lunes, 29 de abril de 2013

Un cachorro no se le niega a nadie – Héctor Ranea



—¡Te juro que vi vomitar a un perro!

—Los perros vomitan siempre ¿qué tiene de raro?

—No me entendiste. Vi a un animal que vomitó al perro.

—¡Uy, no me dijiste nada!

—Te lo acabo de decir ¿no escuchás?

—¿Y cómo era?

—Del tamaño de un perro.

—¿Y cómo hizo, por favor!

—Por partes. Pero después lo armó. Una pavada, en el fondo. Si sabés anatomía es una pavada. Eso sí, no anduvo. Hubo que esperar a que se seque.

—¿Por lo menos ladró?

—No. se puso a recitar un poema perdido de James Joyce.

—¡Qué delicia! ¿De qué trata?

—De un par de tontos que beben cerveza con un Quark.

—¿Éramos nosotros?

—Somos nosotros. Ahí viene el perro.

—¿Te siguió hasta acá?

—Se ve que sí. Son seguidores los perros de sulky.

—¿Cuál es el teléfono del animal que lo vomitó?

—¡Ay! ¿Te parece? Míralo. ¡Es tan simpático!

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Puesta - David Moreno



En la granja las gallinas veteranas conscientes del proceso que deberá comenzar, andan revolucionadas. Cuando el gallo cante al amanecer, rejuvenecerán, perderán peso y se les caerá el plumaje hasta quedar convertidas en indefensos polluelos. Aunque lo más complicado, sin duda, será introducir la cabeza en el cascarón.


Tomado de MicroSeñales de Humo

Acerca del autor: David Moreno

sábado, 27 de abril de 2013

Madrugada en Mirlo Herido – Sergio Gaut vel Hartman


—El servicio de cafetería ha sido desactivado —dijo Luther contemplando a Macro King con su expresión más sardónica—. Son más de las tres
—No quiero café —replicó el sepulturero—. Solo quiero que me regales a tu mujer.
—¿Solo eso? Acepto… con la condición de que te lleves también a mi suegro, el viejo Cuernavaca.
—De acuerdo. Supongo que no objetarás que lo cenemos durante las celebraciones de Lázaro Mamón.
—No solo eso. Cebra estará encantada de comerse al padre. Hace años que…
—¿Cebra, dijiste? ¿Tu esposa se llama Cebra?
—Sí. ¿Qué tiene de raro?
—Mi primera mujer se llamaba Cebra. Era una harpía. Me asesinó por lo menos trece veces.
—¡Qué tipo quisquilloso! Entonces, ¿te sirvo un café?
—Sin azúcar, por favor.


Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Sentada - Cristian Cano



Me duelen los huesos. Cada vez que pienso en escribir, las piernas me duelen antes de siquiera sentarme. Pero no importa. Me siento. Busco el mismo lugar de siempre y cuando, no conforme con lo que quiero, termino por buscar un sitio diferente, trato de que la esfera sea perfecta. Sí, me expresé bien. La esfera. Cuando nos proponemos ser dueños de todo, ésta nos priva de las percepciones (no escribo realidad, porque no viene al caso) y de tantas maneras necesarias que terminamos por dejar de lado. Por divina gracia, debo otorgar que dentro de este ensimismamiento, los dolores no son dolores y los remordimientos cambian su forma.


Acerca del autor:  Cristian Cano

La tenue claridad - Alejandro Bentivoglio




La vida está hecha de sillas, madera, copas, cortinas, catálogos improbables, catálogos imposibles, trenes, uñas, cortinas de otro color, otros colores, por supuesto, colores que no son colores, medias, manos, catálogos de catálogos, palabras, pequeñas luces, grandes luces que lo son porque envidian a las pequeñas, pies, mujeres que detestan los catálogos y esperan que algo comience sin enumerarlo, hombres que hacen los catálogos, sandalias, guantes, mesas que hagan juego con las sillas, momentos en los que se escucha un silencio enorme, imposible de catalogar.

Tomado del blog:

Sobre el autor:

Caos. Los dragones despistados del sexto piso, cuarta dimensión a la derecha - Raquel Sequeiro



Nada hay que me de más asco que los ascensores, ni más miedo que las escaleras, ni más pánico que volar. El acueducto queda como a tres mil millas sobre el océano, mi casa es un hervidero de moscas, los ampulosos gritos de mis vecinos me desconcentran, veo la trompa de un elefante asomándose por la puerta, cierro de golpe, y así, de una trompada, comienzo la sinfonía do de re en sol mayor decano primero al cubo cuadrado. En mi planeta lo hacemos así, en los demás el sexo es otra historia. Primero seducen, luego dejan caer alguna lágrima, pomposamente se entregan flores. Ya me derrito entre los burbujones de lluvia y me convierto en soporífero charco, me condenso, y de nube subo al cielo de Los Informes, dragones colosales de diez cabezas. Sólo diez, porque tantos cerebros juntos conforman una desordenada égloga.



Acerca de la autora:  Raquel Sequeiro

jueves, 25 de abril de 2013

Conjuro más allá de la muerte - Sarko Medina



Los zarpazos atravesaron la carne del soldado, hasta llegar al hueso mismo y destrozar la columna. Los compañeros del caído, atinaron a disparar algunas ráfagas, antes de correr igual o peor suerte. El enorme oso, al terminar con el batallón de fusilamiento y su jefe, se irguió en sus patas traseras para lanzar un gruñido ensordecedor. El animal se volvió hacia la pareja de esposos que abrazaban temerosos a una pequeña de vestido blanco con flores estampadas, impoluto, pese a la sangre que manchó todo el lugar en rededor. La pequeña se desasió de las manos protectoras y, con paso firme, llegó donde el animal para acariciarlo y decirle al oído: “Cumpliste tu promesa de protegerme, ahora puede descansar tu alma amado mío y yo empezar una nueva existencia en este cuerpo de niña.”


Acerca del autor:  Sarko Medina Hinojosa

Después de la resurrección – Sergio Gaut vel Hartman



Al resucitar, odió con todas sus fuerzas al mago que lo había devuelto a la vida. Supo que el intenso dolor que sufriera desde que tenía memoria regresaría en pocos minutos y supo también que esta vez no lo iba a abandonar tan fácilmente. El conocimiento lo golpeó con brutal intensidad: la recién adquirida inmortalidad lo obligaba a penar y entregarse al desconsuelo por toda la eternidad.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

El color amable – Héctor Ranea


—¡Te juro que vi vomitar a un perro!
—Los perros vomitan siempre ¿qué tiene de raro?
—¿En serio? Nada de eso se dice en mi libro.
—¿Venís del neurológico azul turquesa amable?
—Soy amable, sí. Creo poder decir de mí mismo que soy amable.
—Los caracoles son amables, pero eso no contesta mi pregunta.
—¿Si soy turquesa? No. Soy turco. Mi madre dicen que fue duquesa. ¿Eso te sirve?
—En realidad, no. Pero puedo escribir un cuento.
—¿Cómo que vas a escribir un cuento sin invitarme?
—Lo hice cuando te pregunté del neurológico y no me contestaste. ¡Hombres!
—Señorita. ¡Y a mucha honra!
—La señorita es turquesa.
—Te dije que turco sí, turquesa no.
—Pensé que las mujeres como tú son turquesa.
—¿El color te importa?
—No; para nada. Solo es un ensayo. Me voy a escribir el cuento del neurológico.
—Yo a mirar perros. Buenas tardes.

Acerca del autor:  Héctor Ranea

martes, 23 de abril de 2013

¿Cuánto duran las fotos? (13) - Héctor Ranea



Estábamos por cruzar la frontera de manera ilegal, no porque del otro lado pudiéramos encontrar algo mejor que lo que dejábamos atrás. Lo hacíamos simplemente porque considerábamos un derecho elemental el del espacio abierto. Nos parecía que dividirlo en regiones era el soporte fundacional de toda injusticia.
De pronto, Qfwfq dio un grito:
—¡Comandante Qwfwq —gritó vencido por un espasmo— estamos cayendo en una trampa! —Y me envió los datos para que decidiera.
—¡Cálmese Qfwfq! —le grité—. Trate de evadir que estamos a tiempo.
Los terrícolas nos habían tendido la trampa clásica de poner un agujero negro que reflejaba la Tierra como en una foto y nosotros estábamos cayendo dentro.
No voy a contarles cómo llega esto hasta ustedes, lectores. Será en otra invasión, lo siento.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

Tatuaje - Diana Sánchez


Me saqué la blusa. Liberé mis pechos y en el hueco que los separa te guardé para siempre en un tatuaje.
Cansada de llorar tu olvido, salí a la calle. ¡Libertad! gritaban. Era el fin de la dictadura y me uní al festejo.
Alguien me rozó la mano. Después, la caricia llegó a mi brazo y fue subiendo por el cuello. Las bocas se unieron y las lenguas entrelazadas me hicieron vibrar.
Antes de unirnos, pregunté su nombre. ¿Qué importa? —me dijo.
Las palomas volaron sobre el campanario.
Froté cuanto pude, el tatuaje ya no se lee.
Él nunca volvió.


Acerca de la autora:  Diana Sánchez

viernes, 19 de abril de 2013

Retrospectiva - Alejandro Bentivoglio


Cada tanto Melania me miraba desde su palidez casi inmaculada. No me pareció importante en ese momento decirle algo, cambiar algún detalle de ella. Era perfecta en su quietud. En su belleza imposible de describir.
Ahora, en retrospectiva, pienso que pude haber estado equivocado al matarla con aquel cuchillo. Tan sucio, tan poco simétrico, tan imperfecto, tan indigno de ella.

Tomado del blog:
Sobre el autor:

miércoles, 17 de abril de 2013

Subte A(verno) - Cristian Mitelman



"Lamentamos anunciar que el servicio está interrumpido. Accidente en las vías", dice una, dos, tres, siete, incontables veces la misma isócrona voz.
Algunos suben por las escaleras mecánicas; otros se arremolinan como si quisieran soplar para remover el cuerpo que está en una estación indefinida.
Quitan el cuerpo. Entonces me doy cuenta de que hay cientos de hombres y mujeres en los túneles. Dentro de un momento se va a restablecer el servicio. Ya no será (al menos por hoy) el crujir de huesos bajo las ruedas; ya no será (al menos por hoy) la carne mutilada.
Los vagones pasan a través de nosotros… O nosotros pasamos a través de los vagones. Es igual. Buscamos una salida hacia alguna forma de luz, pero ya es irremediable.


Acerca del autor:  Cristian Mitelman

¿Cuánto duran las fotos? (12) - Héctor Ranea



Y esta es la foto de tu tío Verio de uniforme. Hermosa foto. Verio, el hermano mayor de tu padre. No lo conociste porque fue enviado como observador a Viet Nam a modo de colaboración para parar el conflicto y ahí lo mató un grupo de soldados del mismo ejército. No, ningún fundamento: se equivocan, a veces. Así dijeron. ¡Estaba tan lindo! Después de eso nos mudamos a Praga. De puro tristes. Ahí se podía estar más tranquilo, entonces. Nada nos recordaba a él.
Nos dijeron que los grajos... Pero no tiene importancia que sepas algo de eso. Son cosas que tienen que ver con las alas. La mueven con mucha energía y dicen que eso es porque saben pedir comida. ¿Dices que ese grajo no es Verio, tu tío? ¿Y cómo explicas que siempre viene a mí pidiéndome tres insistentes veces que le tome el ala?


Acerca del autor:  Héctor Ranea

La creación del universo - Raquel Sequeiro



Dicen que la conciencia quedó encerrada en una esfera perfecta unos años antes del nacimiento del mundo. Surgió de la misma una forma tan bella y perfecta que se perpetuó infinitamente en el infinito; no por ello dejó de crecer en mi imaginación y acunarme al dormir y morderme al comer. Digo yo que una rata no es mejor ni peor que un humano, aunque se eleva a la categoría de diosa cuando se trata de roer los cables de la luz y joderle el alumbrado a todo el vecindario.

Acerca de la autora:  Raquel Sequeiro

lunes, 15 de abril de 2013

Interferencias - David Moreno



Todavía es de noche cuando se reúnen en la plaza. Repasan que todo el material esté preparado en el interior de los todoterrenos. Colocan a las espaldas sus escopetas y la munición, en las cinturas. Los perros, mientras, aguardan impacientes dentro de los remolques con la adrenalina a tope.
Minutos después, camuflados, cada cazador repartido estratégicamente en su puesto de vigía, permanecen atentos a cualquier movimiento que indique la presencia de jabalíes.
De repente, los ladridos de los perros alertan de la cercanía de las presas.
Tras los árboles y huyendo a toda prisa aparecen trolls, duendes, gnomos, hadas y otros seres fantásticos.
Hoy la cacería será mágica.

Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno

Desaparecida - Carlos Rodríguez Arévalo




En el cuarto había un agujero que se movía de vez en cuando, a veces estaba en el suelo, a veces en el techo o en alguna pared. La señora que hacía la limpieza cada dos días en la casa ya se había acostumbrado y hasta agradecía por que en ese cuarto había menos superficie que limpiar (sobretodo cuando aparecía en el piso), pero un día entró y no vio el agujero, cerró y el agujero estaba en la puerta del lado dentro, ahora no podía salir, tuvo que pasar la noche ahí hasta que se moviera de nuevo, mala suerte la de Juanita, que así se llamaba, dormirse justo a donde el agujero se le dio la gana desplazarse.

Tomado de Microtexteando

Sobre el autor: Carlos Rodríguz Arévalo

sábado, 13 de abril de 2013

La tómbola - Ana Caliyuri



Todo está por hacer en mi mente, como si el tiempo se hubiese ocupado de limpiar las palabras ya dichas, los cuentos ya gastados, las novelas breves, las fantasías. Luego, me instalo en el punto cero, donde la inmensidad grita que la cobije con palabras. No es menester que lo haga en soledad, pero a veces los personajes gozan de la misma “ermitez” que me identifica. Más tarde, ya recompuesta, me sumo a otras vidas de papel y empezamos a barajar destinos como si ellos fuesen una tómbola y mis manos una moneda imprecisa; de eso se trata el oficio. De la soledad hermanando hilos.


Acerca de la autora:  Ana Caliyuri

Cuento estrellado - David Moreno



“Y restos de lágrimas en las mejillas de la princesa quedaron para siempre. Fin”
—Papá ¿por qué nunca me cuentas un cuento de final feliz?
El padre se quedó pensativo sin saber qué responder a la vez que se acordaba de las caricias de su mujer, de su melena azabache ondeando al viento, de sus manos al volante, de su voz dulce gritando como nunca que frenara, de por qué giró a la izquierda y no a la derecha.
—Hija mía mañana prometo que lo haré. O quizá pasado mañana —masculló.


Tomado de MicroSeñales de Humo
Sobre el autor:  David Moreno

El destino roto - Carlos Rodríguez Arévalo


La mina rota del lápiz dio varias vueltas en el aire y mientras caía sintió libertad que la despojaba de su destino de nacimiento que era el de crear, por un momento recapacitó y cuando ya su ser descansaba en el suelo imaginó lo que hubiera sido capaz de hacer.

Tomado de Microtexteando

Acerca del autor: Caros Rodríguez Arévalo

jueves, 11 de abril de 2013

¿Cuánto duran las fotos? (11) - Héctor Ranea



Si hay una expresión que define la foto de Güelfa es: lechuga. Tiene el ánimo más arrugado que hoja de lechuga, una conversación tan amena que emprenderías la fuga al segundo de comenzarla, eso sin hacer hincapié en que si toma tu mano te sientes en el estado más catatónico del Nirvana farmacológico al que entras cuando una enfermera te mete por vía genital un diccionario de latín sin anestesia. ¡Pobre Güelfa! Hace diez años parecía germinar en la más absoluta de las calmas fotográficas de montaña. Estoy seguro que, como tía Águeda anota en su cuaderno, a esa chica la han abducido piratas de planetas misteriosos. Mi primo Tevito cuenta que hay que verla en los bares del bulevar, que ahí sí que Güelfa se expresa bien con todo el cuerpo y canta unos tangos que dejan deslumbrado a más de uno y le dicen Malena, para colmo.



Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (10) - Héctor Ranea



Me vino a visitar Menfis. Hacía un lustro que no la veía, desde que se ató, con el nombre de batalla de “Lombriz” por sus dotes de cavadora, a un libertario tugshensko o algo así, conocido de Gyula, la mayor Meretriz de Praga que los presentó, formal como era, allá por el '89 en la librería del escribano Guarez. Quería que sacara fotos al tugshensko muerto en un ajuste de cuentas con el capataz de sus huestes. Paradojas del destino: un ex-amante tomando fotos cadavéricas de un libertario asesinado por un subordinado que había esclavizado a los luchadores de la libertad. Menfis me agradeció las fotos con una cena, una botella de champán, un beso y la promesa de un olvido sin dolor.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

martes, 9 de abril de 2013

Suicidio estilo malayo – Sergio Gaut vel Hartman


Sandokán se encuentra con Salgari en un bosque cercano a Torino para reclamarle el pago de las regalías devenidas por la publicación de los libros que protagonizó. El escritor aduce que es pobre, que los editores lo explotan, que le chupan la sangre, que su mujer acaba de morir en un psiquiátrico. Sandokán sabe que Salgari miente, que siempre despilfarró el dinero que ganó, que está devastado por el abuso del alcohol; hace rato que trata de cobrar lo que le debe, pero jamás logra sacarle una lira. Discuten; el malayo, exasperado, usa el kris con la maestría que lo caracteriza y desgarra la garganta y el abdomen del escritor. Los diarios dirán luego que Salgari se suicidó según el rito japonés del seppuku, más conocido como harakiri. Es obvio que el asesino jamás pudo ser hallado.


Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Superhéroes - David Moreno



A veces cuando tengo miedo en la oscuridad de mi habitación pienso que estoy acompañado de Conan el Bárbaro o el Capitán América y me ayudarán si hace falta. Cuando otras veces no me atrevo a levantarme de la cama ni a poner un pie en el suelo porque creo que un monstruo se esconde debajo, imagino que Spiderman o el Increíble Hulk están cerca para salvarme. Pero otras noches cuando tengo frío y pienso que nadie se acuerda de mí, entra por la puerta mi padre que veloz acude alarmado por mis gritos.

Tomado de MicroSeñales de Humo

Sobre el autor: David Moreno

El supercuco - Alejandro Bentivoglio



La casa empequeñece y al principio no puedo notar los cambios. Pero ya luego de un rato cómo no darse cuenta de que los cajones de los armarios tienen el tamaño de una caja de fósforos, que los fósforos ni siquiera son puntos rojos de esta constante sorpresa de la disminución.
Cómo no ver el teléfono reducido a una melodía infantil, la ropa que apenas si vestirían a un Ken a una Barbie. Cómo no descubrirnos discutiendo de filosofía a puro gagagugú.

Tomado del blog:
http://memoriasdeldakota.blogspot.com.ar/

Sobre el autor:
Alejandro Bentivoglio

Sin importancia - Rafael Blanco Vázquez


Ante un vaso de ron, reflexionaba la otra tarde el escritor inédito con su reconocible estilo basado en la repetición: “¿Por qué habría de ser importante para los demás aquello que es importante para mí? Pero vivir es un sinvivir, y yo me desvivo: quiero que lo que considero importante yo lo consideren importante los demás. Definición de los demás: quienes quieren que yo le dé importancia a aquello que no la tiene”.

Sobre el autor: Rafael Blanco Vásquez

Hipopótamos - Raquel Sequeiro


Desconozco cómo comenzaron los hechos. Era una noche fría. Caminaba desnuda entre la niebla; todos lo hacíamos. Era una niebla húmeda que mojaba y se calaba hasta los huesos, acompañada disparatadamente por una lluvia menuda y trepadora, hirsuta de viento. Nuestra vida era un endeble hilo escupido por una araña juguetona, y nuestros desvaríos nocturnos eran hipopótamos celestiales, apoyados en cada esquina: unas gárgolas extrañas sobre las nuevas edificaciones que terminarían por fenecer bajo una cortina de bombas de bismuto extra gelificado. Poseer la valentía de andar en pelotas era gratificante, teniendo habida cuenta que el geronte apretaría el botón en cualquier momento.


Acerca de la autora:

domingo, 7 de abril de 2013

¿Cuánto duran las fotos? (9) - Héctor Ranea



En la huella que une la meseta al valle de los bandidos se ven rastros de fulgurita, de ágatas y hay enseres, que el viento se encargó de esparcir, que muestran que muchas generaciones de pastores pasaron por allí. Las fulguritas pueden haber sido generadas por rayos, las ágatas muestran que hubo mar. Un teorema bien ordenado en la foto vieja. El viajero no nota nada positivo en eso. Está aterido, lastimado por un ñandú acorralado y la única bebida sabe a trementina porque algún gracioso pintó la botella de la ginebra. Va con el poncho apretado contra su panza, lo único que quiere es llegar a casa del bardo pues sabe que lo sanará, o por lo menos morirá bien oyendo alguna poesía. No importa que sean en galés –razona el criollo– con tal que sean versos. En la panza, el jinete lleva sus propias tripas.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (8) - Héctor Ranea



Garilio estaba acobardado: Clorinda, la amiga de su mujer, estaba ofreciendo su amor con sexo y todo y él ahí, que no podía creerlo.
—¿Usás anticonceptivo? —se atrevió a decir.
—Ya no necesito, querido. ¿Cómo se dice en la jerga? A mi edad sería un milagro japonés que de este jamón —se tocó un glúteo– parta un músico de jazz. O algo así.
—Más miedo me da —pronunció trémulo él.
Y por cierto que tenía razón de tener miedo. La amiga de su mujer estaba tomando fotos de la situación. Al fin, se tumbó sobre la cama y cerró sus ojos. El primer beso de ella supo a limón, pero era por el mojito, después todo fue más dulce hasta que su mujer vio los documentos, que Clorinda tomó con filtro sepia, para no avergonzar demasiado a Garilio.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (7) - Héctor Ranea



Durante el año 1852, cuentan los capataces de la mina, en plena meseta apareció un austriaco que aseguraba haber encontrado un diamante en la entrada a una cueva. Tenía el tamaño –decía– de un huevo de choique y el brillo era tal que mirarlo era deletéreo para las retinas, pues las quemaba. Él había logrado tomar una foto nocturna en la que –decían– se veía un arco iris.
La noticia me llegó con considerable atraso, en 1917, pero aún así me prometí encontrar al menos la cueva en cuestión, para lo cual debí estudiar la vida del errabundo gambusino.
Encontré la foto después de casi 43 años de búsqueda. Estaba entre las cosas olvidadas por dos bandoleros en un hotel. Tuve que desarmar un panel con mi serrucho carnicero y, con una espátula especial, quité la pintura. El brillo quemó lo que quedaba del hotel. Sigo buscando.


Acerca del autor: Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (6) - Héctor Ranea



—Usted me muestra una foto suya o una parte de su alvéolo más tibio y se me vuela la techumbre cerebral, doña Mercí.
—¡Ah, qué elegante, preclaro coronel Burgundio! —me dijo la Madama.
Siempre me gustó que me trataran de coronel, aunque me divorcié del ejército siendo capitán. Algunas personas recordaban mis deseos de llegar a tal grado y me consentían; la Madama Mercí era una de ellas.
—Usted, clarísima e ilustrísima, es el epítome de cualidades de lo que ando necesitando —declamé, casi sin pensar,— ya que soy el indigente de amor que vaga por las calles con música de jazz sonando en su cabeza.
—Se vino poético coronel pero, debo preguntar: ¿vino con plata? Porque acá ya no le fiamos ni el diario, le aclaro.
—¡Ay, que falta hace la poesía en estas calles, muchacha! —tomé mis fotos sepia y, disimulando, me fui por donde había entrado.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

viernes, 5 de abril de 2013

De Narcisa y su propio amor - Ana Caliyuri


Ella no dejaba de mirarse en el espejo,una, dos, tres , cien veces, miles de veces, millones de veces amando solamente su palabra; finalmente un exceso de amor y un dejo irónico se coló en sus verbos hasta hacerla colapsar: creer y amarse para sólo estar estar estar hasta morir sin recoger ni una lágrima, ni una palabra...

Sobre la autora: Ana Caliyuri

Love affair - Alejandro Bentivoglio


Muchos son los que afirman haber tenido tratos carnales con Mariana. Ella no dice nada al respecto, pero los rumores crecen. Su esposo duda de la paternidad de su hijo y sospecha de Bruno. Él parece no saber nada al respecto. Pero cuando se cruzan por la calle, ambos se miran como si esperaran decirse algo muy importante. Como si guardaran un secreto que ninguno de los dos conoce pero que está allí.
Como el pequeño niño cuyos rasgos, especialmente su tercer ojo, hacen pensar en extraños amoríos.

Tomado del blog: Memorias del Dakota

Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio

miércoles, 3 de abril de 2013

¿Cuánto duran las fotos? (5) - Héctor Ranea



El escribano Guarez tendió su mano despidiéndose y mostrándome la salida de la librería que usaba de oficina. Tomé la remera del tío Ibasel, el torpedo humano, y me fui con la llave del tesoro. Acabábamos de leer su testamento y, mientras yo anotaba lo que me había dictado sobre lo que heredaría, se daba un festín con el escote de Menfis, mi pareja.
Lo que encontré fue magnífico, no tanto por las joyas, sino por algunas fotos raras de gente muerta tiempo ha, por las que me pagarían fortunas. Ibasel era conocido por su desobediencia, que lo llevó a ser el fotógrafo preferido de las revistas sobre gente famosa y el torpedero más díscolo de la guerra.
En las fotos me encontré con parientes y amigos que ya no recuerdo. Pienso que así nos roban algo de nosotros que nadie puede recuperar. La paradoja de las fotos sepia.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (4) - Héctor Ranea



Se bajó sin ninguna ceremonia del aparato motorizado que la trajo, me señaló cómo había venido (yo la vi desnuda) y en una hermosa elevación de la playa se puso a cantar como una quimera.
—Las quimeras no cantan —le dije, pues la tenía demasiado cerca y me aturdía, a decir verdad—. Más bien debieron rugir como leones.
Ella me tomó una foto y llevó la máquina a su vehículo. En segundos trajo el resultado. Yo yacía sobre mi espalda con las marcas de sarna de los de mi especie que había tratado de maquillar. Antes de que pudiera atinar a hacerle algo a esa mujer desnuda, ella me puso la bota sobre el esternón.
—Me quita el oxígeno —grité, ya en agonía.
—Tu foto sepia no nos engaña, maldito. Pero no llores, sólo te llevaré para curarte. Después, ¿qué importa tu después?


Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (3) - Héctor Ranea



—Esta es su foto, señor Míster —me dijo el empleado del bar, mientras blandía un sobre manila como si fuera una pistola 9 mm—. Me temo que deberemos operar.
—Pero vine a buscar la foto que me sacó la mujer filipina anoche, con la rubia del vuelo 909 ¿me recuerda?
—¡Claro que lo recuerdo! ¿Se cree que soy un cantinero sin memoria? No me haga enojar y tome su foto —dio un sacudón al sobre—. ¿No venía a buscarlo para su archivo?
Tomé la foto con aprensión, la saqué y vi dentro una radiografía de mis pulmones con la indeleble manchita parda. Alcé la vista y ahí estaba el perseguidor del bar, ofreciéndome un Negroni.
—Usted va al cuchillo, ya decidieron. Esos pulmones están deliciosos.
Perdí el equilibrio, giré sobre mi eje, caí y mientras lo hacía él se abalanzaba sobre mí, ya dispuesto a devorarme crudo.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? (2) - Héctor Ranea



Por ahí venía don Elidoro, añoso fotógrafo de la costa del río, con su máquina de trípode a cuestas adornada con fotos sepia de tamaño mínimo como un mensaje ecuménico oscuro incluso sin sentido. Él mismo era casi un fantasma grotesco de tiempos que ya nadie recordaba, hablaba en un castellano que bien podría ser el de Galdós o incluso de antes.
El río, esa tarde coloreado como flan, tenía precisamente esa consistencia plástica, de vidrio blando. Cada uno que lo vio, amarilleando su tez en el crepúsculo creyó verse retratado en esas fotos diminutas, sin importar que la multitud que miraba el río era imponente. Del lado de la orilla de los vivos, en cambio, el río estaba oscureciendo. El Sol se estaba ocultando en un horizonte negro.

Acerca del autor:  Héctor Ranea

¿Cuánto duran las fotos? - Héctor Ranea



Aparicio era excelente fotógrafo de muertos. Sus fotos no sólo eran decentes, más bien maravillosas. En Jeremio Norte tenían el mayor de los respetos por quien mantenía a cada muerto vivo, refugiado en su fotito sepia en sus casas.
El mismo Aparicio, al año o dos de descubrir su don, se daba por insuperable. Y no faltaban damiselas que lo quisieran de pretendiente.
Pero la noche cuando lo llamaron para sacarle fotos al angelito de la familia Traguio, supo que algo no andaba bien y después de eso comenzó a actuar como demente: no podía ser el mero azar, el muertito debía haber dejado un alga sombría en su mirada.
Él decía que, al meter la cabeza en la túnica de la cámara fotográfica, vio babas viscosas como esperma colando fuera de las orejas del niño.
Desde entonces los muertos están sin fotos en Jeremio Norte y Artemio sin sesos.



Acerca del autor: Héctor Ranea

lunes, 1 de abril de 2013

El despido – Carla Dulfano


Mi madre siempre me decía: “Nadie escapa de su destino”. Sin embargo, en esta ocasión decidí burlarlo. Estaban despidiendo a todo el mundo en la oficina. Sabía que en algún momento me tocaría a mí, pero si nadie me lo informaba, técnicamente yo no estaba despedida. Así que dejé de ir a mi trabajo para no darles la oportunidad de decírmelo. Yo vivía enfrente de la empresa, y para no encontrarme con mi jefe, no salí más. Para no morir de inanición, sacaba la mano por la ventana que daba a la calle. Pasaron tres meses y nadie me daba comida, mi único alimento era el agua de la canilla. ¡Un día alguien puso algo en mi mano! Era el telegrama de despido… Mi madre tenía razón, nadie escapa de su destino.

Acerca de la autora:
Carla Dulfano

Rutinas - Xavier Blanco


Se levantan cada mañana. Se asean, se visten, besan en la frente a sus hijos y marchan sigilosos cerrando la puerta. Parecen felices. Transitan contando cada paso que dan y suben uno a uno los escalones. Nada parece verdadero, pero todo es real. Ya en la cumbre, avanzan hasta el acantilado y se lanzan al vacío. En la lejanía un hombre —sólo uno— emboscado de riguroso negro, tensa su arco y, como en un ritual mil veces ensayado, dispara una flecha, luego otra… Algunas veces acierta y los cuerpos caen abatidos. Nadie grita, nadie llora. Siempre igual, un día y después otro. Luego regresan y la vida sigue su camino, ahí, en ninguna parte.


Tomado del blog: Caleidoscopio

Acerca del autor: Xavier Blanco

El ladrón de almas – Luciano Doti


Sofía no había buscado ese desenlace. En el fondo, ella pensaba que nada de eso era real. No era más que una adolescente queriendo llamar la atención con su look de chica gótica, y con esas invocaciones de demonios.
Cierta noche, uno de esos demonios respondió a su llamada, y el alma de Sofía se perdió para siempre.

Acerca del autor: