martes, 13 de marzo de 2012

La sirena quimérica - Jesús Ademir Morales Rojas


Incapaz de olvidar a Odiseo, Penélope acudió a Dédalo, para que le forjase un traje de recuerdos. Con cada objeto que le ayudaba a evocar al rey errabundo, la nostálgica se fue cubriendo de una armadura increíble: conchas marinas, trozos de espadas, redes de pesca, pieles y oro. Y así pudo Penélope soportar de mejor modo la espera ardorosa. Cuando el viajero volvió por fin, y deseo tomar en sus brazos a su anhelada consorte, fue retirando los elementos de esa sorprendente cubierta. Al final no halló nada allí, pero el suspiro anhelante que broto de sus labios, le supo tanto a ella- canto de sirena consciente de su propio imposible- que nunca más dejo de estar en él.

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