Aparentemente estás jugado. Listo. Pero tal vez haya una posibilidad y lo vas a intentar.
Mirás al tipo en el piso: tiene un agujero en la cabeza. ¿Lo fusilaste o se suicidó? Los canas vociferan desde los techos.
“¡Vengan ustedes!,” gritás.
Y te reís. Estás loquito. ¡No sabés por qué! Quizá porque tomaste mucha merca, quizá por el arma en la mano. ¡Qué bien calza!.. Sentís seguridad (siempre te gustó la sensación). Ajustás los dedos a la culata, al gatillo: está liviana.
“¡La puta madre! ¿A quién le sacudí nueve veces? ¿A la yuta? ¿Qué carajo pasó?”
Entonces creés que se te revienta el pecho, que te morís…, justo cuando el milico tira de los pelos y otra vez saca tu cabeza del tacho. El aire se pelea con el agua que ya tenés adentro. Si tan sólo pudieras recordar qué mierda hiciste…
Tomado del blog Ni vara ni cuchillo
1 comentario:
Excelente cuento!
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