domingo, 26 de septiembre de 2010

Vidriera - Samanta Ortega


El virus llegó al pueblo aislado. El doctor, convertido en muñeco de cera, dejó una nota explicando que en cuestión de horas todo el pueblo sufriría de lo mismo hasta morir. Carlos fue el último en padecer los síntomas. Primero la piel se le puso aceitosa, después se encontró que no podía moverse, ni hablar, aunque aún oyera bien. También sintió correr la sangre caliente hasta que, poco a poco, se endureciera. A partir de ese instante el tiempo se detuvo casi por completo.
Pero antes de que la mente se le quedara en blanco por completo, creyó escuchar el ruido de un camión y unas voces que gritaban “Llévenlos al depósito del Corte Ingles que, hace más de un mes, los están esperando”.

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