entonces, carga y tensa la cuerda: la certeza puesta en el rival.
—¡Qué ridiculez! ¿Cómo puedo soñar esto? —exclamo al tiempo que él suelta la flecha. Sin duda, le he hecho errar el tiro pues, furioso, carga otra vez y me apunta a mí.
Así fue como desperté con esta terrible punzada en el ojo izquierdo, doctor.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sobre la autora: Mónica Ortelli

El Árbol - Claudio Leonel Siadore Gut



Sin querer ser uno más comenzó a jugar con pequeñísimas esferas desprendidas de su propio cuerpo. Así se creaban torbellinos de diferente densidad, que se unían en formas brumosas. A sus espaldas se condensaba la sombra infinita.
Las nebulosas se retorcían, nacían estrellas, planetas y vida. La obra se desplegaba cada vez más desde la punta de los dedos, y Dios decidió descansar en aquél planeta donde las criaturas sabían sonreír y cantar. Acomodó sus huesos bajo un árbol, pero los ruidos bestiales le molestaban. Rodeó el tronco con sus brazos, pero sus músculos degenerados por manipular pequeñeces, no lograron moverlo. Resignado besó la corteza y deseó el fin del mundo. Una a una las esferas y las almas que lo constituían se fueron deshaciendo, así creó el tiempo, y hasta que el tiempo termine, él dormirá en los agujeros negros del árbol sin raíces de las galaxias.

Ojos que no ven... - Virginia Cortés


En el país de los ciegos los colores se suicidan antes de alcanzar la mayoría de edad. Sin embargo, hay un grupo que encarna la resistencia, en el que se enseñan a vibrar en Sol Mayor. No es nada raro oir dicho acorde repitiéndose insistentemente en cualquier lado. La gente se ríe de este suceso o se molesta un poco, pero básicamente no lo toman en serio. Ignoran que son comunicados terroristas.

Sobre la autora: Virginia Cortés