miércoles, 13 de agosto de 2014

Slurp - Raquel Sequeiro


Llueve. Todos los blasones se han dormido, las puertas y las escaleras. Llueve. El agua inunda los pozos, las baldosas ramificadas por raíces de árbol lloviente. El sol llueve, con lágrimas doradas de acuosa dulzura. Simplemente, llanamente, paralelamente al mundo de los Gorps, aquí llueve. Y, si no quieres que llueva, llora, los árboles llovientes odian todas las lágrimas.

Acerca de la autora: Raquel Sequeiro

Oso Antártico Original – Daniel Alcoba


Lo que por fin inventaron los genios de la secretaría para el desarrollo de las pampas gélinivosas del sur fue importar de Groenlandia parejas de osos polares. La primera en llegar, concebir y parir, Arturo – Mamma, acabó en una región del territorio antártico, que es un bosque de hielo. La tentativa de colonizacion sub specie Ursus albino no resultaría gratuita a los osos polares, obligados a disputarle la comida a las orcas multiplicadas, e invictas en esas aguas; predadoras de todos los animales de la región, y también de los osos polares recién llegados del extremo norte.
Yogui, el primogénito de Arturo y Mamma, no llegó a los dos años. Mamma se distrajo, Yogui se acercó a la orilla. La orca blanquinegra que lo acechaba voraz e invisible bajo el agua, dio un gran salto y se zampó de un bocado la cabeza y el cogote del osito .

Acerca del autor: Daniel Alcoba 

La plaga. Una maldición antigua (I) - Raquel Sequeiro


-¿Y qué se acercó?
-Un enjambre de abejas y arena. En el Palatino no se escuchaba otra cosa que el relato de la terrible plaga que había asolado Egipto, por la furia del dios Set, dicen, quien no quería a su hermano y osó hacerlo pedazos. Recuerdo- le dijo al muchacho sentado en la posición del loto, a sus pies, en el Jardín de las Hemérides- un sol frío y glauco, unas manos arteras que se posaron sobre el cuello de Seti I, lo demás son historias sin concluir.
Y el amanuense se pregunto si el rey, en su silla de oropeles, se había vuelto loco, pues la locura toca a los débiles y a los sabios por igual. Fue acompañado hasta la salida. El rey murió un poco después, sobre el enigmático y misterioso trono asirio.

Acerca de la autora: Raquel Sequeiro

sábado, 9 de agosto de 2014

Juegos - María del Pilar Jorge


—Ese cura no es tu padre— dijo Amanda y se alejó corriendo. Reía. 
La perseguí. Cuando pasé junto al anciano sacerdote lo escuché murmurar. Nunca supe si estaba orando o si acababa de condenarme al infierno.
—Esa vieja de bigotes es tu abuela— le grité a Amanda, mientras señalaba a una señora entrada en años y en carnes. La mujer nos amenazó con su bastón.
Mientras huíamos, atravesamos toda la plazoleta, hasta que, al final, Amanda quedó acorralada entre el paredón de la última casa de la cuadra, un enorme árbol y yo. 
—No me toques —chilló—. Estás todo sucio.
Amanda jadeaba, yo también. Era primavera, teníamos doce años y su boca estaba muy cerca de la mía.

Acerca de la autora: María del Pilar Jorge

domingo, 27 de julio de 2014

Le acompaño en el sentimiento - Isabel María González


Un rosario de familiares, amigos y hasta desconocidos le expresaban sus condolencias en una larga e interminable letanía de palabras sin sentido. Las pocas que lograba escuchar, entre los claros de aquella tormenta terrible que inundaba sus ojos y nublaba su mente, le sonaban lejanas y vacías. Recordaba la de veces que ella misma las había ofrecido para otros. La más ilógica, no hay mal que cien años dure, la más dolorosa, el tiempo todo lo cura. Curarse sería olvidarle, y eso nunca, ni aunque viviera cien años. Dejó de escuchar y siguió pensando en él.

Sobre la autora: Isabel María González

Huella: impresión profunda – Luisa Hurtado González


Dejó profundas huellas en mi camino y equivocada las seguí sin vacilación.
Cuando llegué a su lado, me miró con ese gesto de desilusión que tanto me hería y dijo:
¿Qué haces aquí? ¿Por qué me has seguido? ¿No has visto acaso como mis pasos se alejaban de ti?
Me sentí perdida. Desanduve el camino andado viendo a cada paso como mis pisadas y las suyas iban en direcciones opuestas.
Ahora, ya en mi camino, sin señales, sin marcas, sin pistas, intento seguir con mi vida pero a veces, sólo a veces, sacó el par de zapatos que olvidó en mi armario, me los pongo y recorro la casa a grandes zancadas.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

jueves, 24 de julio de 2014

Baile de mariposas - Lola Sanabria


Desde tus entrañas - Isabel María González


Prisionero de su esfera, recibe impotente las sacudidas y los golpes. Agitado, inquieto, siente su dolor y su angustia, siente su miedo. Del exterior siguen llegando, más gritos y más llantos. Quiere salir, patalea, empuja, cambia de postura, lo intenta de nuevo, no puede. Un portazo. Cesan las voces, y la angustia, y el dolor, y el llanto. Una quietud tensa, un silencio extraño, el miedo de que ese cabrón al final la haya matado. No entiende por qué no lo abandona, por qué no lo denuncia. (Mamá, yo no quiero nacer en este infierno).

Sobre la autora: Isabel María González

Romance insospechado - Anna Rossell Ibern


Su despertar –aquella pesadilla- lo había provocado el intenso dolor de las contracciones en el vientre. Al abrir los ojos vio el calendario en el reloj de la cómoda, situada delante de la cama, al tiempo que observaba en el espejo, presa de terror, la descomunal hinchazón de su barriga. Habían pasado nueve meses desde que aquel ser repulsivo de piel verde y gelatinosa hubiera irrumpido en el dormitorio a través de la ventana que daba al jardín inundado de luz. Sintió en su seno el movimiento serpenteante y ascendente de un ser vivo. El horror atenazó su cuerpo: ¿por dónde iba a salir la criatura?, pensó Gregorio, y en un acto reflejo abrió de par en par la boca.

Sobre la autora: Anna Rossell

martes, 15 de julio de 2014

Dialéctica - Anna Rossell


En un último intento desesperado el abogado había impugnado el juicio alegando defectos de procedimiento. La objeción no progresó. Al cabo de dos meses, sólo cuatro horas antes de la ejecución del reo, el letrado recibió una llamada telefónica en la que se le comunicaba que su alegación había sido rechazada.
 —El jurado ha fallado la sentencia,  —oyó decir al juez al otro lado del hilo.
 —Precisamente,  —respondió el defensor.

Sobre la autora: Anna Rossell

sábado, 12 de julio de 2014

Punto y final - Isabel María González


Para no desconocerla diré que ella no siempre se mostró así: fría, ausente, tan lejos de los que la amamos tanto. Ni una sonrisa, ni una mueca, ni una palabra, ni un pequeño atisbo de lo que ella había sido.
¿Y sus ojos? Esos no son los ojos de mi Elena: los suyos me amaban, me odiaban, me deseaban, me echaban de menos, me sonreían, me lloraban.
Yo debí estar aquí cuando me necesitaron, cuando sus manos me buscaban, cuando parió a nuestra hija. Hoy, sin embargo, vítreos y con las pupilas dilatadas, ni siquiera me culpan.
Miro a mi alrededor: todos esperan con rencor que sea yo quien los cierre para siempre.

Sobre la autora: Isabel María González

jueves, 10 de julio de 2014

XLV Monster TV - Lili Mendoza


Me esperas para abrirte las fauces de par en par
y mirarte; tus orejas de mariquita reciben señales.
Clic. ¿Qué cuentos me traes? Pero entonces te veo
entre nosotros y pienso.

Clic.

Silencio y estática mientras esperas al próximo.

Tomado de Corazón de Charol A-go-gó con autorización de la autora

Sobre la autora: Lili Mendoza

domingo, 6 de julio de 2014

Herencia y resistencia - Laura Ramírez Vides


Soy una de las pocas mujeres que no quiere ser más joven de lo que es; de hecho, amo mis pocas canas. De joven nunca quise volver a ser chica.
Infancia, la mejor edad… siempre sentí que con vivirla una vez era más que suficiente. Sos chica para contestar pero no para escuchar. Sos chica para rebelarte pero no para aguantar. Siempre estás del lado equivocado, del que no hay derechos. Eso me enseñaron, con burlas, manoseos y secretos; me enseñaron a ceder, a ser buenita, complaciente. Todo en casita. Todo en familia.

Ahora tengo una hija, me dicen que la malcrío, que es caprichosa, maleducada, que tengo que frenarla, ponerle límites... lo que no saben es que estoy tratando de ayudarla: enseñándole a contestar, a rebelarse, a decir NO a quien sea que tenga delante, incluida yo.

Tomado de El patio de la morocha


Sobre la autora: Laura Ramírez Vides

El accidente - Carlos Rodríguez Arévalo


El auto viajaba a más de 150 kilómetros por hora sobre el asfalto mojado, ella lo vio desde lejos mientras esperaba sobre la acera y cuando calculó que el auto iba a pasar, dio tres pasos largos y rápidos que la dejaron frente al auto, el cual, como era de esperarse, frenó con todo lo que tenía y giró las llantas al lado derecho para esquivar el obstáculo, el auto dio dos vueltas en el aire para arrastrarse de cabeza en la negra calle por más de 10 metros hasta chocar un poste de alumbrado público que dejo el auto irreconocible. Ella solo vio el suceso y dibujo media sonrisa en sus pálidos labios mientras derramaba una lagrima cada ojo, después caminó hacia el auto y le dio un beso en la frente al conductor, un alma más que le pertenecía, luego desapareció.

Tomado de Microtexteando

Sobre el autor: Carlos Rodríguez Arévalo

jueves, 26 de junio de 2014

Vidas no sincronizadas - Alberto Sánchez Argüello


Fuimos la mejor pareja. Cada tarde nos enlazábamos en charlas amenas con las que nos llenábamos el uno del otro. Sin darnos cuenta acabamos viviendo juntos. Un día él perdió su trabajo y yo no logré encontrar uno. Los dos terminamos en un call center en turnos opuestos toda la semana. Sólo nos quedó soñar juntos: sincronizar nuestros relojes y encontrarnos en el espacio onírico. Al inicio lo lográbamos: tejíamos atardeceres y surcábamos el aire con alas de libélula, pero el tiempo pasó y nos fuimos extraviando mutuamente. Ahora él tiene pesadillas y yo sueño con otro. Tal vez en vacaciones volvamos a soñarnos... pero no en este año, hay deudas por pagar y tocará trabajar horas extra.

Sobre el autor: Alberto Sánchez Argüello

Bolero III - Fernando Andrés Puga


La buscaste entre las densas gotas que caían en los charcos y rebotaban anunciando que la lluvia duraría. ¿Dónde encontrarla?, te preguntabas. Mirá que anduviste y entraste en cuanta boutique hallaste a tu paso y nada. No sabés qué le pasó, si alguno logró llamar su atención y fue tras él, si dejó de ver el amor en tus ojos... Sólo sabés que la gente corría buscando refugio, que la lluvia no cesaba y ella no estaba por ninguna parte.

Sobre el autor: Fernando Andrés Puga

Mala suerte - Mario Cesar Lamique


¡¡¡Este es el mundo al revés!!! Como para no estar triste, desilusionado, angustiado,sorprendido, furioso, in-dig-na-do porque la cosa funcione al revés, acá solo pasa esto, en Estados Unidos no sucede,en los países enserio el que tiene mala suerte es quien pasa por debajo de una escalera y no el que mira todo desde el escalón mas alto .
Exclamaba el pintor a las cuatro direcciones posibles de un único viento movedizo , justo antes de subir a la ambulancia, mientras no dejaba de pasarse las manos por el pelo, que ahora estaba tomando un color mas bien salmón aunque poco mas oscuro que el que estaba a punto de secarse sobre la pared.

Sobre el autor: Mario Cesar Lamique

miércoles, 25 de junio de 2014

El navegante. Cuentos de la esfera - Raquel Sequeiro


Tenía frío y un odioso calor interminable. Tenía sed y los ojos quemados por el sol. Estaba en un desierto, y en los desiertos los espejismos crean nebulosas de irrealidades. Comenzó a pensar qué es un desierto. Sintió frío y hambre, caminó largas horas. Ese lugar es el más especial que conoció en su vida y el viaje mereció la pena, pero, al despertar, se dio cuenta de que estaba soñando que flotaba en una burbuja. La burbuja se estremeció, de forma caótica cayó al suelo, terminó rodando... su pequeño desierto y todos los mundos reales o imaginarios que contenía se derramaron. Quiso recogerlos y atesorarlos, quedárselos para sí. No pudo. Nunca supo si estaba despierto o dormido cuando llegó a Nutria, la ciudad del cabo. El viaje apenas comenzaba de nuevo. Arrió las velas y encaró el viento del norte.

Sobre la autora:  Raquel Sequeiro

sábado, 21 de junio de 2014

Coma – Luisa Hurtado González


Fue como perder pie y caer en mitad de la calle. Sólo eso recuerdo.
Mi esposa me ha dicho que he estado dormido seis años y la creo. Tiene que ser verdad porque he descubierto en su rostro algunas arrugas que ayer no estaban, porque sus ojos ya no me miran con emoción sino con cansancio, porque apenas puedo comprender que ese joven sea mi hijo o porque ya nunca volveré a ver a mi padre.
Los médicos dicen que con rehabilitación pronto recuperaré mi vida pero, visto lo visto, yo sólo quiero volver a dormir, yo sólo quiero volver al largo y plácido sueño.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

miércoles, 18 de junio de 2014

Centauros - Jorge Luis Borges



… Plinio dice haber visto un Hipocentauro, conservado en miel, que mandaron de Egipto al emperador. En la Cena de los siete sabios, Plutarco refiere humorísticamente que uno de los pastores de Periandro, déspota de Corinto, le trajo en una bolsa de cuero una criatura recién nacida que una yegua había dado a luz y cuyo rostro, pescuezo y brazos eran humanos y lo demás equino. Lloraba como un niño y todos pensaron que se trataba de un presagio espantoso. El sabio Tales lo miró, se rió y dijo a Periandro que realmente no podía aprobar la conducta de sus pastores. 

Acerca del autor:  Jorge Luis Borges

jueves, 12 de junio de 2014

Veggies – Fabián García


Un día la ciencia descubrió que la lechuga chillaba al ser arrancada de la tierra. Al enterarse de esto los veganos del mundo casi enloquecen de culpa y de pena. Renegaron, entonces, de ensaladas, y empezaron a comerse las piedras. Buscaron fundamentos en creencias orientales, en mitos. Sostuvieron que tragarse cascotes era "generar un núcleo rocoso como el del planeta" lo que permitiría sintonizar mejor con él.
De todas formas se morían de a miles. Pero la ciencia se apareció al tiempo con otra mala noticia. Las piedras sentían el dolor también, y eran capaces incluso de nostalgia. Esta vez sí cundió el desespero. No quedando ya como alimentarse del entorno (los granos ya no contaban para entonces, lo mismo hubiera sido devorar un feto) sugirió alguien volver a comer carne.
Pero, aclaró, "sin alterar el medio ni dañar a terceros".
La idea mordió fuerte. Fue asqueroso ver eso.

Sobre el autor: Fabián García

La vida tiene un precio - Isabel Mª González


Quiso ser humano: aprendió a mentir. No tardó en darse cuenta de que sería el único que no podría permitirse el lujo de hacerlo sin ser descubierto. Era tan difícil no mentir nunca, si incluso tenía que mentirse a sí mismo para poder seguir viviendo. Hoy, apesadumbrado, observa como su nariz se pierde en el horizonte sin que pueda hacer nada por evitarlo. Allí se le pone el sol, allí le sale la luna, y allí se queda dormido soñando despertares de maderas finas.

Sobre la autora: Isabel María González

sábado, 7 de junio de 2014

Sin saberlo - David Moreno


Asomada estás, cuando un fuerte viento empieza a soplar. Se hace tan intenso que consigue despegar las letras del libro que sostengo en mis manos. Como una tormenta de arena, se dirigen en remolino, hacia el cristal de tu ventana donde acaban chocando. Allí, dibujan un enorme te quiero.

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

miércoles, 4 de junio de 2014

Sucio - Rafael Blanco Vázquez


No había manera de sentirse más inteligente que él. Uno podía sentirse más emocional, más sentimental, más impulsivo, más indulgente, más humilde, más amigo de sus amigos, pero no más inteligente. Por eso todos lo terminaban abandonando, antes o después. Porque no podían sentir piedad. A las mujeres que le hacían la vida imposible se les llenaba la boca agrediéndole, con la mano en el pecho:
—Pero me ha encantado conocerte y salir contigo, aunque no haya funcionado. Eres la persona más inteligente que conozco, y la inteligencia es un bien escaso. Siempre te tendré un gran cariño. De eso no te quepa duda.
La palabra inteligencia no formaba parte del vocabulario de sus pocos amigos, los únicos que nunca intentaron doblegarlo.

Sobre el autor: Rafael Blanco Vásquez

La caída - Mario Cesar Lamique


—Una desgracia con suerte— exclamó Wilmar, cayendo en una especie de arboleda, pero esponjosa, se sintió envuelto y arropado
Siempre pensó que no hacía otra cosa que estar cayendo, pero esta vez fue de verdad, caer es como correr rápido, muy rápido hacia abajo.
Se despertó luego de la explosión en un el lugar suave y acolchonado.
—Una desgracia con suerte—gritó contento, eufórico con la impunidad de sentirse solo sin que nadie lo estuviera escuchando.
Una suerte con desgracia, pensó mientras miraba a Wilmar; comer humanos siempre le caía mal, pero,como decían en su planeta “ para el hambre no hay humanos ”,mejor sufrir porque te cayó mal alguien que por hambre, se dijo, contento pero sin euforia, sin gritar.
Emergieron lentamente púas filosas, hambrientas.
Una suerte con desgracia, volvió a decir, mientras esbozaba una leve sonrisa, como lo hace cada vez que está a punto de almorzar.

Sobre el autor: Mario Cesar Lamique

lunes, 2 de junio de 2014

Reseña - Anna Rossell



Ébano, aquel apasionante libro de Kapuscinsky, hablaba de otra forma del continente africano y sus culturas. Sus iconos no eran dioses adorados por tribus bárbaras y primitivas que usaban el látigo y se adornaban salvajemente perforando sus cartílagos, sus bocas y orejas. El libro desarrolla su temática con visión antropológica. Su mirada es cálida pero objetiva, tampoco mística, no es la del individuo que se autoconsidera superior, sino la del curioso, ávido de saber, que observa otros valores equiparables a los propios: ninguna etnia africana vive en un lugar pestífero ni sórdido por tradición, sus vínculos familiares son otros, pero igualmente válidos. Su observación no es rápida y superficial, sino detenida y profunda. Es un estímulo para el auténtico viajero. Barre de un plumazo los cáusticos prejuicios del blanco que, por muchos siglos, vio el continente negro con pésima mirada.

Sobre la autora: Anna Rossell

La mala memoria - André Breton


Me contaron hace tiempo una historia muy estúpida, sombría y conmovedora. Un señor se presenta un día en un hotel y pide una habitación. Le dan la número 35. al bajar, minutos después, deja la llave en la administración y dice: 
—Excúseme, soy un hombre de muy poca memoria. Si me lo permite, cada vez que regrese le diré mi nombre: el señor Delouit, y entonces usted me repetirá en número de mi habitación. 
—Muy bien, señor. 
A poco, el hombre vuelve, abre la puerta de la oficina: 
—El señor Delouit. 
—Es el número 35. 
—Gracias. 
Un minuto después, un hombre extraordinariamente agitado, con el traje cubierto de barro, ensangrentando y casi sin aspecto humano, entra en la administración del hotel y dice al empleado: 
—El señor Delouit. 
—¿Cómo? ¿El señor Delouit? A otro con ese cuento. El señor Delouit acaba de subir. 
—Perdón, soy yo… Acabo de caer por la ventana. ¿Quiere hacer el favor de decirme el número de mi habitación?

Acerca del autor: André Breton

sábado, 24 de mayo de 2014

En el camino del bosque - Claudio Leonel Siadore Gut



Apareció sin pretensiones en el camino del bosque, como se manifiesta la guadaña de la luna entre las hojas que caen, mientras crujían las piedras sus monótonos coloquios.
A simple vista era un resplandor blanco, persistente y ojival, acompañado del murmullo de una colmena.
Rompiendo ese velo de hiedra que la naturaleza dispensa, una niña entristecida y cuyas manos templaba el llanto, deslumbrada quedó ante aquél prodigio, aunque tenía los ojos cerrados.
Bajo un ciprés que danzaba, arrodillada quedó al momento, y santiguada, comenzó a rezarle entre sollozos a la figura virginal, mirándola a través del cerrojo de sus dedos. Y tan poseída imploró, y tan complacida se fue, que la romanza del silfo no escuchó.

Sobre el autor: Claudio Leonel Siadore Gut

miércoles, 21 de mayo de 2014

Sin pena ni gloria - Juan Carlos Vecchi


A Lemania…

Rompió el espejo un viernes a la noche, medianochando el desgraciado pronóstico popular.
Otro sábado sin novedades por los cuatro cardinales de la vida; salvo ese Epifanio Poliya que aparece en la sección "Necrológicas Humanas", del diario local.
En la siesta del domingo lo velaron sin pena ni gloria; claro que estuvo Gloria Pérez, el último de sus amores, quien dejó en la sala cuatro o cinco lágrimas secas y un ramo de flores insatisfechas; también marcó tarjeta mortuoria Josecito Pena, empleado de la sala velatoria.
El lunes, durante el entierro, se arrimaron unos pocos: los cuatro o cinco que el martes lo pasaron por las catapultas del olvido.
¡A la miercoles! ¿No eran siete los desgraciados años cuando uno rompe un espejo?

Sobre el autor: Juan Carlos Vecchi

Egolución - David Moreno


El primer día que jugó en la primera división, con el campo a rebosar, se le puso la piel de gallina. Su falta de experiencia le llevó a corretear como una cabra loca.
Partido a partido fue aprendiendo y no tardó en zafarse de sus adversarios por la banda, con regates de auténtica gacela.
Su extraordinaria progresión le hizo ganar terreno y alcanzar las áreas rivales, dónde se encontraba como pez en el agua. Pero había un estadio más en el camino hacia su verdadera identidad. Su cuerpo adoptó morfología marsupial y, a saltos, esquivaba la resistencia defensiva.
El balón, siempre, por toda la escuadra.

Tomado de No Comments


Sobre el autor: David Moreno

martes, 20 de mayo de 2014

El castillo - Anna Rossell Ibern


A Joselito no se le había conocido nunca relación con ninguna mujer. Era muy tímido, retraído y forofo de la zarzuela. Como si su nombre y condición lo hubieran predestinado, le habían ofrecido interpretar al casto José en el teatro del pueblo. Desde entonces le llamaban “Joselito, el castillo”.

Sobre la autora: Anna Rossell

jueves, 15 de mayo de 2014

SMS - Anna Rossell Ibern



María estaba harta de los bromistas que tenían la incordiante costumbre de enviarle chorradas al móvil. Desde luego había gente para todo, pero el último mensaje ya era la rehostia: tía, te digo q stás preñá. A. G. ¿Quién había de ... saber mejor que ella si estaba embarazada o no? ¡Nunca se había comido un rosco! ¿Y quién sería el imbécil que firmaba con aquellas iniciales y se permitía meter las narices en su intimidad? Sin embargo, ya no volvió a acordarse de aquello hasta que, tres meses más tarde, la ginecóloga sentenció que la ecografía no dejaba lugar a dudas: lo que se veía en la pantalla era un feto.

Al oír el diagnóstico se quedó muda. La noticia la turbó profundamente. No recuperó el sentido de la realidad hasta pasadas unas horas: ¿Cómo se lo iba a explicar a Pepe?

Sobre la autora: Anna Rossell

miércoles, 7 de mayo de 2014

Historia Verídica - Julio Cortázar


A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto. 
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.

Acerca del autor: Julio Cortázar

sábado, 3 de mayo de 2014

La novela más corta de todas - Norman Mailer


Al principio ella creyó que podría matarlo en tres días. Y casi lo logró. El corazón de él casi no pudo soportar los elogios de ella. Luego pensó que le llevaría tres semanas. Pero él sobrevivió. Al cabo de tres años, él seguía con vida. Por tanto, se casaron. Hace ya treinta años que están casados. La gente habla de ellos calurosamente. Se les conoce como el mejor matrimonio de la ciudad. Lo único malo es que los hijos se les mueren.

Acerca del autor: Norman Mailer

El pueblo de los sucesos raros - Raquel Sequeiro


Me llaman Analía. Tengo ocho años. Cuando quiero vuelo como un cóndor. Mi abuelo dice que sueño despierta, mi padre acostumbra pensar que miento, la abuela me lleva al psicólogo. Pero yo aseguro que vuelo y en vuelo rasante me he dejado caer sobre el tejado. Lástima que sólo tengamos fotos instantáneas que no captan el movimiento, huertos de tomates y una ingente falta de cantidad de libros para recrear nuestra imaginación, ya de por sí bastante exorbitante. Mientras, me compro un chupa en el quiosco de Anselmo el Rey de Troyesvances.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro

lunes, 21 de abril de 2014

Los miedos — Cristian Cano


Mil veces le dije que no se precipite. Los apurados siempre terminan mal: mi primo fue el único que me enseñó a no perder el control. Constantemente repetía que están al acecho camuflados con tecnologías de las que no sabemos nada, por eso no voy a cargar más culpas, porque degrada. ¡Pobre diablo! Mirá cómo quedó: despatarrado en el suelo con la mirada que lo dice todo. Le arrebataron la energía en un santiamén y los ojos se le convirtieron en esferas opacas sin dirección.  Me voy a quedar inmóvil hasta que se vayan y tengo miedo de algo así, porque me dijeron que nunca se van. De ésta no salgo invicto. Son ellos o yo.

Sobre el autor: Cristian Cano


martes, 1 de abril de 2014

Protesta - Christian Lisboa


Setecientos mil perros coparon la Gran Avenida, seguidos desde las veredas por las cámaras de Metrópolis Tevé. El gran Can exigía entrevistarse con el gran Jefe. El gobierno respondió con gases lacrimógenos y balines. Los quiltros se reagruparon en medio de las calles, interrumpiendo el tránsito y mordiendo a los policías. La ciudad era un caos, en todas las comunas se replicaba el movimiento. Comandos espontáneos de perros destrozaban los neumáticos de los coches públicos. Luego, comenzaron los saqueos. En cinco minutos un supermercado era arrasado, en seguida la acción se repetía a kilómetros de distancia. Finalmente, el presidente abandonó su despacho y accedió a entrevistarse con el Gran Perro Negro. Pero éste no quiso recibirlo. Su objetivo era dialogar con el verdadero Jefe, la mascota de la casa de gobierno. Sin intermediarios.

Guerra de los cuatro mundos - Raquel Sequeiro


Dejo mi ojo de cristal sobre el escritorio. Albert está intranquilo: son muchas las ocasiones en que el lagarto sagrado se ha despertado, dejando su envoltorio sobre los restos de ceniza de la chimenea. Ha vomitado a un monstruo -es un lagarto sagrado-. Vuelvo a ponerme el ojo por la mañana, Albert tendrá todos los datos en 45 segundos. En verdad es doloroso, otra salamandra muerta y otro animal extraño para el animalario de Albert y otros monjes milenarios. (El monstruo de ayer custodia la puerta norte; estamos asustados porque pronto llegará la amenaza, valgos, bonzos y harcos, estamos preparados para la batalla). Mi perro Albert duerme con sosiego; mi mesa se acerca caminando. Le entregaré un sobre lacrado al rey de Birmania, en Algodonosa están pendientes del ataque mortal del señor de esas fieras: Norte, Sur, Este y Oeste están en guerra.


Autora: Raquel Sequeiro

Reunión en la selva – Christian Lisboa


Se desarrollaba la última sesión de la asamblea de todos los animales. Con un atraso de tres días, cuando casi todos los representantes habían presentado su ponencia, apareció el perro, rodeado de gigantescos mastines.
—Mis disculpas por el atraso —dijo—. Sólo vengo a decirles que soy el indicado para liderarlos en la gran cruzada contra nuestro enemigo común, el hombre.
—¿Por qué tú –dijeron todos a coro.
—Es evidente. He convivido por miles de años con nuestro enemigo. Conozco todos sus trucos y sus debilidades. Soy inteligente. Él confía en mí.
—Es verdad –dijeron todos. Y estaban a punto de elegirlo cuando, de un salto, un gato común se encaramó en el estrado, diciendo:
—Es verdad todo lo que dices, perro. Pero el comandante seré yo.
—¿Por qué? –dijo el perro.
—Porque yo hice todo lo que tú has dicho. Pero mantuve mi independencia. 

Acerca del autor:
Christian Lisboa

jueves, 20 de marzo de 2014

Maternidad – Nicolás Ferraiolo


–Ahí se acerca alguien, mamá, ¿abro, abro?
– Hijo, nunca abras a un desconocido.
– Está bien, mamá, ufa –dijo el nene, ya cerrando la puerta–. ¡Ahí viene papá!, ¿¡abro, abro!?
– Ahora sí hijo.
– ¡Ay, mamá! ¡dónde dónde dónde!
– ¿Qué cosa hijo?
– ¡Sos re tonta!, ¡dale!, ¡el cuchillo!
– Lo tenés en la mano hijo.
– Ay…, acá está.
– Vas y me venís eh.
– ¡Sí! Voy y te vengo.

Sobre el autor: Nicolás Ferraiolo

lunes, 17 de marzo de 2014

Adiós a la infancia, adiós – Anna Rossell Ibern


Se habían descubierto una a otra una mañana de verano cuando Marga, como todos los años, pasaba parte de las vacaciones estivales en la casa de campo de sus abuelos. Estaba allí, agazapada e inmóvil entre la maraña de hierba que rodeaba la alberca, mirándola con ojos fijos. Marga recordaba vivamente aquel momento: había permanecido un buen rato a su lado, en silencio, y sólo transcurrido un tiempo se había atrevido a aproximarse, lentamente. Con inmensa cautela acercó su mano izquierda hasta tocarla y palpó con dedos temblorosos su piel húmeda. Estaba fría. El leve estremecimiento de aquel cuerpo le cambió la vida para siempre. Entonces la besó, y perdió al instante su inocencia cuando comprobó que la rana no se había transformado en príncipe. A pesar de la pata herida, la vio desaparecer de un enorme brinco por detrás de la tapia.
© Anna Rossell

Sobre la autora: Anna Rossell

sábado, 15 de marzo de 2014

Nostalgia - Matías González





Al fin en tierra, el almirante pedía la mejor botella. Un minúsculo caos de olas rompía contra sus encías, y un perfume de borrascas salubres, le llenaba el suspiro... Recobrada la nostalgia del mar, corría a embarcarse, en busca de otra taberna.


Acerca del autor:  Matías González

miércoles, 12 de marzo de 2014

Las que trabajan - Nélida Magdalena Gonzalez

María, amasaba bolitas de fraile por las noches. Su familia pasaba por una grave situación económica y su esposo no quería trabajar.
Mientras ella ponía dedicación al trabajo, sus hijas pequeñas dormían.
Aprovechaban las fábricas cercanas para la venta. Allí los obreros entraban a trabajar muy temprano.
—Chicas, levántense ya es hora de salir —dijo María.
—¿Podemos comer una? —preguntó la menor.
Su padre no esperó a que su esposa responda.
—¡Son para la venta, apúrense que se hace tarde! —dijo gritando.
Las niñas salieron con las canastas y muy arropadas a causa del frío.
Al verlas indefensas, los hombres les compraron rápidamente.
Llegaron a su casa y le dieron el dinero a su madre. Pero su padre se los quitó.
—¡La mitad es mío, necesito vino y cigarrillos! —expresó el haragán.

Proyecto Apocalipsis - Lucila Adela Guzmán

Poco a poco las acciones cotidianas fueron perdiendo el sentido y aquellos que insistían en “hacer” fueron enloqueciendo pues no encontraban satisfacción por el deber cumplido El aplauso y la recompensa eran resabios de una humanidad de egos ahora perdidos y ya no tenían valor El proyecto Apocalipsis se había iniciado marcando una muesca en la línea del tiempo Un virulento cambio de conciencia fue poniendo fin al engaño y los sentidos humanos ya no tuvieron el deseo de percibir. Cuando estuvo todo listo, simplemente el interruptor cambió de posición

Ahora somos.

martes, 25 de febrero de 2014

Viuda de lujo - Matías González




Se extiende una alfombra de silencio para que ella camine hasta la barra y pida  una copa de vino. La lleva del tallo, hasta el borde del pueblo, y riega una tierra querida, como si sembrara flores. 


Acerca del autor:  Matías González

lunes, 24 de febrero de 2014

Tiempo hambriento - Raúl Alejandro López Nevado


El tipo mira a su mujer, alta y morena, como él, y mira el bocado que ésta le acaba de pasar. Parece inseguro, como si no confiara lo suficiente en la calidad del pedazo de carne. Finalmente, y con mucho mirar a izquierda y derecha, decide tragársela de un solo bocado. No estaba mal, piensa. Y agradece a su mujer con un golpecito en los glúteos sus atenciones. (Espera un momento, ¿esos ojos y esa boca? desde luego es cierto eso de que los matrimonios acaban pareciéndose).
Ahora escupe los pañales con un gesto de fastidio. La carne del bebé sienta en su estómago como si acabara de engullir una roca.
—¡Ajá —le grita su mujer—, caíste, maldito! —El tipo la mira sin comprender.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, nada —responde ella—, ya te contaré en unos años mi amante hermano.

Acerca del autor:
Raúl Alejandro López Nevado

Las voces - Fabián Rafael


Las voces no paran en todo el día. “Nadie te quiere, te quieren matar, tenes que hacer algo”, hablan a tus espaldas. Todo el día escuchando las voces, parece que ya se acostumbró a vivir con ellas. Se fue a dormir después de un día agitado, y las voces lo siguen; él, para acallarlas un momento, se medica. Eso hace que las voces lo dejen dormir aunque sea unas horas, pero de nuevo se despierta y están allí: “Todos te odian, tienes que hacer algo, hablan a tus espaldas, te quieren matar. Va a su trabajo, y las voces no cesan, entra en su oficina y las voces lo atormentan más, llama a su secretaria y toma medidas drásticas con sus empleados. Ese día uno de los empresarios más ricos del país despidió a ciento ochenta empleados de sus empresas sin un motivo de consideración.

Acerca del autor:
Fabián Eduardo Rafael

sábado, 22 de febrero de 2014

Intimidad - Anna Rossell Ibern


Un escalofrío recorrió su cuerpo, como cada vez que, de nuevo, percibía su presencia y su voz le susurraba al oído las palabras que siempre habían provocado en ella aquel sentimiento de lenta e imparable excitación. Después sobrevenía el vértigo abismal al que ambos se entregaban y que ella sabía conducir con la impúdica decisión de su preciso tacto hasta perder el control y la noción del tiempo. Ahora era él quien estudiaba atento cada estremecimiento apenas imperceptible cuando su mano acariciaba la yerma calidez debajo de la sábana. Sentía aquel leve erizamiento del vello, que el primer día había creído pura imaginación. Desde que había adquirido la certeza acudía regularmente a la cita. Con la respiración aún agitada se incorporó, exhausto, y salió antes de que la enfermera entrara para la inspección rutinaria y les sorprendiera. Era su secreto desde el día en que él se había negado a aceptar el estado de coma profundo en que la había sumido el trágico accidente.
© Anna Rossell

Sobre la autora: Anna Rossell

Pandemia - Isabel María González


Pedro, el oculista, salió corriendo. El llamamiento hecho por el gabinete de crisis de su país es alarmante. El fenómeno había comenzado a las 12:45 del día de ayer en Tías (Lanzarote) y se había propagado rápidamente a la península. La bautizada como“ceguera blanca", pandemia ya según la OMS, se extiende como la pólvora. De ella sólo se sabe que se contagia por vía emocional. Se recomendaba a la población no sentir nada en los próximos días si no es absolutamente necesario. Pedro se detiene bruscamente, acaba de sentir un extraño miedo blanco.

Sobre la autora: Isabel María González

Tiempo de más – Luisa Hurtado González


El médico se lo había dejado muy claro: no había cura. En un principio las malas noticias le noquearon pero, poco tiempo después, inició una actividad frenética.
Juan Granados Pérez murió el 13 de junio del 2011, al caer la tarde. Su imaginación y su blog aún vivieron cerca de un año más, lo que quizás explique su gesto tranquilo y su permanente sonrisa.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González