Créanme que es extraño y fascinante a la vez. Mi cabeza es un globo. No hay cuello, apenas, una cuerda delgada que se alarga.
Conocí a una mujer a la que le pasaba lo mismo: la cabeza le subía por encima de las de los demás; caminaba, comía, atendía a sus pacientes –era médica-, con esa sensación. A veces —me contaba— temía que se le escapara por la fragilidad que adivinaba en lo que ya no percibía como cuello. Sólo estando en la cama todo volvía a su sitio, hasta que se levantaba otra vez. El marido, médico también, le decía que era cansancio; el psiquiatra, depresión. Dejé de verla por las vacaciones. Al regresar, supe que había fallecido. Algo súbito, dijeron.
¿Comprenden ahora por qué hace días que estoy acostada, verdad?
Sobre la autora: Mónica Ortelli
Tomado del blog Ni vara ni cuchillo
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