Dicen las lenguas (malas o buenas) que una noche justo para el día de su cumpleaños al Isaac sus amigos le hicieron un festejo en la propia casa. Le compraron alcohol a morir, sí, mucho, demasiado, como pa quedar tirado en un zanjón y cuando el alcohol se hubo terminado, al susodicho ya casi dormido, estupefacto, lo golpearon sus propios amigos, sí, lo mearon, lo engarrotaron, lo amordazaron, lo empelotaron, sí, lo deshidrataron, lo esquilaron, y después lo quemaron vivo, en el jardín de su propia casa, en el fondo donde la rosa afloraba, lo enterraron, jadeando, en su último aliento, ya sin fuerzas pa gritar, allí mismo quedó por decenios jubilado de por vida, mirando desde abajo las flores, los cardos y sus amigos esa noche festejaron, brindaron con la última cajita de blanco descartable.
Y así dicen las malas lenguas, "con los amigos no se juega ni jadeando..."
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