miércoles, 14 de diciembre de 2011

La olvidadiza – Héctor Ranea


—¡Ay, querida, no sabés el susto que me di! —le dije a mi cuñada sentada frente a mí.
Ella meneó la cabeza, como preguntándome.
—Resulta que —comencé sin dejarla hablar— llego a la clase de gimnasia y todas me dicen: “¡Qué tal, tanto tiempo! ¿Por qué no viniste en todo este tiempo?” —Al principio, como te imaginás, me lo tomé en solfa. Pensé que era una broma.
Ella meneó la cabeza, como para contestar. Pero antes de que abriera la boca, le dije:
—Al ratito me di cuenta de que no era una broma, que me lo decían en serio. Es más, estaban preocupadas porque yo no daba pie con bola y no tenía ni idea de lo que me decían.
Mi cuñada parecía menear la cabeza, pero al fin se le cayó nomás. Ahí me di cuenta de cuánto tiempo hacía que estaba muerta. ¡Cómo pasa el tiempo!

Héctor Ranea

Ilustración: "Las dos hermanas", de Giorgio de Chirico

2 comentarios:

El Titán dijo...

no hay más muerto que aquel que no quiere ser visto...
muy bueno...

Ogui dijo...

¡Cuántos muertos en tan pocas líneas! ¿O son menos?