lunes, 31 de octubre de 2011

La punta del alfiler y los placeres del enjambre – Héctor Ranea


—¡Caramba, qué apretados estamos! —protestó el fantasma de cierto Lord. No era para menos, las puntas de alfiler estaban atestadas de ángeles y catervas de demonios. —¡Ya no hay espacio!
—¡Llegamos a ser más vivos que los que murieron en toda la historia! ¡Qué me cuenta! —le dijo la médium, en el intervalo entre sesiones de pedigüeños y viudos solitarios.
El Lord no contestó. Bastante poco le pagaba esta para su acto de seis veces por día, como para seguirla en el descanso. Se acomodó para dormir una siesta, pero el fantasma sin cabeza hizo aletear su capa y pudo vérselo desnudo.
—¡Mi madre! —dijo la médium. —Digo: ¡mi Lord! Jamás vi tanto bulto ocupando ese lugar. ¡Interesante!
—Duerma la siesta, m´hija. Con tantos habitantes en la Tierra hay que dominarse. Nos mataría tener progenie.
La médium esa noche tuvo sueños placenteros. Quién sabe qué fantasma le hiciera el favor.

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