viernes, 30 de noviembre de 2012
Aberturas – Héctor Ranea
—¡Qué feo no tener culo! —dijo la lombriz de tierra adentro.
—Peor tenerlo junto a la boca, os lo aseguro —contestó el platelminto unidimensional de Planilandia.
—Aún peor es no tener boca —dijo el agujero de gusano.
—¿Y con qué hablas, entonces? —dijeron todos a coro en tono horrorizado.
—¿Y con qué se piensan? —les contestó.
Sobre el autor: Héctor Ranea
Deseo - Lucía Amanda Coria
Miraba con avidez el cuerpo curvilíneo.
No podía evitarlo. Había aparecido en su campo visual dejándolo estático, con la boca reseca, sin voluntad para otra cosa que no fuera ese deseo loco de poseerla, de apretarla con sus manos febriles. De acercarla a su boca.
Ya no podía pensar y tanteó en el interior de sus pantalones. Sus dedos hurgaron con terca insistencia, casi con furia. Sabía cómo terminaría pero no se detuvo.
—¡¡Miseria!! —se dijo frustrado y reconociendo su derrota—. Ni una perra moneda, para la coca cola.
Sobre la Autora: Lucía Amanda Coria
Notas del té - Ginés Mulero Caparrós
Miro en el tiempo los dedos livianos de Ludwig acariciando las teclas del piano. La imagen trae a mi memoria el aforismo oriental “no mirar al dedo sino a la luna”. En aquella atmósfera brilla la música de luna, los visillos flotan como medusas y oigo decir al genio que la perfección musical es 98% trabajo y 2% inspiración, MAGIA. La sirvienta asturiana entra llevando una taza de té hirviendo; tropieza con la felina alfombra y lo vierte sobre el oído del virtuoso, le abrasa el tímpano, le deja sordo... Lejos de enfadarse, el maestro Ludwig, inspirado, empieza a componer la Novena Sinfonía.
Tomado de Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós
La percha – Mayda Bustamante
Transcurría el mes de octubre. Fernando siempre aparecía el día 28 de cada año y Florencia lo aguardaba de forma invariable sobre el diván con un gin tonic y la caja de música de la que salía una única melodía: “Yesterday”.
Ese día Fernando no llegó, ni al otro, ni al otro. Sencillamente no llegó.
Días después los aullidos de un perro alertaron que Florencia había muerto de espera. Los vecinos se ocuparon de todo, incluso de enterrarla.
La vistieron con el viejo gabán de Fernando, que nadie nunca supo por qué estaba colgado de la percha.
Sobre la autora. Mayda Bustamante
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Cosa e' Mandinga III - Anahí González
Hay un lugar de mi casa, un pasillo, por donde desde hace un mes o dos, mi perra Fiona no quiere pasar. No sabemos qué le pasa. Se resiste. Ni siquiera se deja tentar con bocados imperdibles. Probé con empanada de carne. Hasta con hamburguesa. Nada. Hay que arrastrarla tirando del collar. Es un tramo de un metro más o menos. Mi teoría es que en casa hay un Casper y que ella lo percibe. Por las dudas, el otro día, sentada sola en mi cama, le hablé al Ghost. Le dije: "Esta no es tu casa". "Tenés que irte porque acá vivimos nosotros", le advertí. Silencio. "Bueno, mirá, hacé lo que se te cante, pero no te me aparezcas nunca, eh, nunca". Hasta ahora, la convivencia es perfecta. Menos para Fiona que sigue tirando del collar.
Tomado de Espejitos de colores
Acerca de la autora: Anahí González
Cacería - Claudia Sánchez
Habíamos sido contratados por un grupo de élite que prefirió permanecer en el anonimato. La consigna era clara. Teníamos que liquidar a ese animal sin levantar sospechas y sin asustar a las criaturas del lugar. Nos organizamos en grupos de tres, apuntándole desde una distancia prudencial. Las armas de desintegración eran muy potentes. Para disimular el estruendo que producirían, acordamos dispararle al unísono en el momento en que el avión de la mañana volara sobre nosotros. La misión tuvo un éxito rotundo. A las diez y cuarenta de aquel viernes, el dinosaurio finalmente desapareció.
Sobre la autora: Claudia Sánchez
lunes, 26 de noviembre de 2012
Cuento de hadas - Daniel Frini
En la oscuridad, a la Chuni el miedo le duele más que el hambre. Está en
cuclillas sobre el colchón que huele a sudores viejos; la espalda
contra la pared sin revoque y los brazos rodeando sus piernitas flacas,
por sentir algo que aplaque el vacío del pecho. La Sonia le dijo que
para los catorce la llevaría al cine; y le contó del castillo, la
princesa, el dragón y el príncipe. Hicieron catorce y la Chuni no fue al
cine; pero imagina que ella es la princesa, y la pieza es el castillo.
Sabe que los de afuera son peores que dragones y no espera príncipe sólo
por no saber para qué; pero sí a su mamá, que venga a rescatarla de
tanto miedo, y golpes y mugre.
La puerta se abre y aparece mamita:
―Pasá Cholo. Cuando salís me dejás la plata en la mesa.
La puerta se abre y aparece mamita:
―Pasá Cholo. Cuando salís me dejás la plata en la mesa.
Acerca del autor: Daniel Frini
Mañana pesada de diciembre – Héctor Ranea
—¡Un día de estos terminamos, vos y yo! Todos los fines de año tenemos el mismo dilema, frente a frente. Ya sé que pensamos diferente sobre muchas cosas y que te revienta que para esta fecha me ponga melancólico y quiera hacer balances de cómo fue y qué pude hacer y qué no hice por haraganería, pero déjame que te afeite, aunque sea, ya que tú no quieres, a través del espejo, que si vas con semejante barba te echan del trabajo y vas a ver cómo me pongo si vienes con esa noticia mañana. Aunque sea desde este lado del vidrio te mando un mal rayo que te parta, presumido. ¡Venga acá, pon la cara que te afeito! Todos los días igual con mi reflejo en el espejo, pero para fin de año se pone demasiado demandante el muy cabrón.
Publicado en Letras de Chile
Sobre el autor: Héctor Ranea
La devoración - Nastia T.
Como todos los lunes me siento a la barra. “¿Lo de siempre?” me sonríes. “Lo de siempre”, sentencio sin importarme el nombre de lo que me llevo a la boca.
Solo sé que es suavidad, tibieza, terciopelo en la punta de mi lengua, carne tierna cediendo ante mis dientes, salobre espesura invadiendo mi garganta, inocente blanco masticado sin piedad, dorada explosión de tus sabores, perfumes y colores.
Saciada mi hambre-hembra, me tomo a pequeños sorbos ese café preparado por tus manos, prolongando así mi estancia para seguir disfrutándote.
Te pago, dejo una buena propina. Y tú, con la frescura de tu juventud, me dices feliz: “hasta la próxima semana”, satisfecho de ese dinero extra, sin sospechar (¡Inocente!) que como todos los lunes, te devoro con pasión.
Sobre la autora: Nastia T.
sábado, 24 de noviembre de 2012
De eternos retornos y revoluciones - Fernando Puga
El sol abrigó al huevo que en la playa dejó el pez y al calor de los hilos solares el huevo se quebró.
Asomó el renacuajo y aguzó sus sentidos. Su andar inauguró el camino animal sobre la tierra.
A poco de caminar el sendero se bifurca y el instinto lo lleva hacia la izquierda. Acaso optará por la derecha cuando el tiempo lo devuelva a la misma encrucijada.
¿Será entonces cuando los dinosaurios dejemos de ser dueños del planeta?
Sobre el autor: Fernando Puga
Sobre el autor: Fernando Puga
Ecos - Jesús Ademir Morales Rojas
...no sé cuánto estuve encerrado en aquel cuarto oscuro poblado de ecos. Periódicamente me rociaban con luces extrañas y líquidos de raro sabor. En algún momento abrieron una zona de la celda. Entonces me asomé: sólo había allí un horizonte de sombras, y las quietas olas de un mar metálico. Salí. Anduve vagando sobre las aguas durante mucho, mucho tiempo. Hasta que el tedio me sofocó hasta la muerte...
Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas
Reconsiderando la estrategia - Sergio Gaut vel Hartman
La cosa empezó a irse al carajo cuando los hackers usaron la red para pescar tiburones, derrumbando el sistema de comunicaciones del planeta, y los políticos descubrieron que era más fácil asesinar a los opositores (y acarreaba menos consecuencias negativas) que ir a elecciones. Pero lo que le puso la frutilla al postre fue la Segunda Venida.
—Lo pensé mejor, muchachos —dijo Jesucristo—. Nada de martirios o crucifixiones, esta vez voy a usar mis superpoderes para levantar minas y pasarla bien.
Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman
martes, 20 de noviembre de 2012
Documento sobre el ave - Héctor Ranea
Me gusta la valentía del tero. No de la especie. Me fascina este tero. Todas las mañanas me observa con atención cuando llego y no me teme, incluso considerando que soy un gigante a su lado. Es más, ya me atacó en otra oportunidad. Ni los caranchos o los halcones son tan valientes. Ni hablar de las palomas, claro. Tal vez las lechuzas o las calandrias son comparables en valentía y estrategia al tero defendiendo su compañera que empolla a la vera del camino. El héroe ahora me enfrenta con la mirada roja, atento. Quietos, expectantes, cada uno del otro espera suma entrega, brutales sacrificios. La única que nos observa es la hembra que, roja también su mirada, tensas las alas, espera lo mejor de su macho resplandeciente. La mañana pampera está serena, luminosa, tersa. Entonces tomo la iniciativa. Muevo el Peón de la Dama al cuarto escaque.
Sobre el autor: Héctor Ranea
Cuestión de preferencias - David Moreno
Por fin tenía en mis manos un libro electrónico con sus tapas de piel y dieciséis tonalidades de grises. Me había imaginado muchas veces este momento, aunque nunca pensé que pudiera ser tan intenso.
Fue un flechazo a primera vista.
Nada más alcanzar el mostrador su pantalla me cintiló descaradamente. Y no pude resistir la tentación.
En el pasillo contiguo mi mujer y mis dos hijas me miraban atónitas. Me habían pillado pero no importa. Con el corazón acelerado les diré que este año volveré a ponerme la cazadora de los últimos tres inviernos.
Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno
Un cuadro de Kandinsky - Sergio Gaut vel Hartman
—¿Usted me ha secuestrado, señor?
—¿Secuestrado? ¡No! Solo la incorporé a un grupo de literatura que creé en Facebook.
—Ay, que pena. Sería tan romántico…
—¿Y no le parece peligroso?
—¿Por qué? ¿Usted planea hacerme daño?
—No, señora. Lo digo por la posibilidad de que, si eso sucediere, su marido no pague por usted lo que costaron las cirugías que se hizo o por lo menos lo que gasta mensualmente en maquillaje.
Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman
domingo, 18 de noviembre de 2012
Proteo – Jaime Arturo Martínez
…por último acudió donde su dios. Le enumeró sus sacrificios, sus ayunos, sus ofrendas, su fidelidad por él. Acto seguido le pidió que le entregara a esa mujer. El dios, no pudo complacerlo, ya la había asignado a otro. A cambio, le dio el poder de transformarse. El aceptó. Primero, se convirtió en el aire que ella respiraba, luego, en el agua de su baño, en su cobija, en su cepillo…en ella misma.
El autor: Jaime Arturo Martínez Salgado
El valor de un cobarde - Luisa Hurtado González
Encontró su nota de despedida sobre la mesa de la cocina, por la tarde, al volver del trabajo. Tras leerla, se dejó caer sobre una silla y supuso que iba a ponerse a llorar pero... ¿por qué hacerlo?, ¿por un matrimonio muerto hace años? “Él sólo ha tenido el valor de acabar con esto”, se dijo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, porque ella se había pasado doce años diciendo que era un calzonazos y ahora era mentira.
Sobre la autora: Luisa Hurtado González
Sobre la autora: Luisa Hurtado González
Deshojando Margaritas - David Moreno
Al llegar a la última, un ahogado nomequiere, hizo que se desvanecieran sus esperanzas.
Triste y apesadumbrado, abandonó sin darse cuenta el montón de hojas que en el suelo habían formado un tequiere de ensueño.
Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno
Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno
Realidad de closet - Héctor Luis Rivero López
La madre metió mitad de su voluminoso cuerpo fuera del closet para al rato sacarlo con las manos vacías y enfadada, dijo:
—No está, ha desaparecido.
No sé cómo lo hizo, pero esa noche, no hubo más sonidos provenientes del otro lado del armario. Mamá Monstrua se aseguró que el niño molestoso se fuera para siempre.
Tomado del blog SIN TON CON SON
Acerca del autor: Héctor Luis Rivero López
viernes, 16 de noviembre de 2012
Libre - Jesús Ademir Morales Rojas
K un día, luego de su trabajoso empeño, por fin entró al inmenso edificio. Nadie le impidió el paso. Nadie le puso obstáculo alguno ya. Nadie le obligó realizar largas esperas, ni a presentar documentos imposibles. Nadie le cerró las puertas. Porque el Castillo estaba vacío por completo. K no supo que pensar de esto. Y no lo hizo, porque el viento cerró las puertas del edificio abandonado y ya nunca volvieron a abrirse.
Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas
Descubrimiento - Olga A. de Linares
Se levantó, se arregló con esmero, eligió cuidadosamente camisa, traje, corbata. Mientras colocaba el Rolex en su muñeca, se contempló en el espejo que duplicaba lujos y elegancias enmarcando su figura impecable.
El ascensor lo llevó al estacionamiento con la eficiencia de costumbre.
Entró a su Mercedes.
Y entonces, con la llave de encendido en la mano, comprendió que no tenía adónde ir.
Acerca de la autora:
Olga A. de Linares
El planeta de las nueve lunas - Héctor Luis Rivero López
Un extraño virus atacó a la humanidad y como resultado todas las mujeres embarazadas daban a luz solamente niñas. Mientras los científicos trataban de lograr un esperma sintético usando células madres embrionarias, con el paso del tiempo los hombres fueron disminuyendo. Cuando el planeta entero quedó a disposición de las féminas, y pasó a llamarse el planeta de las nueve lunas, las mujeres desarrollaron ojazos de infarto, labios carnosos, clítoris enormes, melenas estupendas, cuerpos atléticos y bronceados. Sin los hombres, disminuyó la contaminación y como consecuencia se acabaron las guerras, pero también la música y el cine. Todo eso perdió sentido. Nada por qué rezar. Cero cosméticos. No había canciones de amor. Entre ellas aumentaron los besos franceses y el sexo oral; se conjuró una fantasía misantrópica, un mundo más pacífico y más lascivo que en ningún otro momento en la historia. Fue entonces cuando las mujeres se fijaron con mucha atención en los chimpancés machos...
Tomado del blog SIN TON CON SON
Acerca del autor:
Héctor Luis Rivero López
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Solo entre reflejos – Ginés Mulero Caparrós
Tener nueve años no obliga a la invisibilidad. Merodeo transparente por el salón donde en alboroto los familiares toman té con palmeras. Las ondas del líquido dorado de una de las tazas distorsiona el ventilador del cielorraso. El visillo vuela suavísimo en un espejo… En el reflejo de la mesa rectangular de vidrio veo rostros desencajados, con perlas indefectibles. En un cuadro acristalado con un mapamundi añejo se perfilan varias cabezas que velan el féretro con mamá. Cuando ella se incorpora y la jalean por el tránsito… comprendo que yo soy en la familia, el único superviviente de la tragedia.
Tomado de Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós
La calle - Daniel Sánchez Bonet
De camino a casa, a Armando le llamaba la atención el mimo con el que algunas ancianitas del barrio daban de comer a los gatos y es que, día tras día, la rutina parecía ser siempre la misma. Ocho de la noche. Tres recipientes: uno de carne guisada, otro de pescado y un poco de agua. Y aunque, al pobre Armando, las cosas no le marchaban demasiado bien por culpa de la crisis, aquel gesto tan humano le reconfortaba segundos antes de entrar en casa, donde no eran pocos los quebraderos de cabeza que le esperaban. Pero, así era la vida…
Un mes más tarde, los gatos se miraron entre sí, desconcertados.
Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet
La cinta de Moebius - Jesús Ademir Morales Rojas
Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas
lunes, 12 de noviembre de 2012
Sobre llovido mojado – Sergio Gaut vel Hartman
Las consecuencias y daños del desastre eran incalculables. Casi todos los árboles habían caído, aplastando autos, casas, personas. Los cables de electricidad parecían látigos que azotaban a todo cuando se ponía a su alcance, movidos por un viento furioso y ciego, y cuando la lluvia empezó a caer no alcanzó para apagar los focos de incendio que se habían iniciado como consecuencia de los escapes de gas. Las calles, entonces, parecieron ríos, y el incesante aguacero formó una muralla gris que impedía cualquier acción de rescate. Para colmo de males, los marcianos, la frutilla del postre, eligieron ese mismo día para invadirnos.
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
Post-Fellini - Nana Rodríguez Romero
Federico Fellini guardaba en sus archivos miles de fotografías de los más insólitos rostros que desfilaron por el casting que realizó para sus películas.
Después de su muerte, un coleccionista encontró algunas de ellas y, tras una ardua búsqueda, logró contactar algunos de los personajes ya ancianos, cambiados, más marcada la caricatura en ellos, especie de hipérbole fellinesca para un guión del horror, el infierno del Dante o la pesadilla más elaborada del cineasta. De repente, apareció uno de los rostros más bellos y ultraterrenales de la galería, quizá la Beatriz que el director siempre añoró llevar al cine, lo extraño era que estaba intacta, igual a la fotografía; como una gasa levitaba al lado de sus compañeros del casting de sobrevivientes.
Maravillado el coleccionista, vio cómo la mujer se desvanecía al entrar en la polvorienta pantalla del estudio 5 del Cinecittá.
Tu música favorita – Héctor Ranea
Estábamos encerrados. Aunque algunos dijeran que no, ésa era la realidad. Ciertas noches soñábamos estar libres, que quienes decían que no era cierto que estuviéramos encerrados tuviesen razón. Pero al despertar era evidente que sí, que estábamos encerrados y lo hicieron para matarnos. De a uno, de a varios, de a multitudes. La realidad nos despertaba cada día con los sordos gritos de quienes mataban y de quienes morían. Y la música, la música cambiante, la música dolorosa que sonaba, lacerándonos.
─Elige tu música favorita ─me dijo el verdugo mi último día─. Te mataré en cuanto tus lágrimas denoten que te da placer escucharla. Y si no lloras, no importa: te mataré igual ─sonrió.
Sobre el autor: Héctor Ranea
sábado, 10 de noviembre de 2012
La invasión – Jaime Arturo Martínez
La tierra fragosa y la altísima vegetación no amilanaron a los guerreros, que en fila india invadían el territorio en el que se asentarían. Desde semanas atrás, la marcha y el posicionamiento del terreno eran constantes. Las partidas de reconocimiento guiaban a los soldados y apenas éstos aseguraban el espacio y tomaban posesión de él, los obreros emprendían la construcción de túneles y trincheras. Pero esta mañana escucharon que el enemigo se aprestaba para la resistencia. Tiempo después una lluvia tenue cayó implacable. Primero la recibieron como una bendición, luego un olor acre invadió los espacios y los soldados empezaron a caer asfixiados.
—¿Ya terminó?
—Sí, señor, después de esta fumigación no creo que quede una sola hormiga en su jardín.
El autor: Jaime Arturo Martínez Salgado
Felicidad — Cristian Cano
Fría pero condescendiente noche en el rincón del café, ese misterioso reparo desde donde puedo dominar el mundo. Alguna gente está de paso, otra, la más interesante, lucha en herméticas charlas y raras ediciones. Acá es en donde más vivo me siento y cuando mejor puedo dejar el mundo atrás, para contar mis adentros.
Acerca del autor: Cristian Cano
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